miércoles, 2 de febrero de 2011

DIARIO DE UN BECARIO

Fotografía de grupo de los asistentes a la ruta. En primer lugar por la izquierda distinguimos a Moncloveño. (Fotografía Capa)


Estimados lectores de SOL Y MOSCAS, les transcribo una primicia recibida en nuestra redacción que por su indudable valor periodístico estoy seguro será de su interés. Se trata de una narración en primera persona de uno de los asistentes a la tradicional ruta de Las Rozas que Gefrema organiza todos los meses de enero, conocida popularmente como "Memorial Amundsen". Me he tomado la libertad de titularlo:

DIARIO DE UN BECARIO
Estimado Florentino Areneros, le escribo postrado en mi dormitorio con más de 39 de fiebre y lo pies en carne viva, pero con la gran satisfacción de saber que he conseguido superar el fielato, con el orgullo de pensar que ya soy uno de ellos. A continuación le adjunto la página de mi diario correspondiente al pasado domingo, día en el que tuve el honor de asistir a mi primera ruta como socio de Gefrema, por si usted la considera de interés y quiere publicarla.

MADRID 30 de Enero de 20011
8:00 a.m. Suena el despertador. Hoy es el gran día, por fin voy a poder asistir a una ruta de Gefrema. Me levanto como un resorte, voy a la cocina a desayunar, los nervios y la ansiedad me impiden comer, me tomo solamente un café.
8:55 a.m. Tomo la línea Circular del Metro, desierto a esas horas, comparto vagón con un joven desvanecido desparramado sobre dos asientos, que presenta todos los síntoma de haber completado ya varias vueltas completas al anillo durante la noche.
9:35. a.m. Me bajo en la estación de Moncloa, siento como un cosquilleo en la espalda, sin duda debido a la emoción del momento. Me dirijo a la dársena 11 a paso rápido, no quisiera llegar tarde. En la distancia distingo algunos corrillos, sin duda son las bravas huestes gefremeras, la piernas me tiemblan. Me confundo entre los presentes sin atreverme a pronunciar palabra. Algunos me observan, sus miradas me pesan. Puedo distinguir entre los presentes a alguno de los míticos componentes de esta benemérita asociación, entre ellos cámara en mano y con su característica gorrilla el que no puede ser otro más que el legendario Bazán, el lider de los “Once de las Rozas”, sus palabras retumban todavía en mis oidos: “Ya sabemos cada año que la Ruta Gefrema de las Rozas es especial y esta muy relacionada con la climatología, pero tiene la virtud de que define muy bien quien es quien y cada uno en GEFREMA”. ¿Daré la talla?. ¿Podré ser uno de ellos?.
10:00 a.m. Nos subimos al autobús, dejo pasar a todos delante, de pronto un amago de pánico se apodera de mi: desobedeciendo las ordenes del Alto Mando no he traído los cuatro euros sueltos. Con más miedo que vergüenza deposito un billete de 20 euros en la bandeja del conductor, cruzando los dedos para que no me obligue a bajarme por falta de moneda fraccionaria. El conductor, con pinta de estibador de Mercamadrid, al ver el billete exclama : “Vaya por Dios..” (momento de pánico) “por fin uno que paga con billete, no sé que voy a hacer hoy con tanta chatarra” (momento de alivio). El conductor me devuelve, después de un rato rebuscando, 13 monedas de euro y 4 de 50 céntimos, y una colección de monedillas diversas que harían feliz a un numismático de las antípodas, me guardo el cambio sin rechistar.


Instantanea de Roald Amundsen en cuyo honor se celebra todos los meses de enero la tradicional y festiva Ruta de las Rozas, tambien conocida como "Memorial Amundsen" en honor de este legendario explorador.

10:15 a.m. Llevamos varios minutos de viaje, Bazán se dirige a los presentes ante la extrañeza de algunos viajeros ajenos a Gefrema que le miran como si se tratara de un extraterrestre. Ya un poco más tranquilo, pero sin atreverme todavía a dirigirme a nadie, intento poner nombre a alguna de las caras, sin duda ese individuo de poblada cabellera rubia, alto, de espigada figura, con buena planta, de agraciada faz y perfecta sonrisa, no puede ser otro que el legendario Moncloveño. Por dos ocasiones intento incorporarme para pedirle un autógrafo, pero la timidez y el respeto me vencen.
10:25 a.m. Nos bajamos del autobús. En la parada se encuentra un numeroso grupo de gente, se intercambian saludos entre todos. El maestro Bazán posa su par de alforjas en el suelo y comienza a repartir unos ciclópeos cuadernos a los asistentes. En vista de que nadie se dirige a mi, me decido a sacar el justificante del ingreso de pago de Caja Madrid y con la mano alzada sujetando el papel, me dirijo a Bazán, el cual me observa de arriba abajo, y me entrega el ansiado tomo de documentación y tras ello pronuncia unas incompresibles y enigmáticas palabras para mí: “Como no viniste a la anterior ruta, no tienes calendario”. Tras un breve momento de perplejidad, una tremenda emoción se apodera de mi persona, el maestro Bazán se ha dirigido a mi personalmente y me ha entregado un impresionante volumen encuadernado de documentación, el cual guardaré como una reliquia toda mi vida. Ahora entiendo a mi abuelita, que tantas veces me ha contado el momento de aquel viaje a Roma con el Inserso, en que el Papa Juan Pablo II les entregó aquella Biblia, y en el que ella sintió una emoción casi mística. Perdóname abuelita por reírme, ahora te comprendo y conozco lo que se siente. Por cierto hace un frío tremendo y cae aguanieve, tal vez haya traído poca ropa.
10:35 a.m. Bazán lanza una encendida arenga a los presentes invocando el Espíritu de los Once de Las Rozas. Comenzamos a andar. Que emoción, mi primera ruta, por fin podré decir a mis amigos que he estado en una ruta de Gefrema. Sigue lloviendo insistentemente, o mejor dicho nevando, no me he traído paraguas, pero da igual, tengo una cazadora Comandante Mandioca autentica por la que me levantaron 70 euros, que vale para cualquier tipo de aventura, además estreno una botas de treking de Heptatlon aptas para todo tipo de terreno y condiciones atmosféricas, que me compré en las rebajas por 39,95 cuando marcaban 80, un caprichito vamos. Sigue nevando
10:55 a.m. Comenzamos a andar por el campo, hace mucho frío y sigue nevando, el terreno es resbaladizo y pegajoso, trato de no manchar las botas nuevas, pero me cuesta seguir el ritmo de esta gente, lo cual me preocupa porque hay una niebla muy espesa y no tengo ni idea de donde estoy ya, si me pierdo es posible que no me encuentren nunca.
11:05 a.m. Ya me da igual mancharme las botas nuevas de barro, para eso están, que leches. Sigo a duras penas la marcha, pero no me atrevo a decir que me esperen, me da cierta vergüenza. Al fondo se divisa un montículo en lo alto de un cerro, hay alguien allí esperando. Nos dirigimos hacia ese lugar, parece que esta gente no sabe andar despacio aunque sea cuesta arriba. Consigo llegar a duras penas, tratando de disimular el jadeo, tengo que demostrar que puedo ser uno de ellos, aunque cada vez me cuesta más andar, mis botas empiezan a transfigurarse en dos pelotas de arcilla, además siento como pinchazos en diferentes partes del pie, talones, laterales, etc,..


El popular y admirado fotógrafo Capa fotografiado durante la ruta con su versatil cámara sumergible. (Foto Moncloveño)