El monumental edificio de La Telefónica en la Gran Vía madrileña en una foto de los años treinta.(Clic en cualquier imagen para ampliar)
LA APOTEOSIS
Al bajar por la escalinata del Círculo de Bellas Artes, todavía absorto en el recuerdo de la apoteósica faena que acababa de contemplar, las ideas se amontonaban en mi cabeza. El edificio en sí, su monumental escalera, sus esculturas y esa música de piano que parecía no salir de ningún sitio, me hicieron comprender lo que el arquitecto Antonio Palacios debió sentir al diseñar este monumento: construir un templo sagrado donde albergar las Bellas Artes para que pudieran ser reverenciadas por los mortales. También me vino a la cabeza un libro de un escritor británico atormentado por el opio de nombre Thomas de Quincey, que publicó allá por el primer tercio del Siglo XIX con el título de “Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes”. Y yo me pregunto amigos lectores: ¿y por qué la guerracivilmaquia no puede considerarse también como una de la Bellas Artes?. Según de Quincey: “se empieza por un asesinato, se sigue por el robo y se acaba bebiendo excesivamente y faltando a la buena educación”, con la guerracivilmaquia puede pasar algo parecido, se empieza por asistir a una conferencia, se continua entrando a algún foro o blog, y al final se acaba por comprar un libro, ¿existe mayor perversión posible aunque sea para regalar?. Así es queridos lectores, después de lo visto ayer, yo elevaría una petición a las autoridades u organismos competentes para que la guerracivilmaquia sea declarada como una de las Bellas Artes, y a poder ser, con carácter retroactivo.
Antes de narrarles las memorables faenas de esta incomparable terna de artistas, me detendré en tratar de referirles como fueron los momentos previos al festejo y el ambiente que se vivía en los tendidos. Desde horas antes del comienzo del paseillo una incontenible muchedumbre burbujeaba alrededor de las taquillas del coso, donde los reventas pudieron hacer su agosto. Ante la avalancha de publico las puertas del monumental coso se abrieron con inusitada antelación, y en breves momentos se podían contemplar los tendidos ya completamente abarrotados, en la plaza no cabía un alfiler, y muchos de los aficionados que no habían conseguido una localidad de asiento se colocaban buenamente donde mejor podían, ante la desesperación de acomodadores y alguacilillos que trataban de mantener diáfanos los pasillos.
El Círculo de Bellas Artes donde tuvo lugar el apoteósico festejo con el que Gefrema cerro sus actividades en 2011, el año del 75 aniversario.
El éxito de la convocatoria era incontestable, no cabía la menor duda del acierto de Gefrema al elegir este monumental e incomparable coso, así como al componer el cartel con tres indiscutibles figuras y seleccionar para la lidia a esta atrayente ganadería, con estos mimbres no era difícil tejer un gran cesto con el que cerrar de manera apoteósica este año de 2011 que se acaba, el año del 75 aniversario. Pero permítanme que antes de ir a la crónica propiamente dicha les hable brevemente de la figura de un socio de Gefrema que tiene mucha responsabilidad en este clamoroso éxito. Se trata de una persona de una modestia infinita, benemérita abnegación y enorme capacidad de sacrificio y entrega, un hombre que trabaja en la sombra, al cual le produce una singular alergia el hecho de salir en los papeles, al contrario de otros muchos dispuestos incluso a pagar (o dar tormento a los periodidstas con la ya conocida retranca de “sácame, pon algo de mi,…” a la que ya estamos acostumbrados) por recibir una buena crítica o ver ensalzada su obra. Una vez finalizado el festejo me dirigí a el para felicitarle por su labor y comunicarle que “tamaña hazaña habría de ser conocida por el entero mundo”, a lo que él, en su infinita modestia me pidió, casi me suplicó, que por favor no mencionara su nombre, en su humildad sostenía que el éxito se debía a la labor de todos y cada uno de los socios de Gefrema, de los que él era solamente uno más. Sin embargo para los que como yo todavía creemos en la Justicia, es de ley citar a esta persona, aunque no me vuelva a hablar en la vida por ello, me refiero al benemérito, abnegado Carlos Díaz Hernando “Secretario”, cuya labor y gestiones han sido fundamentales para el éxito de esta singular empresa. Desde aquí nuestro perpetuo y sincero agradecimiento.
