domingo, 26 de junio de 2011

SAN FERMIN 1936


Cartel De las fiestas de San Fermin de 1936, que comenzarían el 6 de Julio y finalizarían el 18 de ese mismo mes coincidiendo con el inicio de la sublevación. (Haga clic en cualquiera de las imágenes de esta crónica para verlas ampliadas en otra pestaña).

SAN FERMIN 1936

Las Fiestas y Ferias de San Fermín de 1936 comenzarían el 6 de Julio y finalizarían el 18 de ese mismo mes, cuando ya se había producido la sublevación que desembocaría en la guerra civil, hace ahora 75 años de aquello. Como todos los años se respiraba un ambiente festivo que no hacía presagiar lo que habría de ocurrir días más tarde.

“El trayecto que tienen que recorrer los cornúpetos, desde el corralillo del Portal de Rochapea hasta la Plaza de Toros, es de un kilómetro aproximadamente. Salen, pues, del corralillo, suben por la empinada calle de Carnicerías y desembocan en la Plaza del Ayuntamiento; entran seguidamente en la calle de Mercaderes, y ya casi al final de esta, toman la recta de la Estafeta (donde esperan a los toros la mayor parte de los corredores), y a continuación cruzan el trozo desde Espoz y Mina a la plaza” . Este párrafo de Juan de Echavacoiz publicado en Mundo Gráfico el 8 de Julio de 1936 describe el recorrido que año tras año se sigue en cada uno de los encierros de estas populares fiestas. Trayecto que fue recorrido por los toros de Clemente Tasara en la primera corrida de la feria de ese año, toreada por Domingo Ortega, Niño de la Palma y Rafael Vega. En el último encierro se correrían ocho toros de Antonio Pérez Tabernero, que lidiarían esa tarde El Estudiante, Curro Caro, Rafaelillo y Pericás.

Entrada de los toros en la plaza en el primer encierro de las fiestas de 1936. (fotografía de Mundo Gráfico publicada el 8 de Julio de 1936).

Aunque todo parecía discurrir con normalidad en la capital en los primeros días de celebración de los sanfermines, la realidad era muy otra. Desde hacia unos meses la capital navarra se había convertido en el centro de la conspiración que se estaba tramando para acabar con el Gobierno de la República, dado que uno de sus principales impulsores, el general Emilio Mola Vidal, el cual se hacía llamar a si mismo con el seudónimo de “El Director”, era el Gobernador Militar de la provincia, y desde su puesto llevaba tiempo moviendo los hilos necesarios para conseguir sus objetivos.

Desde su nacimiento, la República había contado con enemigos dispuestos a acabar con el nuevo régimen por cualquier medio. La llegada al poder tras las elecciones de Febrero 1936 de los partidos del Frente Popular supuso un cambio en la situación política que no sería aceptada por diferentes estamentos, lo que haría que la intensidad de los esfuerzos conspiratorios aumentara por parte de los mismos. Por su parte, el nuevo Gobierno no era ajeno a la posibilidad de una insurrección y una de sus primeras medidas tras constituirse fue la de apartar de los cargos de mayor responsabilidad a los militares de actitud más dudosa, entre ellos el General Mola que mandaba el Ejército de África, que sería retirado de su puesto el 28 de Febrero, a los pocos día de celebrarse las elecciones.

El general Emilio Mola Vidal, conocido con el seudónimo de “El Director”, coordinaría desde su puesto de Gobernador Militar de Navarra todos los preparativos que desembocarían en el golpe del 18 de julio de 1936.

Mola regresaría a Madrid, donde celebraría varias reuniones con diferentes personas favorables a una acción de fuerza, entre ellas destaca la celebrada el día 8 de marzo en casa del diputado de la CEDA José Delgado Hernández de Tejada, en la que participarían junto a Mola los también militares Franco, Villegas, Orgaz, Fanjul, Saliquet y Kindelán entre otros, según recoge Ricardo de la Cierva en su obra “Franco”. En la reunión se acordó realizar un levantamiento militar en el caso de que la unidad nacional se viera amenazada o el orden público sufriera gran deterioro.


