En noviembre de 1936 el Hospital Clínico se convertiría en campo de batalla. Los intentos por ocupar el edificio serían una constante hasta el fin de la guerra en 1939, lo que causaría la destrucción de gran parte del edificio como podemos ver en esta imagen de 1937. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
Hace unas semanas, tras una grave cogida, estuve ingresado en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Seguramente la mayoría de los pacientes que compartían hospitalización conmigo, así como los profesionales sanitarios que trabajan en ese centro desconocían que este mismo lugar, hace ahora poco más de setenta y cinco años, fue escenario destacado de uno de los episodios más épicos, y posiblemente más desconocido en todos sus detalles, así como más determinante, de toda la Guerra Civil Española: la Batalla de Madrid. Estas mismas dependencias, pasillos y habitaciones que hoy podemos visitar, en noviembre de 1936 fueron testigos de terribles enfrentamientos, en los que se luchaba cuerpo a cuerpo, planta a planta, habitación a habitación, donde la bayoneta y la bomba de mano eran las armas más utilizadas. Esta dramática lucha, donde se produjeron innumerables acciones heroicas, se cobraría un alto precio de sangre en ambos bandos, quedando a su vez el magnífico edificio prácticamente destruido. Finalizada la guerra el edificio sería reconstruido recuperando la función para la que fue creado, y los ecos de aquella tremenda batalla se irían apagando con el tiempo. Setenta y cinco años más tarde nuevamente el hospital Clínico es escenario de otra batalla, no menos trascendente que aquella, que enfrenta a los que defienden la Sanidad Pública, representados por la práctica totalidad del personal que trabaja en el hospital, con los que pretenden recortar este imprescindible servicio público. Una lucha desigual entre los profesionales y los usuarios de la sanidad, frente a los grupos que defienden oscuros y lucrativos intereses económicos, apoyados de manera incomprensible por determinados grupos políticos que dicen buscar el interés general.
En la actualidad, en los pasillos y dependencias del Clínico, al igual que en la mayoría de hospitales de España, se vive otra intensa lucha entre los defensores de la sanidad pública, con los trabajadores sanitarios al frente, y los que quieren privatizarla. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
El hospital Clínico es una antigua institución madrileña. Tenemos que buscar su origen en el reinado de Felipe II, quien el ocho de septiembre de 1596 tras una solemne procesión, pondría la primera piedra de lo que habría de ser conocido como el “Albergue de Mendigos” que se construiría al final de la calle de Atocha y que con el tiempo se convertiría en el Hospital General de Madrid. El hospital continuaría creciendo y en 1905 se convertiría en el Hospital Clínico de la Facultad de Medicina. Posteriormente se acordaría su traslado a un edificio de moderna construcción junto a la nueva Facultad de Medicina de la Universidad Complutense que habría de construirse dentro de proyecto de la Ciudad Universitaria que se estaba construyendo en terrenos de la Moncloa. En el verano de 1936 todo estaba prácticamente terminado y preparado para la inauguración que se debería realizar en octubre de ese año, coincidiendo con el centenario del traslado de la Universidad Complutense desde Alcalá de Henares a Madrid. El golpe de estado de julio de 1936, que desencadenaría la Guerra Civil, daría al traste con todos estos planes.
En los primeros días del mes de noviembre de 1936 las fuerzas del Ejército de África a las órdenes del general Franco se encuentran a las puertas de Madrid. Desde que cruzaron el Estrecho de Gibraltar en julio, su fulminante avance no ha podido ser contrarrestado por las unidades de que dispone el gobierno de la República. El Ejército de África está compuesto por tropas profesionales, mayoritariamente unidades indígenas marroquíes y de la Legión, bien adiestradas y pertrechadas. Por su parte las unidades republicanas están compuestas en su mayoría por milicianos, con escasa o nula formación militar, encuadrados en unidades desorganizadas y en muchas ocasiones deficientemente armadas. Ante este dramático panorama la caída de Madrid parece inminente, el gobierno presidido por el socialista Largo Caballero abandona la ciudad rumbo a Valencia, arrastrando consigo a muchos otros que deciden abandonar la ciudad. Madrid queda en manos de una Junta de Defensa dirigida por el general Miaja. La suerte de la ciudad está echada, todo parece indicar que solamente un milagro puede salvarla.
El Clínico sería el vértice de la cuña que las tropas franquistas consiguieron ocupar en la Ciudad Universitaria. En la imagen vemos lo que quedó de hospital una vez terminada la guerra, las trincheras que lo rodean son republicanas. También distinguimos algunos cráteres provocados por las explosiones subterráneas de minas. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
Las tropas atacantes llegan a los suburbios del sur de la capital en los primeros días de noviembre y contra todo pronóstico su hasta entonces imparable avance comienza a encontrar resistencia. Se combate calle por calle, casa por casa. Los milicianos ya no retroceden, no están dispuestos a entregar su ciudad sin luchar, el milagro parece haber llegado. Pese a todo ello la potente maquinaria bélica que es el Ejército de África, con un gran esfuerzo y tras sufrir notables pérdidas, consigue asomarse hasta ese foso natural que es el río Manzanares. En la tarde del día 15 de noviembre tropas regulares marroquíes del II Tabor de Alhucemas abren varios huecos en la tapia de la Casa de Campo (donde ahora se sitúa el Club de Campo) y consiguen vadear el río aguas arriba del Puente de los Franceses. Tras ellos, cruzarán el Manzanares por el mismo punto, efectivos del III Tabor de Alhucemas. Los atacantes conseguirán llegar hasta el Estadio y la Escuela de Arquitectura donde se hacen fuertes. Al día siguiente y posteriores proseguirían los sangrientos combates, consiguiendo los atacantes ocupar diferentes edificios e instalaciones dentro de la Ciudad Universitaria: Residencia de Estudiantes, Fundación del Amo, Casa de Velázquez, Escuela de Agrónomos, Asilo de Santa Cristina… Un esfuerzo que culminaría el día 17 con la llegada de las vanguardias atacantes al Hospital Clínico. Sería en este punto donde quedaría detenido el avance de las fuerzas franquistas. El intento de ocupar Madrid había fracasado, se había producido el milagro.
Las tropas de Franco habían conseguido ocupar una superficie con forma de cuña en el interior de la Ciudad Universitaria, con una base de menos de un kilómetro en las orillas del Manzanares y cuyo vértice era el Hospital Clínico. Una estrecha cuña expuesta continuamente al fuego de las fuerzas republicanas que la rodeaban por sus flancos, sin olvidar que la comunicación de esta zona con su retaguardia se tiene que realizar de noche por unas estrechas y rudimentarias pasarelas tendidas sobre el Manzanares, batidas continuamente desde la zona republicana. La lógica militar aconsejaba abandonar esta área y replegarse a una posición más fácil de defender, sin embargo en este caso primó el factor psicológico que suponía el hecho de tener un pie en la ciudad de Madrid. Algo que fue aprovechado también por la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini para reconocer al gobierno del general Franco, aunque de facto ambas naciones le hubieran estando apoyando con hombres y material desde el mismo momento del golpe en Julio. Por otra parte, todos los numerosos intentos republicanos para expulsar a estas fuerzas del terreno ocupado resultarían infructuosos, permaneciendo en estas posiciones, en muy duras condiciones, hasta finalizar la guerra.
