miércoles, 9 de enero de 2013

NOS FUSILARON MAL

El humorista Miguel Gila sería fusilado en diciembre de 1938 tras haber sido hecho prisionero por un destacamento de tropas moras del ejército del general Franco. Milagrosamente conseguiría sobrevivir. (Haga clic sobre cualquiera de las imágenes de esta crónica para verlas ampliadas).

NOS FUSILARON MAL

Por Florentino Areneros.

Durante la Guerra Civil, y una vez finalizada esta, serían decenas de miles las personas que acabarían sus días frente a un pelotón de fusilamiento. La irracionalidad desatada tras el golpe militar de julio de 1936 se cobraría un elevado tributo de sangre en ambos lados, en la gran mayoría de los casos las víctimas serían personas anónimas, cuyo único delito era pensar de manera diferente, o simplemente ser acusados de ello por sus verdugos. Las cifras exactas de aquella tremenda tragedia no se conocerán nunca, y mucho menos los nombres de todos ellos, no olvidemos que pese al tiempo pasado, incomprensiblemente todavía quedan decenas de miles de personas enterradas en cunetas y en fosas comunes, algo muy difícil de justificar y que, pese a que son muchos los que prefieren mirar para otro lado, debería invitar a una reflexión colectiva. Sin embargo, pese a la dimensión de aquella tragedia, hubo casos excepcionales donde de manera casi milagrosa algunos de los condenados lograron salvar sus vidas tras ser fusilados. Hoy les traemos a estas páginas de Sol y Moscas la apasionante historia de dos de aquellas personas que tuvieron la fortuna de poder contarlo, una es el genial humorista Miguel Gila, y la otra responde al nombre de José Lorente Guerrero, un miliciano capturado en la sierra madrileña en los primeros días de la guerra.

MIGUEL GILA

Miguel Gila nació en el barrio madrileño de Chamberí en 1919, su juventud quizá no fuera muy diferente a la de tantos otros jóvenes de la época. Abandonó los estudios para ponerse a trabajar de aprendiz en un taller mecánico cuando solo contaba 13 años, y con el tiempo se convertiría en un mecánico especializado. Sería en los talleres y en las fábricas donde Miguel Gila adquiriría conciencia de clase y forjaría su compromiso ideológico. Miguel Gila estaba afiliado a las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas) y al producirse el golpe militar de julio al igual que muchos jóvenes madrileños se alistaría en el Quinto Regimiento, aunque tuvo que mentir con su edad ya que en aquel momento solamente tenía diecisiete años. Tras un corto periodo de instrucción Gila pasaría a formar parte del “Regimiento Pasionaria” y pasaría por diferentes frentes: Sigüenza, Navalcarnero, Talavera, Buitrago, Aravaca, Cuesta de las Perdices, Guadalajara, El Pardo... Así una larga lista de lugares por toda España y de intensas vivencias hasta llegar al mes de diciembre de 1938 en el frente de Extremadura, donde Miguel Gila sería capturado y “fusilado”. De toda su intensa trayectoria durante la guerra Gila nos dejó testimonio en su libro biográfico “Entonces nací yo”, un libro lleno de matices, irónico y humorístico a veces, y otras, de una intensidad y un dramatismo que ponen en el lector un nudo en la garganta. Nadie mejor que el propio Miguel Gila para narrarnos en primera persona como fue aquel episodio en el que acabaría siendo “fusilado”. A continuación reproducimos algunos párrafos del libro “Entonces nací yo” donde se recogen aquellos trágicos momentos.

Nacido en Madrid y de profesión mecánico, Miguel Gila se alistaría voluntario en las filas del ejército republicano al poco de producirse el golpe militar de julio de 1936. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).

FRENTE DE EXTREMADURA, DICIEMBRE DE 1938

«Las informaciones no eran muy claras, pero precisamente por ello, nuestra lucha en Extremadura era también confusa y desordenada. La lluvia y el barro obstaculizaban cualquier estrategia que organizara los combates. Acosados por la artillería y sin armamento que nos diera fuerza para resistir, iniciamos una retirada hacia Pozoblanco donde habíamos tenido nuestro cuartel general. No teníamos munición para los cañones antiaéreos. Los camiones pinchaban y no nos quedaban ruedas de recambio, por lo que se hacía necesario llevarlos cargados y con el único recurso de sustituir las ruedas pinchadas con las ruedas gemelas. Los camiones, con tan sólo dos ruedas traseras, eran incapaces de soportar todo el peso.