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Por su parte Franco había sido cesado de su puesto de jefe del Estado Mayor Central y se le había destinado a la Comandancia General de Canarias, en un intento de alejarlo de zonas de influencia. Pocos días después de celebrase la reunión, Mola llegaría a su nuevo destino en Pamplona desde donde comenzaría a poner en marcha la conspiración. Desde su puesto de gobernador militar Mola establecería contactos con las fuerzas políticas contrarias a la Republica de la provincia, donde destacaban los carlistas liderados por Fal Conde, también recibiría la visita de alguno de los personajes que serían claves en la sublevación, como Queipo de Llano que visitaría Pamplona en Abril, y establecería una fluida relación en la distancia con otros conspiradores, entre ellos el general Sanjurjo que residía en Lisboa tras el golpe que promovió en 1932. Sanjurjo desarrollaba así mismo una intensa actividad, colocándose a la cabeza del movimiento conspirativo, aunque delegó las tareas de organización dentro de España en el propio Mola, el cual desde su llegada había comenzado a redactar una serie de instrucciones reservadas de cómo se debería actuar una vez iniciada la sublevación, lo que se conocerían como “directrices”. En la instrucción reservada Nº1 en uno de sus párrafos se especifica: “Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado”.

Fotografía tomada en una terraza de Pamplona en la primavera de 1936 en la que podemos contemplar a diversos ,militares que participarían tanto en la preparación como en la ejecución del golpe. De izquierda a derecha: comandante Fernández Cordón (con sombrero), general Mola, Ramón Mola y los capitanes María y Vizcaíno.

Ya en el mes de junio se intensifican la actividad, y así Mola se entrevista en varias ocasiones con los carlistas, un importante apoyo para sus fines sobre todo en Navarra, con los que surgen serias discrepancias ya que Mola propugna una dictadura republicana presidida por un directorio militar que daría paso a un parlamento constituyente elegido por sufragio universal, así como la separación de la Iglesia y el Estado, y mantener la bandera tricolor. Mientras que por su parte los carlistas abogaban por un estado confesional, sin partidos políticos y exigían recuperar la bandera bicolor. Ya ven amigos lectores, partiendo de estas premisas de Mola y viendo como acabó la guerra, comprueben las vueltas que habría de dar la historia.

En la imagen podemos ver a Manuel Fal Conde arengando a las tropas. Este líder carlista sería el interlocutor principal de los tradicionalistas en las negociaciones que mantuvieron con el general Mola para sumarse a la sublevación dirigida por este último.

A finales de Junio llegarían a la capital Navarra dos enviado de Gil Robles, uno de ellos era Francisco Herrera Oria y el otro Carlos Salamanca, que le hicieron entrega al secretario de Mola de un maletín con medio millón de pesetas que debería de ser utilizado para los gastos de la conspiración. Mola decidió ingresar este dinero en un banco. El propio Gil Robles, acompañado también por Herrera Oria y Luca de Tena, cruzarían la frontera francesa el 5 de julio (un día antes del comienzo de los Sanfermines) para entrevistarse con los lideres carlistas, aunque sin conseguir llegar a un acuerdo entre ambas partes. El 10 de Julio Calvo Sotelo hacia llegar a Mola por un emisario, Raimundo García, su adhesión personal y la de su partido, Renovación Española, a la sublevación que se estaba preparando.

Los generales Franco y Mola en una foto de los primeros meses de la guerra. La muerte accidental del general Sanjurjo nada más iniciarse la guerra, y los éxitos militares de Franco al frente del Ejercito de África, relegarían a Mola a un segundo plano.

Los contactos y las discrepancias con los tradicionalistas continuarían en los días sucesivos, mientras se celebraban las fiestas, en un tenso tira y afloja a tres bandas en donde también intervenía el general Sanjurjo desde Lisboa, y no se desbloquearían hasta que Calvo Sotelo fue asesinado en Madrid. Finalmente se alcanzaría un compromiso entre las partes, la solución implicaba que Mola transmitiera una carta a Sanjurjo donde se reflejarían las exigencias de los carlistas, sin que Mola hiciera ninguna concesión concreta, pero dejando al criterio de Sanjurjo su posterior aceptación. De esta forma Mola salía de su delicada posición y los carlistas a su vez maquillaban un poco las negociaciones, de forma que no habían renunciado a sus peticiones, pero tampoco habían conseguido ninguna concesión concreta por parte de Mola a cambio de sumarse a la sublevación.