En primer término vemos a soldados republicanos junto a sus “chabolos” excavados en un terraplen, tras ellos la silueta del Clínico. Esta fotografía nos da una idea de la proximidad que había entre los dos ejércitos combatientes. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
Tras esta breve introducción histórica vamos ahora a centrarnos en lo que fueron los combates en el interior del Hospital Clínico. El día 17 de noviembre de 1936 la columna del teniente coronel Asensio, formada por la VI bandera de la Legión y los tabores I y II de Tetuan, ocupan el Asilo de Santa Cristina (en su lugar hoy se encuentra el Museo de América) y desde allí saltan al Hospital Clínico, donde consiguen desalojar parcialmente a las fuerzas republicanas que lo defendían. En ese día y los dos siguientes en la inmensa mole del edificio se van a registrar intensos combates. Se lucha planta a planta, habitación a habitación, cada palmo de terreno se gana pagando un alto precio. Los soldados avanzan tirando tabiques para rodear al enemigo, las emboscadas eran continuas, se luchaba cuerpo a cuerpo, a la bayoneta, con bombas de mano.
La bibliografía sobre la Batalla de Madrid es muy extensa, en esta ocasión hemos seleccionado algunos textos referidos a los combates en el Clínico para que ustedes se hagan una idea a través de varios autores de cómo se vivieron aquellos días. Comenzamos con un texto del libro “La Batalla de Madrid” de Jorge Martínez Reverte (un libro muy adecuado para los que se quieran iniciar en lo que fue aquella batalla) referidos a los combates que tuvieron lugar el 18 de noviembre: «El Hospital Clínico es uno de los lugares más disputados en el salvaje combate que tiene lugar por el control de la Ciudad Universitaria. Dentro del edificio, se pelean por las habitaciones los legionarios de la 4 Bandera y los internacionales del Batallón Edgar André, de la XI Brigada.
Los hombres caen a racimos. Por la noche, los heridos salen del hospital por docenas. Los republicanos entierran a sus muertos a retaguardia. Los franquistas han de dar sepultura a los suyos en el terreno que circunda el edificio en ruinas; bastante es tener que transportar heridos por las pasarelas del Manzanares y hacerles llegar al hospital desangre de Griñon. Muchos se quedan por el camino, desangrados.
En el Clínico se improvisan nuevas formas de combate. Los soldados enemigos se escuchan unos a otros a través de los gruesos tabiques que separan las estancias. Con dos picos se abre un agujero en la pared; en cuanto hay hueco se mete por é el cañón del fusil ametrallador y se rocía de balas el espacio.
-Así nos hirieron a todos los que estamos aquí –le dice al periodista Jesús Izcaray un combatiente alemán de los que manda Hans Khale y que no quiere dar su nombre porque su familia sigue en Alemania-. Había un legionario que de dos golpes de picachón abría el agujero. Esperemos que se lo hayan cargado».
La intensidad de los combates produciría muchas bajas en ambos bandos, en la imagen vemos un cadáver junto a los quirófanos. Según el pie de foto original tomada desde el lado republicano se trata de un “dinamitero enemigo que trató de acercarse y cayó cerca del Clínico- 14-marzo-1937”. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
Un testigo de excepción sería Carlos Iniesta Cano, en aquel entonces capitán de la IV Bandera de la Legión. Tomamos el siguiente texto del libro “La Guerra Civil en la Ciudad Universitaria” de Fernando Calvo González-Regueral, un excelente trabajo de documentación cuya lectura recomendamos a todos nuestros lectores: «El enemigo aún se encontraba dentro, ocupando galerías y las naves de los pisos más altos. Desde el día 19 al 30 de noviembre, la lucha fue constante y de emoción tremenda, pues cuando menos se pensaba, por cualquier parte aparecía un grupo enemigo con el que era preciso combatir. Luchábamos de pasillo en pasillo, de habitación en habitación, en escaleras, quirófanos, etc. [En unos pasillos se encuentra con un grupo contrario...] y la confusión es tremenda pues nosotros íbamos desastrados, con las barbas crecidas y pasamontañas, debieron confundirnos con algunos de ellos , pues se acercaron a nosotros tranquilamente [...fueron hechos prisioneros...] Conforme se ganaban habitaciones o trozos de pasillo, se establecían parapetos de sacos terreros para ir marcando el frente. Fueron los episodios más curiosos que recuerdo haber visto en la guerra». Finalizada la guerra Iniesta Cano llegaría a teniente General ocupando entre otros cargos el de Director General de la Guardia Civil, sería considerado como un miembro destacado de lo que se conoció como el “bunker” del franquismo.
Otro testigo de aquellos enfrentamientos fue el sacerdote Juan Urra Lusarreta, capellán de requetes, quien recogería en su libro “en las trincheras del frente de Madrid” el siguiente episodio: «En la planta baja encontramos a unos cuantos legionarios, pocos, que, con el oído y la mirada atentos, y los dedos en el gatillo del fusil, oteaban el fondo de los huecos del edificio para impedir que los rojos cruzaran por allí. Protegían así, además, a sus camaradas de los pisos de arriba. De pronto resonó en los pisos altos el estampido de las bombas de mano y vimos, por entre los huecos, caer y estrellarse contra el suelo, uno tras otro, a dos o tres combatientes enemigos que, en la locura del combate, debieron de arrojarse desde las últimas ventanas».
Estos testimonios nos dan fe de lo que fue la lucha durante los días de la Batalla de Madrid, pero una vez finalizada esta, la lucha continuaría en el edificio. Los infructuosos intentos de recuperarlo y desalojar de su interior a las unidades franquistas por parte de las fuerzas republicanas continuarían durante toda la guerra, el edificio sería el objetivo de un intenso y continuo fuego de la artillería y también sufriría el efecto todavía más demoledor de otra devastadora técnica de guerra: la guerra de minas.