LA APOTEOSIS
Al bajar por la escalinata del Círculo de Bellas Artes, todavía absorto en el recuerdo de la apoteósica faena que acababa de contemplar, las ideas se amontonaban en mi cabeza. El edificio en sí, su monumental escalera, sus esculturas y esa música de piano que parecía no salir de ningún sitio, me hicieron comprender lo que el arquitecto Antonio Palacios debió sentir al diseñar este monumento: construir un templo sagrado donde albergar las Bellas Artes para que pudieran ser reverenciadas por los mortales. También me vino a la cabeza un libro de un escritor británico atormentado por el opio de nombre Thomas de Quincey, que publicó allá por el primer tercio del Siglo XIX con el título de “Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes”. Y yo me pregunto amigos lectores: ¿y por qué la guerracivilmaquia no puede considerarse también como una de la Bellas Artes?. Según de Quincey: “se empieza por un asesinato, se sigue por el robo y se acaba bebiendo excesivamente y faltando a la buena educación”, con la guerracivilmaquia puede pasar algo parecido, se empieza por asistir a una conferencia, se continua entrando a algún foro o blog, y al final se acaba por comprar un libro, ¿existe mayor perversión posible aunque sea para regalar?. Así es queridos lectores, después de lo visto ayer, yo elevaría una petición a las autoridades u organismos competentes para que la guerracivilmaquia sea declarada como una de las Bellas Artes, y a poder ser, con carácter retroactivo.
Antes de narrarles las memorables faenas de esta incomparable terna de artistas, me detendré en tratar de referirles como fueron los momentos previos al festejo y el ambiente que se vivía en los tendidos. Desde horas antes del comienzo del paseillo una incontenible muchedumbre burbujeaba alrededor de las taquillas del coso, donde los reventas pudieron hacer su agosto. Ante la avalancha de publico las puertas del monumental coso se abrieron con inusitada antelación, y en breves momentos se podían contemplar los tendidos ya completamente abarrotados, en la plaza no cabía un alfiler, y muchos de los aficionados que no habían conseguido una localidad de asiento se colocaban buenamente donde mejor podían, ante la desesperación de acomodadores y alguacilillos que trataban de mantener diáfanos los pasillos.
El Círculo de Bellas Artes donde tuvo lugar el apoteósico festejo con el que Gefrema cerro sus actividades en 2011, el año del 75 aniversario.
El éxito de la convocatoria era incontestable, no cabía la menor duda del acierto de Gefrema al elegir este monumental e incomparable coso, así como al componer el cartel con tres indiscutibles figuras y seleccionar para la lidia a esta atrayente ganadería, con estos mimbres no era difícil tejer un gran cesto con el que cerrar de manera apoteósica este año de 2011 que se acaba, el año del 75 aniversario. Pero permítanme que antes de ir a la crónica propiamente dicha les hable brevemente de la figura de un socio de Gefrema que tiene mucha responsabilidad en este clamoroso éxito. Se trata de una persona de una modestia infinita, benemérita abnegación y enorme capacidad de sacrificio y entrega, un hombre que trabaja en la sombra, al cual le produce una singular alergia el hecho de salir en los papeles, al contrario de otros muchos dispuestos incluso a pagar (o dar tormento a los periodidstas con la ya conocida retranca de “sácame, pon algo de mi,…” a la que ya estamos acostumbrados) por recibir una buena crítica o ver ensalzada su obra. Una vez finalizado el festejo me dirigí a el para felicitarle por su labor y comunicarle que “tamaña hazaña habría de ser conocida por el entero mundo”, a lo que él, en su infinita modestia me pidió, casi me suplicó, que por favor no mencionara su nombre, en su humildad sostenía que el éxito se debía a la labor de todos y cada uno de los socios de Gefrema, de los que él era solamente uno más. Sin embargo para los que como yo todavía creemos en la Justicia, es de ley citar a esta persona, aunque no me vuelva a hablar en la vida por ello, me refiero al benemérito, abnegado Carlos Díaz Hernando “Secretario”, cuya labor y gestiones han sido fundamentales para el éxito de esta singular empresa. Desde aquí nuestro perpetuo y sincero agradecimiento.