martes, 14 de mayo de 2013

SAN ISIDRO: JULIO DE 1936 (I)


Tras el golpe militar de julio de 1936 que desencadenaría la Guerra Civil, numerosas iglesias y edificios religiosos serían atacados por grupos de incontrolados. Algunos sería incendiados y destruidos, como fue el caso de la Catedral de San Isidro en la calle Toledo que vemos en esta imagen tomada el día 19 o 20 de julio de 1936. Fotografía: portal Pares del Ministerio de Cultura. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).

SAN ISIDRO: JULIO DE 1936 (I)

Por Inés Tremis y Florentino Areneros

El domingo 19 de julio de 1936 el caos se apoderaba de Madrid. La ciudad es un hervidero de gente y la confusión es absoluta. Las noticias y los rumores se entremezclan y transforman constantemente, generando en ocasiones combinaciones explosivas. Son muy pocos, por no decir ninguno, quienes saben lo que realmente está sucediendo, nadie controla la situación. Lo único claro es que ha habido un golpe militar que ha tenido éxito en algunas zonas de España, en Madrid varios cuarteles con sus dotaciones se han unido a los golpistas, desde el norte fuerzas al mando del general Mola se dirigen hacia la capital. El gobierno (sería más acertado decir los gobiernos ya que se han sucedido varios en pocas horas) desbordado por los acontecimientos se ve incapaz de controlar la situación con los pocos medios de que dispone y decide finalmente repartir armas entre la población. Muchos civiles se preparan para la lucha y comienzan a organizarse. Las fuerzas del orden y militares que permanecen leales al gobierno son destinados en su mayoría a neutralizar y enfrentarse a los sublevados, mientras que grupos de civiles armados toman el control de las calles. En medio de tanta confusión, muchos comienzan a aplicar su “justicia”. La tensión, el odio y la rabia, acumulados durante tanto tiempo se desbordan, noticias y rumores que llegan de todos los lados avivan todavía más estos sentimientos. La Iglesia, a la que muchos sitúan al lado de los golpistas, será uno de los principales objetivos de estos grupos de incontrolados. Muchos templos y edificios propiedad de la Iglesia serán destruidos en ese día, entre ellos la catedral de San Isidro en la calle Toledo que será devorada por las llamas. Reconstruido tras la guerra, en el templo todavía podemos contemplar algunas curiosidades relacionadas con aquellos días que recordaremos en esta crónica, como la presencia de un escudo de la familia real británica que preside una de las capillas, o la milagrosa aparición del cuerpo incorrupto del Santo que no fue afectado por las llamas.

La Iglesia española no gozaba de muchas simpatías en amplios sectores sociales. Acusada de apoyar y promover la sublevación militar de 1936, tanto la institución como sus miembros serían perseguidos tras producirse el golpe. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).

Durante el Siglo XIX van a ser muchas las voces que señalen a la Iglesia española como uno de los estamentos responsables del inmovilismo y atraso secular que sufre España. Desde el regreso de Fernando VII hasta final del siglo, la Iglesia ejerce un gran protagonismo en los ámbitos político, económico y social. Durante este periodo muchos políticos, pensadores, artistas, etc... van a acusar al estamento eclesiástico de apoyar, cuando no dirigir desde la sombra, a las opciones políticas más conservadoras, oponiéndose a la vez a todo lo que pueda suponer cualquier cambio o evolución. Este posicionamiento al lado de una oligarquía en el poder, ajena a los cambios que se están produciendo en el resto de Europa, va a granjear a la Iglesia la animadversión de gran parte de la sociedad española, incluyendo a las clases más pobres y desfavorecidas, que ven como la Iglesia apuntala un sistema que les condena a la pobreza.

En esta situación tanto la Iglesia como los sacerdotes van a ser objetivo de las iras populares en diferentes momentos a lo largo del siglo. En una crónica de Sol y Moscas titulada “la matanza de frailes” ya narramos un trágico episodio ocurrido también en el mes de julio, concretamente el día 17 pero de 1834, y casualmente también en la catedral de San Isidro, donde varios frailes serían asesinados tras ser asaltado el templo por una enfurecida riada humana (haga clic sobre este texto para ir a la crónica).