Espectacular instantánea de la explosión de una mina que destruiría completamente el edificio conocido como la “Casa Blanca” en el Alto de Extremadura en julio de 1937. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
El frente quedaría enquistado a finales de noviembre, ni unos conseguían continuar su avance hacia Madrid, ni los otros eran capaces de hacer abandonar al enemigo las posiciones ocupadas. En esta situación se recurriría a una antigua modalidad de guerra para atacar posiciones fortificadas conocida como la guerra de minas, consistente en acceder mediante un túnel o mina hasta la posición enemiga, aunque en este caso la mina se utilizaría para situar una gran carga explosiva y hacerla explotar bajo el objetivo elegido. Repasemos parte del texto del indispensable artículo “La Guerra de Minas” escrito por el historiador Antonio Morcillo, publicado en el número 19 de la prestigiosa revista Frente de Madrid:: «En principio, los republicanos tenían todo a su favor: documentación sobre la red de alcantarillado, que disponía de colectores transitables, elementos de trabajo adecuados, energía eléctrica, personal cualificado disponible y todos los medios que ofrecía una ciudad respaldando con sus recursos los trabajos necesarios. El día 11 de diciembre de 1936 se produjo la primera voladura en el Hospital Clínico, que de haber estado bien planificada, podría haber conseguido la destrucción y posterior toma del edificio, ya que contó con el efecto sorpresa, circunstancia que ya no volvería a producirse ulteriormente.
Una imagen de las ruinas del interior del Clínico tras la voladura de una mina, en primer término vemos una placa con los nombres de los legionarios que murieron a consecuencia de la explosión. Fotografía publicada por cortesía de Frente de Madrid. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
La voladura provocó el derrumbamiento de parte del ala sur del edificio y dejó sepultados a 39 legionarios de la IV Bandera del Tercio, aunque no logró ninguna ganancia de posiciones y si prevenir a los nacionales contra este tipo de ataques». En las fotografías aéreas tomadas tras la guerra, se distinguen numerosos cráteres producidos por la explosión de estas minas, y en la actualidad todavía podemos contemplar uno de aquellos gigantescos embudos. Este auténtico vestigio arqueológico que esperamos se conserve durante muchos años, se encuentra entre el hospital y la facultad de Odontología, en la pendiente que separa ambas edificaciones. El colosal tamaño de este cráter (así a bote pronto yo le calculo un diámetro de más de 20 metros) nos permite hacernos una idea de la violencia y destrucción que provocaban estos ingenios bélicos.
En la actualidad se conserva perfectamente un cráter de gran tamaño en las cercanías del Clínico, concretamente entre el hospital y la facultad de Odontología. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
Aparte de todo esto, en las proximidades del hospital tendrían lugar dos acontecimientos de un indiscutible valor histórico. El 19 de noviembre de 1936, en una calle cercana al Clínico sería herido mortalmente el líder anarquista Buenaventura Durruti, sobre este episodio podemos encontrar diferentes versiones de lo más dispar, desde la muerte a causa de un disparo enemigo, pasando por el asesinato a manos de sus propios hombres o por la muerte accidental. De todo lo escrito yo me quedo con el documentado trabajo de Raúl César Cancio que fue publicado como artículo central en el número 15 de la revista Frente de Madrid , un documentado trabajo donde Cancio aborda las diferentes hipótesis llegando tras un elaborado y meticuloso análisis a unas conclusiones, que yo me atrevería a calificar de definitivas para este enigma. No les voy a desvelar las conclusiones de este trabajo que merece una detenida lectura, pero no me puedo resistir a tomar prestados un par de párrafos de ese artículo: «Casi al alba del jueves 19 de noviembre Buenaventura Durruti y Cipriano Mera departen en el interior del cuartel de la Guardia Nacional de la calle Guzmán el Bueno con otros jefes anarquistas, preparando el asalto al Clínico con el que Durruti quiere resarcirse y demostrar ante Miaja la capacidad de sus milicias. Mera, albañil de profesión, aprovecha la ocasión para instruir al líder anarquista sobre la estructura del Hospital, habida cuenta de que él mismo trabajó en su construcción antes de la guerra.
Fotografía de Buenaventura Durruti junto al sargento Manzana. Esta imagen, sacada de un reportaje soviético tiene un valor excepcional, ya que fue grabado escasos momentos antes de que Durruti cayera herido mortalmente junto al Clínico. (Para ver el documental haga clic aquí).(Haga clic en la imagen para verla ampliada).
Según el plan previsto los anarquistas consiguen penetrar en el destartalado edificio, combatiendo piso por piso y practicando voladuras de zonas y dependencias donde creen que se refugian los legionarios y regulares, mientras que los brigadistas lanzan bombas por los huecos de los ascensores dependiendo de la planta donde está el enemigo; los escombros generados por estas detonaciones generan nuevas fortificaciones que son aprovechadas por los rebeldes para atrincherarse y mantener la lucha que, en ocasiones, resulta de una violencia insoportable». A mediodía las noticias que llegan del Clínico no son buenas, y Durruti decide desplazarse en persona hasta allí. La comitiva de coches atraviesa la Colonia Metropolitana y se detiene en la calle de la Viña, al descender del auto, Durruti es alcanzado por un disparo en el costado. Se le traslada urgentemente al hotel Ritz, convertido en hospital de sangre, donde fallecerá en la madrugada del 20 de noviembre. Si ustedes están interesados en conocer todas las circunstancias que rodearon a este episodio, les recomiendo sin dudarlo el magistral artículo de Raúl César Cancio publicado en la revista Frente de Madrid.
Otro momento histórico tuvo lugar el martes 28 de Marzo de 1939, alrededor de la una de la tarde, el coronel Adolfo Prada Vaquero, en representación del Ejército Republicano, tras casi tres años de lucha, entregaba la ciudad de Madrid al Coronel Losas, jefe de la 16 División Nacional, a la que pertenecían las tropas situadas en la Universitaria y el Clínico. Este acto, cargado de simbolismo, es la imagen gráfica que representa el final de la guerra aunque se produjera unos días antes de que la contienda terminara oficialmente.
En las cercanías del Clínico se realizaría la entrega de Madrid por parte del coronel republicano Prada (con abrigo de cuero y gafas) al coronel Losas (con chilaba moruna), jefe de las fuerzas franquistas ubicadas en la Universitaria. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
Nuevamente me veo obligado a remitirles a la revista Frente de Madrid (una publicación imprescindible para todos aquellos que estén interesados en lo que fue la Guerra Civil en la Comunidad de Madrid) para recomendarles otro excepcional artículo, en este caso firmado por José María Sánchez. Un impecable trabajo de investigación que ha conseguido localizar a partir de diferente material gráfico, planos y filmaciones, el lugar exacto donde tuvo lugar el encuentro entre Losas y Prada que simbolizaría el final de la guerra. Este artículo lo pueden encontrar en el número 22 de esta prestigiosa revista. Un número monográfico dedicado a “La Ciudad Universitaria en Guerra 1936-1939”.
Confiamos en que esta crónica haya servido para dar a conocer un poco la historia de este singular espacio de Madrid. Tras leer este artículo, si algún día por cualquier circunstancia tienen que visitar este hospital, estamos seguros de que lo contemplaran con otra mirada.