El general Domingo Batet, militar de gran prestigio en el estamento, se entrevistaría pocos días antes del golpe con Mola en Estella, dándole este último su palabra de honor de que “no estaba comprometido en ninguna aventura” . Batet sería fusilado en Burgos al año siguiente.

El 16 de Julio Emilio Mola se entrevistará en el Monasterio de Irache, Estella, con el general Domingo Batet, jefe de la VI División Orgánica de Burgos, un general contrario al golpe y defensor de la legalidad republicana, que había conseguido la Laureada de San Fernando por sofocar la sublevación de 1934 en Cataluña. Batet le hizo saber a Mola de que el Gobierno estaba al tanto de que se estaba preparando una sublevación y que Mola se encontraba a la cabeza de la misma. Este le negó la existencia de ningún tipo de movimiento conspirativo, así como el hecho de que se encontrara al frente del mismo. Batet solamente consiguió que Emilio Mola le diera su palabra de honor de que no estaba “comprometido en ninguna aventura”. (Domingo Batet, un general de sólida reputación en el estamento militar, sería fusilado en Burgos en 1937 por orden del general Franco, pese a las peticiones de clemencia de destacados militares del bando franquista como Queipo de Llano o Cabanellas). Un día antes de esta entrevista, Mola había enviado a su familia Biarritz.

Fotografía de soldados formados en la Plaza del Castillo de Pamplona. Un elevado número de jóvenes navarros se alistarían voluntarios en el Ejército de Franco, formando algunas de las mejores unidades del mismo.

Todo estaba ya preparado, aunque existían muchas dudas sobre el éxito de la operación, principalmente en algunas plazas tan importantes como Madrid o Barcelona. Mola contaba con el apoyo de una gran parte del Ejército, así como de las principales fuerzas políticas conservadoras como la CEDA o Renovación Española, además de los carlistas y de Falange Española, partidos estos dos últimos que a la larga alcanzarían un gran protagonismo en el bando sublevado. La sublevación tendría éxito en numerosas localidades peninsulares, así como en todo el Marruecos Español y en el archipiélago canario, pero no conseguiría sus objetivos en otras muchas plazas. En cuanto a las fuerzas armadas, aunque consiguió el apoyo mayoritario del Ejército de África, sin duda las unidades más preparadas de todas, no conseguiría hacerse con el apoyo mayoritario ni de la marina ni de la aviación, armas que resultarían decisivas para equilibrar la balanza en los primeros momentos evitando el éxito de la operación, tampoco conseguiría el apoyo unánime de las fuerzas de orden público, entre ellas gran parte de la Guardia Civil. El fracaso global de la sublevación dirigida por Mola dejaría a la nación dividida en dos y abocada a un irremediable enfrentamiento que desembocaría en una trágica confrontación que asolaría el país durante los próximos tres años. El 18 de julio de 1936 finalizaron las fiestas de San Fermín en Pamplona y a su vez comenzó la guerra civil, seguramente muchos de los mozos no eran conscientes de la carga profética de sus canciones cuando aquella noche entonaron el “Pobre de mi”.

Florentino Areneros.

BIBLIOGRAFÍA: Gran parte de los datos ofrecidos en esta crónica han sido resumidos del excepcional trabajo “NAVARRA Y PAIS VASCO, 1936: CONSPIRACIÓN CONTRA LA REPÚBLICA” de Manuel Ferrer Muñoz publicado en 1994, que ustedes pueden encontrar haciendo clic sobre el título o visitando el siguiente enlace:

http://www.euskomedia.org/PDFAnlt/vasconia/vas22/22239264.pdf

En este detallado estudio pueden encontrar abundante información y bibliografía asociada (así como interesantes anexos) relativa a este episodio de gran importancia en la historiografía de la guerra civil. Desde esta redacción recomendamos a todas aquellas personas interesadas en el mundo de la guerracivilmaquia la lectura de este trabajo, escrito de forma amena y muy agradable de leer en comparación con otros estudios más farragosos y técnicos a los que algunas autodenominadas figuras nos tienen acostumbrados.