Prácticamente un siglo antes, en julio de 1834, la iglesia de San Isidro también sería atacada violentamente por grupos de incontrolados que asesinarían a varios curas. Tras declararse una epidemia de cólera en la ciudad, los frailes serían acusados de haber envenenado las aguas, episodio que ya tratamos en una crónica de Sol Y Moscas (haga clic sobre este texto para ir a la crónica). (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).

En el Siglo XX la situación permanece prácticamente igual, y la Iglesia continúa ejerciendo una enorme influencia a todos los niveles. Los nuevos movimientos sociales y los diferentes grupos que piden una regeneración del país, siguen señalando a la Iglesia como un estamento opuesto a los cambios que persiguen, la brecha entre ellos y el estamento religioso sigue creciendo. Así, a pocos días de proclamarse la II República en mayo de 1931, una serie de disturbios en Madrid desembocan en el incendio de varios edificios religiosos, episodio al que dedicamos una crónica de título “la quema de conventos” (haga clic sobre este texto para ir a la crónica). Desde ese momento la hostilidad hacia Iglesia por parte de diferentes colectivos será una constante hasta el golpe militar de julio de 1936 que provocaría la Guerra Civil. A partir de ese momento se va a desencadenar una violenta persecución religiosa. Muchos templos y edificios religiosos serían destruidos durante la contienda, incluyendo en la mayoría de los casos el rico patrimonio cultural y artístico que en ellos se atesoraba, pero sin ninguna duda la principal e injustificable pérdida fue la muerte violenta de miles de religiosos, un eslabón más en la cadena de brutalidades que se sucedieron en ambas retaguardias durante toda la guerra, que tendrían continuidad una vez finalizada la contienda con la no menos injustificable muerte de miles de personas del bando derrotado. Una trágica enseñanza, que después de tanto tiempo transcurrido debería invitar a una serena reflexión.

Haga clic en la imagen para ir a la página de Madrid en Guerra.

Pero volvamos al 19 de Julio de 1936. Como comentábamos en la introducción de esta crónica la situación era caótica en las calles de la ciudad de Madrid, grupos de incontrolados comenzaban a hacerse dueños de las calles. Seguramente una de los mejores libros escritos sobre la Guerra Civil sea “La Llama” de Arturo Barea, tercera parte de la trilogía publicada bajo el título “La forja de un rebelde”. En esta obra indispensable, Barea nos relata sus propias vivencias durante aquellos momentos, un testimonio en primera persona de indudable interés. Veamos algo de lo que nos relata Barea sobre lo sucedido aquel domingo de julio.


En la fotografía superior vemos la calle Toledo esquina a la de Tintoreros (continuación de la calle Segovia) en la tarde del 19 o el 20 de julio de 1936. Distinguimos la zapatería “Calzados Lobo”, fundada en 1897, todavía se mantiene en el mismo lugar. En la imagen inferior vemos la misma esquina en la actualidad. Fotografía: portal Pares del Ministerio de Cultura y Foto JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).

viernes, 3 de mayo de 2013

LA PINTADA

En 1946 un grupo de estudiantes realizan unas pintadas en la Complutense, para borrarlas alguien decide picar la piedra donde se realizaron, inmortalizando de esa forma el texto. La pintada, ya en relieve, sobreviviría al franquismo, hasta que en 2006, tras darse a conocer su existencia en los medios de comunicación, alguien decidio que había llegado la hora de eliminar aquel vestigio de la lucha antifranquista en la universidad. En la imagen vemos a Pablo Pintado en diciembre de 2005 junto a la pintada que el mismo realizó. (Clic sobre la imagen para verla ampliada).


LA PINTADA QUE FRANCO NO PUDO BORRAR

En 1946 un pequeño grupo de estudiantes de la Universidad Complutense, liderados por Carmelo Soria Espinosa (quien con el paso de los años sería asesinado en Chile por la agentes de Pinochet), se unen para reorganizar la Federación Universitaria Escolar (F.U.E.), la organización estudiantil progresista más importante e influyente en el periodo anterior a la guerra. Su entusiasmo es notable, pese al gran peligro que corren. Son tiempos en los que la maquinaria represora franquista actúa sin piedad y cualquier oposición al régimen es castigada con gran dureza.