Cuando en la actualidad entramos al Hospital Clínico inmediatamente nos percatamos de que al igual que hace setenta y cinco años hoy se lucha también en el Clínico, sin armas ni violencia, pero no con menos convicción y pasión que entonces. Los profesionales de la sanidad del Clínico (al igual que todo el personal sanitario de Madrid y del resto de España) se enfrentan, en desiguales condiciones, a los que quieren desmantelar la sanidad pública, la joya de la corona del estado del bienestar español, que ahora vemos peligrar al igual que otros tantos servicios públicos consolidados con gran esfuerzo durante las últimas décadas.
A muchos ciudadanos nos cuesta entender que se pretenda privatizar un servicio público que funciona de manera óptima, y que además de más eficiente, es menos costoso en porcentaje ( la OMS sitúa a España como el 7º mejor sistema sanitario del mundo, el 3º entre los países más poblados. Con solo un 9.5% del PIB) que el de otros países de nuestro entorno. Se nos quiere vender que privatizando servicios se mantendrá la calidad a un menor coste, algo no solo difícil de creer, si no que hay múltiples ejemplos de todo lo contrario: peor servicio y con un mayor coste. Entonces, ¿cuáles son las verdaderas razones de este vehemente interés de algunos de nuestros políticos por privatizar la sanidad?.
Nadie tiene claro quienes son los agraciados en esta pedrea privatizadora, sabemos que en muchos casos son conglomerados empresariales donde no faltan los especuladores del capital-riesgo y otras entidades de inversión, sin ninguna relación con el mundo sanitario, cuyo único objetivo es el lucro, el beneficio. Tampoco nadie tiene claro cuales son las verdaderas razones que impulsan a nuestros políticos para llevar a cabo este desmantelamiento. Nos hablan de que mejorará la gestión, si es así tal vez deberíamos comenzar cambiando los actuales gestores, designados por ellos mismos, o exigir responsabilidades a los anteriores gestores, también designados por estos mismos políticos. Se nos habla también de abaratar costes, algo muy difícil de asimilar, en Reino Unido tras privatizar la sanidad es ahora más cara que antes, pero con un 10% menos de intervenciones programadas. En España tenemos el ejemplo del buque insignia del modelo privatizador: el hospital de Alzira, que a los dos años de ser privatizado tenía un déficit de 5 millones de euros, la Generalitat Valenciana anuló la concesión pagando una indemnización de 25 millones (de euros) a la empresa. Para posteriormente volverla a sacar a concurso y adjudicarla nuevamente a la misma empresa, pero pagando ahora 369 euros por habitante, frente a los 225 que pagaba antes, es decir el gasto se encareció en cerca de un 70%, un negocio redondo. Los datos y ejemplos son abrumadores y no pretendo aburrirles, pero les recomiendo dar un repaso a las hemerotecas para que vean la dimensión del engaño del que estamos hablando.
Todo esto nos lleva a cuestionarnos sobre la capacidad o bien sobre las verdaderas intenciones de nuestros políticos. En la cima de la pirámide tenemos a la ministra Ana Mato, una señora que manifiesta no haberse enterado de que en su garaje se aparcaban coches de lujo (propiedad de su entonces marido ahora imputado en la trama Gurtel), así como tampoco se enteraba de quien pagaba la faraónicas fiestas de cumpleaños de sus hijos, entre otres ausencias; la pregunta es: con estas manifiestas carencias, ¿está esta persona en condiciones de enterarse de lo que ocurre en la sanidad española?. Luego tenemos los ejemplos no menos clamorosos de dos consejeros de sanidad de la Comunidad de Madrid. Por un lado tenemos al señor Güemes, esposo de la famosa Andreita Fabra (hija del aeroportuario Carlos Fabra), creadora del mítico “QUE SE JODAN” que con el tiempo se ha convertido en toda una declaración de intenciones para muchos políticos. Güemes fue consejero de sanidad entre 2007 y 2010, periodo durante el cual se privatizaron gran parte de los análisis clínicos de la Comunidad de Madrid, años más tarde nos encontraríamos a este caballero en el consejo de administración de la empresa agraciada con ese contrato, sorpresas te da la vida, que diría Pedro Navajas. Anteriormente a Güemes ocupó la consejería Manuel Lamela, quien privatizó en 2005 los servicios no sanitarios del hospital de Aranjuez por 270 millones de euros, y en la actualidad nos lo encontramos en el consejo de administración de la empresa adjudicataria de aquel contrato. Como les digo, tanta puerta giratoria nos hace dudar de la capacidad y verdaderas intenciones de nuestros dirigentes políticos con el tema de la privatización.
El Presidente del Gobierno Mariano Rajoy, junto al Presidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González, dos de los responsables de la política de privatización de la sanidad pública española. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
Quiero terminar esta crónica manifestando mi total apoyo a estos profesionales, que no olvidemos que no están luchando por defender reivindicaciones gremiales o personales, sino que están luchando por defender la sanidad pública, la de todos nosotros. Pero sobre todo quiero agradecer sinceramente el excelente trato, tanto profesional como personal, que he recibo de todas y cada una de las personas que me han atendido en las dos semanas que estuve ingresado en el Clínico (alguna de ellas sé que ha sido despedida y ya no trabaja allí). Es asombroso comprobar como pese a la enorme presión a las que están sometidas estos trabajadores, ello no repercute en su actividad profesional, la cual desarrollan de manera excelente. Estoy convencido de que no vale cualquiera para trabajar en la sanidad, aparte de formación, hace falta una gran vocación y muchas ganas de servir y ayudar a los demás, algo que no ocurre en la política, donde cualquier tuercebotas partiendo de la nada puede alcanzar las más altas cotas del poder, tenemos innumerables ejemplos de ello, no solo en la actualidad, sino a lo largo de toda nuestra historia. Si muchos de nuestros políticos tuvieran la actitud, dignidad, profesionalidad y las ganas de prestar servicio a los demás (en vez de servirse ellos mismos) que tienen los profesionales de la sanidad, no cabe ninguna duda de que viviríamos en un país mucho mejor, un país tan bueno como la sanidad que ahora quieren privatizar.
Florentino Areneros.
Si están interesados en profundizar en el conocimiento de lo que fue la Guerra Civil en Madrid les recomendamos acercarse a las páginas de la revista Frente de Madrid editada por la asociación Gefrema (Grupo de Estudios del Frente de Madrid), donde podrán encontrar detallada información sobre diferentes aspectos de aquella contienda: batallas, personajes, restos arqueológicos, cartuchería, literatura, investigaciones y un largo etcétera. (Para ir a la página de la revista haga clic sobre este texto).
LA GUERRA EN EL CLÍNICO
(De los combates de 1936 a la lucha de hoy)
(De los combates de 1936 a la lucha de hoy)
Hace unas semanas, tras una grave cogida, estuve ingresado en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Seguramente la mayoría de los pacientes que compartían hospitalización conmigo, así como los profesionales sanitarios que trabajan en ese centro desconocían que este mismo lugar, hace ahora poco más de setenta y cinco años, fue escenario destacado de uno de los episodios más épicos, y posiblemente más desconocido en todos sus detalles, así como más determinante, de toda la Guerra Civil Española: la Batalla de Madrid. Estas mismas dependencias, pasillos y habitaciones que hoy podemos visitar, en noviembre de 1936 fueron testigos de terribles enfrentamientos, en los que se luchaba cuerpo a cuerpo, planta a planta, habitación a habitación, donde la bayoneta y la bomba de mano eran las armas más utilizadas. Esta dramática lucha, donde se produjeron innumerables acciones heroicas, se cobraría un alto precio de sangre en ambos bandos, quedando a su vez el magnífico edificio prácticamente destruido. Finalizada la guerra el edificio sería reconstruido recuperando la función para la que fue creado, y los ecos de aquella tremenda batalla se irían apagando con el tiempo. Setenta y cinco años más tarde nuevamente el hospital Clínico es escenario de otra batalla, no menos trascendente que aquella, que enfrenta a los que defienden la Sanidad Pública, representados por la práctica totalidad del personal que trabaja en el hospital, con los que pretenden recortar este imprescindible servicio público. Una lucha desigual entre los profesionales y los usuarios de la sanidad, frente a los grupos que defienden oscuros y lucrativos intereses económicos, apoyados de manera incomprensible por determinados grupos políticos que dicen buscar el interés general.
En la actualidad, en los pasillos y dependencias del Clínico, al igual que en la mayoría de hospitales de España, se vive otra intensa lucha entre los defensores de la sanidad pública, con los trabajadores sanitarios al frente, y los que quieren privatizarla. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
UN POCO DE HISTORIA
El hospital Clínico es una antigua institución madrileña. Tenemos que buscar su origen en el reinado de Felipe II, quien el ocho de septiembre de 1596 tras una solemne procesión, pondría la primera piedra de lo que habría de ser conocido como el “Albergue de Mendigos” que se construiría al final de la calle de Atocha y que con el tiempo se convertiría en el Hospital General de Madrid. El hospital continuaría creciendo y en 1905 se convertiría en el Hospital Clínico de la Facultad de Medicina. Posteriormente se acordaría su traslado a un edificio de moderna construcción junto a la nueva Facultad de Medicina de la Universidad Complutense que habría de construirse dentro de proyecto de la Ciudad Universitaria que se estaba construyendo en terrenos de la Moncloa. En el verano de 1936 todo estaba prácticamente terminado y preparado para la inauguración que se debería realizar en octubre de ese año, coincidiendo con el centenario del traslado de la Universidad Complutense desde Alcalá de Henares a Madrid. El golpe de estado de julio de 1936, que desencadenaría la Guerra Civil, daría al traste con todos estos planes.
En los primeros días del mes de noviembre de 1936 las fuerzas del Ejército de África a las órdenes del general Franco se encuentran a las puertas de Madrid. Desde que cruzaron el Estrecho de Gibraltar en julio, su fulminante avance no ha podido ser contrarrestado por las unidades de que dispone el gobierno de la República. El Ejército de África está compuesto por tropas profesionales, mayoritariamente unidades indígenas marroquíes y de la Legión, bien adiestradas y pertrechadas. Por su parte las unidades republicanas están compuestas en su mayoría por milicianos, con escasa o nula formación militar, encuadrados en unidades desorganizadas y en muchas ocasiones deficientemente armadas. Ante este dramático panorama la caída de Madrid parece inminente, el gobierno presidido por el socialista Largo Caballero abandona la ciudad rumbo a Valencia, arrastrando consigo a muchos otros que deciden abandonar la ciudad. Madrid queda en manos de una Junta de Defensa dirigida por el general Miaja. La suerte de la ciudad está echada, todo parece indicar que solamente un milagro puede salvarla.
El Clínico sería el vértice de la cuña que las tropas franquistas consiguieron ocupar en la Ciudad Universitaria. En la imagen vemos lo que quedó de hospital una vez terminada la guerra, las trincheras que lo rodean son republicanas. También distinguimos algunos cráteres provocados por las explosiones subterráneas de minas. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
Las tropas atacantes llegan a los suburbios del sur de la capital en los primeros días de noviembre y contra todo pronóstico su hasta entonces imparable avance comienza a encontrar resistencia. Se combate calle por calle, casa por casa. Los milicianos ya no retroceden, no están dispuestos a entregar su ciudad sin luchar, el milagro parece haber llegado. Pese a todo ello la potente maquinaria bélica que es el Ejército de África, con un gran esfuerzo y tras sufrir notables pérdidas, consigue asomarse hasta ese foso natural que es el río Manzanares. En la tarde del día 15 de noviembre tropas regulares marroquíes del II Tabor de Alhucemas abren varios huecos en la tapia de la Casa de Campo (donde ahora se sitúa el Club de Campo) y consiguen vadear el río aguas arriba del Puente de los Franceses. Tras ellos, cruzarán el Manzanares por el mismo punto, efectivos del III Tabor de Alhucemas. Los atacantes conseguirán llegar hasta el Estadio y la Escuela de Arquitectura donde se hacen fuertes. Al día siguiente y posteriores proseguirían los sangrientos combates, consiguiendo los atacantes ocupar diferentes edificios e instalaciones dentro de la Ciudad Universitaria: Residencia de Estudiantes, Fundación del Amo, Casa de Velázquez, Escuela de Agrónomos, Asilo de Santa Cristina… Un esfuerzo que culminaría el día 17 con la llegada de las vanguardias atacantes al Hospital Clínico. Sería en este punto donde quedaría detenido el avance de las fuerzas franquistas. El intento de ocupar Madrid había fracasado, se había producido el milagro.
Haga clic en la imagen para ir a la página de Madrid en Guerra.
Las tropas de Franco habían conseguido ocupar una superficie con forma de cuña en el interior de la Ciudad Universitaria, con una base de menos de un kilómetro en las orillas del Manzanares y cuyo vértice era el Hospital Clínico. Una estrecha cuña expuesta continuamente al fuego de las fuerzas republicanas que la rodeaban por sus flancos, sin olvidar que la comunicación de esta zona con su retaguardia se tiene que realizar de noche por unas estrechas y rudimentarias pasarelas tendidas sobre el Manzanares, batidas continuamente desde la zona republicana. La lógica militar aconsejaba abandonar esta área y replegarse a una posición más fácil de defender, sin embargo en este caso primó el factor psicológico que suponía el hecho de tener un pie en la ciudad de Madrid. Algo que fue aprovechado también por la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini para reconocer al gobierno del general Franco, aunque de facto ambas naciones le hubieran estando apoyando con hombres y material desde el mismo momento del golpe en Julio. Por otra parte, todos los numerosos intentos republicanos para expulsar a estas fuerzas del terreno ocupado resultarían infructuosos, permaneciendo en estas posiciones, en muy duras condiciones, hasta finalizar la guerra.