En los primeros meses de 1947 aparecen en diferentes lugares del campus pintadas con textos del tipo: “Abajo el fascismo”, “Libertad” o “viva la universidad libre”. Las pintadas tienen una particularidad, son visibles durante el día pero desaparecen por la noche. Las autoridades franquistas se encuentran desorientadas, los equipos de limpieza no consiguen hacerlas desaparecer de manera definitiva, y en su desesperación optan por picar la piedra donde han sido realizadas alguna de ellas. Con este método se consigue hacer desaparecer la pintada, pero tiene un serio inconveniente: el texto queda cincelado sobre el granito para la posteridad. Esta chapuza, digna de Pepe Gotera y Otilio, haría que las pintadas sobrevivieran largamente al franquismo, permaneciendo en este mismo lugar como poco hasta comienzos del año 2006. Sería entonces, ya con un sistema democrático consolidado y con el franquismo supuestamente en el olvido, cuando alguien de manera incomprensible se encargó de eliminar con verdadera saña estos símbolos de la lucha antifranquista para siempre.


Una imagen de la pared donde se encontraba la pintada en la actualidad. Las piedras son las mismas, pero se han pulido a conciencia hasta eliminar los relieves donde se adivinaba la pintada. (Clic sobre la imagen para verla ampliada).

El autor de aquella pintada realizada con brocha gorda, fue un estudiante de nombre Pablo Pintado y Riba, que cursaba estudios de arquitectura en la universidad. Pablo Pintado era hijo de dos maestros vinculados a la Institución Libre de Enseñanza, su padre, que pertenecía a la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, había sido fusilado al finalizar la guerra, y a su madre se le impidió ejercer su profesión docente. Pintado sería ayudado por dos compañeras, la estudiante de Ciencias Químicas Mercedes Vega, y por Albina Pérez, que cursaba estudios de Letras. Sería Mercedes Vega la que encontró la fórmula para aquella pintura “mágica”, compuesta de nitrato de Plata, una sustancia fotosensible que se oscurece al recibir la luz solar. De esta forma, durante el día, los textos eran visibles, desapareciendo al caer la noche. La persistencia de aquellas pintadas y la incapacidad de las autoridades para hacerlas desaparecer sería motivo de bromas y burlas entre los estudiantes.

Aquella osadía y atrevimiento no podían quedar impunes y rápidamente se puso en marcha la poderosa maquinaría policial del régimen. De la investigación se encarga la temida Brigada Especial del Juzgado para la Represión de la Masonería y el Comunismo, al mando del coronel Enrique Eymar Fernández, un siniestro personaje cuya trayectoria merecería por si misma una crónica propia. Para no dejarles con la incógnita sobre la personalidad de este siniestro militar, recogemos aquí la breve reseña que pueden encontrar en la página de la Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores (SBHAC), una excelente página web, imprescindible y recomendable para todas aquellas personas interesadas en la Guerra Civil (haga clic aquí para ir a la página): «Fue comandante del ejército republicano (en realidad se le clasificó como leal geográfico), pasó toda la guerra en el Museo del Ejército como subdirector, pero además, por su condición de mutilado de la guerra de África, presidió la Asociación de Mutilados de Guerra de la República. Con la entrada de Franco en Madrid, y por motivos desconocidos para nosotros reingresó en el ejército franquista, donde fue nombrado juez de prisioneros. Tiempo después es nombrado juez instructor militar y lo fue hasta la creación del TOP, en marzo de 1964. Le está documentado la vejación de jóvenes encausadas, el chantaje a viudas en la misma categoría. Y la más despiadada de las inquinas contra todo lo que sonara a antifranquista. Fue además el responsable del proceso a Grimau, toda una joya de la impostura jurídico-militar franquista, pues como se sabe, el vocal-ponente militar capitán auditor Manuel Fernández Martín no era abogado, lo que era preceptivo en un consejo de guerra sumarísimo, (aquél tipo había engañado al propio ejército franquista, no solo como abogado, también ejerció como alférez médico sin tener título). Eymar actúo en aproximadamente 4000 causas de las que más de 1000 fueron condenas a muerte. Parece que le daban las causas que nadie quería, pues sabían que Eymar no se iba a arrugar.»

El coronel Enrique Eymar juez militar del ejército franquista, era conocido por su dureza tanto con los acusados como con los familiares de estos. Sería el encargado de juzgar a los universitarios que realizaron las pintadas. FOTO cortesía de la Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores (SBHAC). (Clic sobre la imagen para verla ampliada).