En primer término vemos a soldados republicanos junto a sus “chabolos” excavados en un terraplen, tras ellos la silueta del Clínico. Esta fotografía nos da una idea de la proximidad que había entre los dos ejércitos combatientes. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
LOS COMBATES EN EL CLÍNICO
Tras esta breve introducción histórica vamos ahora a centrarnos en lo que fueron los combates en el interior del Hospital Clínico. El día 17 de noviembre de 1936 la columna del teniente coronel Asensio, formada por la VI bandera de la Legión y los tabores I y II de Tetuan, ocupan el Asilo de Santa Cristina (en su lugar hoy se encuentra el Museo de América) y desde allí saltan al Hospital Clínico, donde consiguen desalojar parcialmente a las fuerzas republicanas que lo defendían. En ese día y los dos siguientes en la inmensa mole del edificio se van a registrar intensos combates. Se lucha planta a planta, habitación a habitación, cada palmo de terreno se gana pagando un alto precio. Los soldados avanzan tirando tabiques para rodear al enemigo, las emboscadas eran continuas, se luchaba cuerpo a cuerpo, a la bayoneta, con bombas de mano.
La bibliografía sobre la Batalla de Madrid es muy extensa, en esta ocasión hemos seleccionado algunos textos referidos a los combates en el Clínico para que ustedes se hagan una idea a través de varios autores de cómo se vivieron aquellos días. Comenzamos con un texto del libro “La Batalla de Madrid” de Jorge Martínez Reverte (un libro muy adecuado para los que se quieran iniciar en lo que fue aquella batalla) referidos a los combates que tuvieron lugar el 18 de noviembre: «El Hospital Clínico es uno de los lugares más disputados en el salvaje combate que tiene lugar por el control de la Ciudad Universitaria. Dentro del edificio, se pelean por las habitaciones los legionarios de la 4 Bandera y los internacionales del Batallón Edgar André, de la XI Brigada.
Los hombres caen a racimos. Por la noche, los heridos salen del hospital por docenas. Los republicanos entierran a sus muertos a retaguardia. Los franquistas han de dar sepultura a los suyos en el terreno que circunda el edificio en ruinas; bastante es tener que transportar heridos por las pasarelas del Manzanares y hacerles llegar al hospital desangre de Griñon. Muchos se quedan por el camino, desangrados.
En el Clínico se improvisan nuevas formas de combate. Los soldados enemigos se escuchan unos a otros a través de los gruesos tabiques que separan las estancias. Con dos picos se abre un agujero en la pared; en cuanto hay hueco se mete por é el cañón del fusil ametrallador y se rocía de balas el espacio.
-Así nos hirieron a todos los que estamos aquí –le dice al periodista Jesús Izcaray un combatiente alemán de los que manda Hans Khale y que no quiere dar su nombre porque su familia sigue en Alemania-. Había un legionario que de dos golpes de picachón abría el agujero. Esperemos que se lo hayan cargado».
La intensidad de los combates produciría muchas bajas en ambos bandos, en la imagen vemos un cadáver junto a los quirófanos. Según el pie de foto original tomada desde el lado republicano se trata de un “dinamitero enemigo que trató de acercarse y cayó cerca del Clínico- 14-marzo-1937”. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
Un testigo de excepción sería Carlos Iniesta Cano, en aquel entonces capitán de la IV Bandera de la Legión. Tomamos el siguiente texto del libro “La Guerra Civil en la Ciudad Universitaria” de Fernando Calvo González-Regueral, un excelente trabajo de documentación cuya lectura recomendamos a todos nuestros lectores: «El enemigo aún se encontraba dentro, ocupando galerías y las naves de los pisos más altos. Desde el día 19 al 30 de noviembre, la lucha fue constante y de emoción tremenda, pues cuando menos se pensaba, por cualquier parte aparecía un grupo enemigo con el que era preciso combatir. Luchábamos de pasillo en pasillo, de habitación en habitación, en escaleras, quirófanos, etc. [En unos pasillos se encuentra con un grupo contrario...] y la confusión es tremenda pues nosotros íbamos desastrados, con las barbas crecidas y pasamontañas, debieron confundirnos con algunos de ellos , pues se acercaron a nosotros tranquilamente [...fueron hechos prisioneros...] Conforme se ganaban habitaciones o trozos de pasillo, se establecían parapetos de sacos terreros para ir marcando el frente. Fueron los episodios más curiosos que recuerdo haber visto en la guerra». Finalizada la guerra Iniesta Cano llegaría a teniente General ocupando entre otros cargos el de Director General de la Guardia Civil, sería considerado como un miembro destacado de lo que se conoció como el “bunker” del franquismo.
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Otro testigo de aquellos enfrentamientos fue el sacerdote Juan Urra Lusarreta, capellán de requetes, quien recogería en su libro “en las trincheras del frente de Madrid” el siguiente episodio: «En la planta baja encontramos a unos cuantos legionarios, pocos, que, con el oído y la mirada atentos, y los dedos en el gatillo del fusil, oteaban el fondo de los huecos del edificio para impedir que los rojos cruzaran por allí. Protegían así, además, a sus camaradas de los pisos de arriba. De pronto resonó en los pisos altos el estampido de las bombas de mano y vimos, por entre los huecos, caer y estrellarse contra el suelo, uno tras otro, a dos o tres combatientes enemigos que, en la locura del combate, debieron de arrojarse desde las últimas ventanas».
Estos testimonios nos dan fe de lo que fue la lucha durante los días de la Batalla de Madrid, pero una vez finalizada esta, la lucha continuaría en el edificio. Los infructuosos intentos de recuperarlo y desalojar de su interior a las unidades franquistas por parte de las fuerzas republicanas continuarían durante toda la guerra, el edificio sería el objetivo de un intenso y continuo fuego de la artillería y también sufriría el efecto todavía más demoledor de otra devastadora técnica de guerra: la guerra de minas.
Espectacular instantánea de la explosión de una mina que destruiría completamente el edificio conocido como la “Casa Blanca” en el Alto de Extremadura en julio de 1937. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
El frente quedaría enquistado a finales de noviembre, ni unos conseguían continuar su avance hacia Madrid, ni los otros eran capaces de hacer abandonar al enemigo las posiciones ocupadas. En esta situación se recurriría a una antigua modalidad de guerra para atacar posiciones fortificadas conocida como la guerra de minas, consistente en acceder mediante un túnel o mina hasta la posición enemiga, aunque en este caso la mina se utilizaría para situar una gran carga explosiva y hacerla explotar bajo el objetivo elegido. Repasemos parte del texto del indispensable artículo “La Guerra de Minas” escrito por el historiador Antonio Morcillo, publicado en el número 19 de la prestigiosa revista Frente de Madrid:: «En principio, los republicanos tenían todo a su favor: documentación sobre la red de alcantarillado, que disponía de colectores transitables, elementos de trabajo adecuados, energía eléctrica, personal cualificado disponible y todos los medios que ofrecía una ciudad respaldando con sus recursos los trabajos necesarios. El día 11 de diciembre de 1936 se produjo la primera voladura en el Hospital Clínico, que de haber estado bien planificada, podría haber conseguido la destrucción y posterior toma del edificio, ya que contó con el efecto sorpresa, circunstancia que ya no volvería a producirse ulteriormente.
Una imagen de las ruinas del interior del Clínico tras la voladura de una mina, en primer término vemos una placa con los nombres de los legionarios que murieron a consecuencia de la explosión. Fotografía publicada por cortesía de Frente de Madrid. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
La voladura provocó el derrumbamiento de parte del ala sur del edificio y dejó sepultados a 39 legionarios de la IV Bandera del Tercio, aunque no logró ninguna ganancia de posiciones y si prevenir a los nacionales contra este tipo de ataques». En las fotografías aéreas tomadas tras la guerra, se distinguen numerosos cráteres producidos por la explosión de estas minas, y en la actualidad todavía podemos contemplar uno de aquellos gigantescos embudos. Este auténtico vestigio arqueológico que esperamos se conserve durante muchos años, se encuentra entre el hospital y la facultad de Odontología, en la pendiente que separa ambas edificaciones. El colosal tamaño de este cráter (así a bote pronto yo le calculo un diámetro de más de 20 metros) nos permite hacernos una idea de la violencia y destrucción que provocaban estos ingenios bélicos.
En la actualidad se conserva perfectamente un cráter de gran tamaño en las cercanías del Clínico, concretamente entre el hospital y la facultad de Odontología. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
Aparte de todo esto, en las proximidades del hospital tendrían lugar dos acontecimientos de un indiscutible valor histórico. El 19 de noviembre de 1936, en una calle cercana al Clínico sería herido mortalmente el líder anarquista Buenaventura Durruti, sobre este episodio podemos encontrar diferentes versiones de lo más dispar, desde la muerte a causa de un disparo enemigo, pasando por el asesinato a manos de sus propios hombres o por la muerte accidental. De todo lo escrito yo me quedo con el documentado trabajo de Raúl César Cancio que fue publicado como artículo central en el número 15 de la revista Frente de Madrid , un documentado trabajo donde Cancio aborda las diferentes hipótesis llegando tras un elaborado y meticuloso análisis a unas conclusiones, que yo me atrevería a calificar de definitivas para este enigma. No les voy a desvelar las conclusiones de este trabajo que merece una detenida lectura, pero no me puedo resistir a tomar prestados un par de párrafos de ese artículo: «Casi al alba del jueves 19 de noviembre Buenaventura Durruti y Cipriano Mera departen en el interior del cuartel de la Guardia Nacional de la calle Guzmán el Bueno con otros jefes anarquistas, preparando el asalto al Clínico con el que Durruti quiere resarcirse y demostrar ante Miaja la capacidad de sus milicias. Mera, albañil de profesión, aprovecha la ocasión para instruir al líder anarquista sobre la estructura del Hospital, habida cuenta de que él mismo trabajó en su construcción antes de la guerra.
Fotografía de Buenaventura Durruti junto al sargento Manzana. Esta imagen, sacada de un reportaje soviético tiene un valor excepcional, ya que fue grabado escasos momentos antes de que Durruti cayera herido mortalmente junto al Clínico. (Para ver el documental haga clic aquí).(Haga clic en la imagen para verla ampliada).
Según el plan previsto los anarquistas consiguen penetrar en el destartalado edificio, combatiendo piso por piso y practicando voladuras de zonas y dependencias donde creen que se refugian los legionarios y regulares, mientras que los brigadistas lanzan bombas por los huecos de los ascensores dependiendo de la planta donde está el enemigo; los escombros generados por estas detonaciones generan nuevas fortificaciones que son aprovechadas por los rebeldes para atrincherarse y mantener la lucha que, en ocasiones, resulta de una violencia insoportable». A mediodía las noticias que llegan del Clínico no son buenas, y Durruti decide desplazarse en persona hasta allí. La comitiva de coches atraviesa la Colonia Metropolitana y se detiene en la calle de la Viña, al descender del auto, Durruti es alcanzado por un disparo en el costado. Se le traslada urgentemente al hotel Ritz, convertido en hospital de sangre, donde fallecerá en la madrugada del 20 de noviembre. Si ustedes están interesados en conocer todas las circunstancias que rodearon a este episodio, les recomiendo sin dudarlo el magistral artículo de Raúl César Cancio publicado en la revista Frente de Madrid.
Otro momento histórico tuvo lugar el martes 28 de Marzo de 1939, alrededor de la una de la tarde, el coronel Adolfo Prada Vaquero, en representación del Ejército Republicano, tras casi tres años de lucha, entregaba la ciudad de Madrid al Coronel Losas, jefe de la 16 División Nacional, a la que pertenecían las tropas situadas en la Universitaria y el Clínico. Este acto, cargado de simbolismo, es la imagen gráfica que representa el final de la guerra aunque se produjera unos días antes de que la contienda terminara oficialmente.
En las cercanías del Clínico se realizaría la entrega de Madrid por parte del coronel republicano Prada (con abrigo de cuero y gafas) al coronel Losas (con chilaba moruna), jefe de las fuerzas franquistas ubicadas en la Universitaria. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
Nuevamente me veo obligado a remitirles a la revista Frente de Madrid (una publicación imprescindible para todos aquellos que estén interesados en lo que fue la Guerra Civil en la Comunidad de Madrid) para recomendarles otro excepcional artículo, en este caso firmado por José María Sánchez. Un impecable trabajo de investigación que ha conseguido localizar a partir de diferente material gráfico, planos y filmaciones, el lugar exacto donde tuvo lugar el encuentro entre Losas y Prada que simbolizaría el final de la guerra. Este artículo lo pueden encontrar en el número 22 de esta prestigiosa revista. Un número monográfico dedicado a “La Ciudad Universitaria en Guerra 1936-1939”.
Confiamos en que esta crónica haya servido para dar a conocer un poco la historia de este singular espacio de Madrid. Tras leer este artículo, si algún día por cualquier circunstancia tienen que visitar este hospital, estamos seguros de que lo contemplaran con otra mirada.
LA LUCHA EN EL CLÍNICO HOY
Cuando en la actualidad entramos al Hospital Clínico inmediatamente nos percatamos de que al igual que hace setenta y cinco años hoy se lucha también en el Clínico, sin armas ni violencia, pero no con menos convicción y pasión que entonces. Los profesionales de la sanidad del Clínico (al igual que todo el personal sanitario de Madrid y del resto de España) se enfrentan, en desiguales condiciones, a los que quieren desmantelar la sanidad pública, la joya de la corona del estado del bienestar español, que ahora vemos peligrar al igual que otros tantos servicios públicos consolidados con gran esfuerzo durante las últimas décadas.
A muchos ciudadanos nos cuesta entender que se pretenda privatizar un servicio público que funciona de manera óptima, y que además de más eficiente, es menos costoso en porcentaje ( la OMS sitúa a España como el 7º mejor sistema sanitario del mundo, el 3º entre los países más poblados. Con solo un 9.5% del PIB) que el de otros países de nuestro entorno. Se nos quiere vender que privatizando servicios se mantendrá la calidad a un menor coste, algo no solo difícil de creer, si no que hay múltiples ejemplos de todo lo contrario: peor servicio y con un mayor coste. Entonces, ¿cuáles son las verdaderas razones de este vehemente interés de algunos de nuestros políticos por privatizar la sanidad?.
Nadie tiene claro quienes son los agraciados en esta pedrea privatizadora, sabemos que en muchos casos son conglomerados empresariales donde no faltan los especuladores del capital-riesgo y otras entidades de inversión, sin ninguna relación con el mundo sanitario, cuyo único objetivo es el lucro, el beneficio. Tampoco nadie tiene claro cuales son las verdaderas razones que impulsan a nuestros políticos para llevar a cabo este desmantelamiento. Nos hablan de que mejorará la gestión, si es así tal vez deberíamos comenzar cambiando los actuales gestores, designados por ellos mismos, o exigir responsabilidades a los anteriores gestores, también designados por estos mismos políticos. Se nos habla también de abaratar costes, algo muy difícil de asimilar, en Reino Unido tras privatizar la sanidad es ahora más cara que antes, pero con un 10% menos de intervenciones programadas. En España tenemos el ejemplo del buque insignia del modelo privatizador: el hospital de Alzira, que a los dos años de ser privatizado tenía un déficit de 5 millones de euros, la Generalitat Valenciana anuló la concesión pagando una indemnización de 25 millones (de euros) a la empresa. Para posteriormente volverla a sacar a concurso y adjudicarla nuevamente a la misma empresa, pero pagando ahora 369 euros por habitante, frente a los 225 que pagaba antes, es decir el gasto se encareció en cerca de un 70%, un negocio redondo. Los datos y ejemplos son abrumadores y no pretendo aburrirles, pero les recomiendo dar un repaso a las hemerotecas para que vean la dimensión del engaño del que estamos hablando.
Todo esto nos lleva a cuestionarnos sobre la capacidad o bien sobre las verdaderas intenciones de nuestros políticos. En la cima de la pirámide tenemos a la ministra Ana Mato, una señora que manifiesta no haberse enterado de que en su garaje se aparcaban coches de lujo (propiedad de su entonces marido ahora imputado en la trama Gurtel), así como tampoco se enteraba de quien pagaba la faraónicas fiestas de cumpleaños de sus hijos, entre otres ausencias; la pregunta es: con estas manifiestas carencias, ¿está esta persona en condiciones de enterarse de lo que ocurre en la sanidad española?. Luego tenemos los ejemplos no menos clamorosos de dos consejeros de sanidad de la Comunidad de Madrid. Por un lado tenemos al señor Güemes, esposo de la famosa Andreita Fabra (hija del aeroportuario Carlos Fabra), creadora del mítico “QUE SE JODAN” que con el tiempo se ha convertido en toda una declaración de intenciones para muchos políticos. Güemes fue consejero de sanidad entre 2007 y 2010, periodo durante el cual se privatizaron gran parte de los análisis clínicos de la Comunidad de Madrid, años más tarde nos encontraríamos a este caballero en el consejo de administración de la empresa agraciada con ese contrato, sorpresas te da la vida, que diría Pedro Navajas. Anteriormente a Güemes ocupó la consejería Manuel Lamela, quien privatizó en 2005 los servicios no sanitarios del hospital de Aranjuez por 270 millones de euros, y en la actualidad nos lo encontramos en el consejo de administración de la empresa adjudicataria de aquel contrato. Como les digo, tanta puerta giratoria nos hace dudar de la capacidad y verdaderas intenciones de nuestros dirigentes políticos con el tema de la privatización.
El Presidente del Gobierno Mariano Rajoy, junto al Presidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González, dos de los responsables de la política de privatización de la sanidad pública española. (Haga clic en la imagen para verla ampliada).
Quiero terminar esta crónica manifestando mi total apoyo a estos profesionales, que no olvidemos que no están luchando por defender reivindicaciones gremiales o personales, sino que están luchando por defender la sanidad pública, la de todos nosotros. Pero sobre todo quiero agradecer sinceramente el excelente trato, tanto profesional como personal, que he recibo de todas y cada una de las personas que me han atendido en las dos semanas que estuve ingresado en el Clínico (alguna de ellas sé que ha sido despedida y ya no trabaja allí). Es asombroso comprobar como pese a la enorme presión a las que están sometidas estos trabajadores, ello no repercute en su actividad profesional, la cual desarrollan de manera excelente. Estoy convencido de que no vale cualquiera para trabajar en la sanidad, aparte de formación, hace falta una gran vocación y muchas ganas de servir y ayudar a los demás, algo que no ocurre en la política, donde cualquier tuercebotas partiendo de la nada puede alcanzar las más altas cotas del poder, tenemos innumerables ejemplos de ello, no solo en la actualidad, sino a lo largo de toda nuestra historia. Si muchos de nuestros políticos tuvieran la actitud, dignidad, profesionalidad y las ganas de prestar servicio a los demás (en vez de servirse ellos mismos) que tienen los profesionales de la sanidad, no cabe ninguna duda de que viviríamos en un país mucho mejor, un país tan bueno como la sanidad que ahora quieren privatizar.
Florentino Areneros.
LECTURAS RECOMENDADAS
Si están interesados en profundizar en el conocimiento de lo que fue la Guerra Civil en Madrid les recomendamos acercarse a las páginas de la revista Frente de Madrid editada por la asociación Gefrema (Grupo de Estudios del Frente de Madrid), donde podrán encontrar detallada información sobre diferentes aspectos de aquella contienda: batallas, personajes, restos arqueológicos, cartuchería, literatura, investigaciones y un largo etcétera. (Para ir a la página de la revista haga clic sobre este texto).