Espectacular panorámica tomada desde los jardines del Templo de Debod hace un tiempo, por desgracia esta imagen ya no se puede contemplar más que en fotografías, tras el "mantazo" perpetrado en La Almudena y el Palacio Real.
Normalmente esta conducta suelen aplicarla las figuras en plazas modestas y ante públicos poco exigentes y de conocimientos taurinos limitados, y también con ganadería de las denominadas “comerciales”, y con toros con escasas condiciones para la lidia ya que con un toro de verdad son muy pocos, por no decir ninguno, los toreros que se pondrían a hacer el canelo con él. Normalmente en estas plazas, el público lo que quieren es que se corten orejas, y cuantos más pases/mantazos mejor. Si a esto le unimos un par de temerarios desplantes y otro par de gestos triunfalistas hacia los tendidos, el éxito esta asegurado, ya que la autoridad se suele sumar a la fiesta sacando pañuelos a tutiplén, y como si de una tómbola se tratara entregando generosamente todo tipo de trofeos y premios, incluida la chochona.
Pero desde hace ya muchos años, este fenómeno ha llegado hasta las plazas de primer orden, donde ha cuajado la figura del pegapases. El pegapases es un torero de cartel, en muchas ocasiones asiduo en los comentarios de las tertulias del corazón, que suelen arrastrar un buen número de espectadores a las plazas, espectadores que son conocidos como los “Isidros”. Este público suele ser incondicional, y abarrota las plazas, sobre todo si se trata de una feria como la de San Isidro, aplaudiendo a rabiar cualquier mantazo dado por su ídolo y pidiendo orejas a diestro y siniestro. Este entusiasmo contagioso muchas veces hace mella en la autoridad, que regala orejas independientemente de los méritos de la faena, con el consiguiente enfado de los aficionados más celosos de la ortodoxia, que son señalados por los “isidros” acusándoles de integristas y aguafiestas.
Todo un clásico dentro de los "mantazos" urbanísticos y arquitectónicos consumados en Madrid: la Torre de Valencia. Gracias a la gran faena culminada por autoridades y arquitectos, hoy podemos padecer esta inigualable panorámica .
EL MANTAZO
MANTAZO: Lance dado con la muleta sin arreglo a reglas del arte.
(Enciclopedia Cossio, Tomo I. Vocabulario Taurino Autorizado).
El toreo de muleta según marca la ortodoxia, debe de ser ejecutado siguiendo una serie de pautas a la hora de realizar y ligar los pases. Ya hemos hablado en alguna ocasión de los recursos ventajistas utilizados por algunos diestros que desvirtúan la pureza del lance, como puede ser la utilización del pico, o el toreo fuera de cacho. Hoy les vamos a hablar de otro de estos recursos, que en muchos casos no es tal, ya que responde a la manifiesta ineptitud del torero, y que recibe el nombre de mantazo. El mantazo es un pase dado de cualquier forma, sin respeto a ninguna de las reglas más básicas de la tauromaquia, con la única finalidad de que el toro pase por el paño, o que el paño pase por el toro, es decir atizando un auténtico mantazo, en el sentido literal de la palabra, al morlaco.
Como hemos dicho anteriormente muchas veces el mantazo obedece a la incapacidad del torero para dar un pase como Dios manda, o como mandan los cánones. Normalmente estos toreros no superan su etapa como novillero y no llegan a doctorarse. Sin embargo el mantazo, aunque parezca paradójico, es practicado con asiduidad por las primeras figuras ya consagradas, cuando alcanzan un puesto elevado en el escalafón. La correcta ejecución del pase lleva implícita una gran carga de peligro y exige un gran dominio de la técnica, la utilización de los recursos ventajistas pretende evitar este peligro. Por regla general el torero que empieza es quien más riesgo asume, pero en contraposición el diestro que ya ha alcanzado renombre trata de evitar cualquier peligro, sobre todo sabiendo que va a cobrar lo mismo lo haga bien o mal, y con la seguridad de tener ya firmados un buen número de contratos, independientemente de que esa tarde se la juegue o no.
Protesta convocada el pasado 29 de diciembre de 2010 por la asociación Madrid Ciudadanía y Patrimonio. En protesta por la edificación del mamotreto del Museo de las Colecciones Reales que ha destrozado esteticamente el conjunto que formaban el Palacio y la Catedral.(Enciclopedia Cossio, Tomo I. Vocabulario Taurino Autorizado).
El toreo de muleta según marca la ortodoxia, debe de ser ejecutado siguiendo una serie de pautas a la hora de realizar y ligar los pases. Ya hemos hablado en alguna ocasión de los recursos ventajistas utilizados por algunos diestros que desvirtúan la pureza del lance, como puede ser la utilización del pico, o el toreo fuera de cacho. Hoy les vamos a hablar de otro de estos recursos, que en muchos casos no es tal, ya que responde a la manifiesta ineptitud del torero, y que recibe el nombre de mantazo. El mantazo es un pase dado de cualquier forma, sin respeto a ninguna de las reglas más básicas de la tauromaquia, con la única finalidad de que el toro pase por el paño, o que el paño pase por el toro, es decir atizando un auténtico mantazo, en el sentido literal de la palabra, al morlaco.
Como hemos dicho anteriormente muchas veces el mantazo obedece a la incapacidad del torero para dar un pase como Dios manda, o como mandan los cánones. Normalmente estos toreros no superan su etapa como novillero y no llegan a doctorarse. Sin embargo el mantazo, aunque parezca paradójico, es practicado con asiduidad por las primeras figuras ya consagradas, cuando alcanzan un puesto elevado en el escalafón. La correcta ejecución del pase lleva implícita una gran carga de peligro y exige un gran dominio de la técnica, la utilización de los recursos ventajistas pretende evitar este peligro. Por regla general el torero que empieza es quien más riesgo asume, pero en contraposición el diestro que ya ha alcanzado renombre trata de evitar cualquier peligro, sobre todo sabiendo que va a cobrar lo mismo lo haga bien o mal, y con la seguridad de tener ya firmados un buen número de contratos, independientemente de que esa tarde se la juegue o no.
Normalmente esta conducta suelen aplicarla las figuras en plazas modestas y ante públicos poco exigentes y de conocimientos taurinos limitados, y también con ganadería de las denominadas “comerciales”, y con toros con escasas condiciones para la lidia ya que con un toro de verdad son muy pocos, por no decir ninguno, los toreros que se pondrían a hacer el canelo con él. Normalmente en estas plazas, el público lo que quieren es que se corten orejas, y cuantos más pases/mantazos mejor. Si a esto le unimos un par de temerarios desplantes y otro par de gestos triunfalistas hacia los tendidos, el éxito esta asegurado, ya que la autoridad se suele sumar a la fiesta sacando pañuelos a tutiplén, y como si de una tómbola se tratara entregando generosamente todo tipo de trofeos y premios, incluida la chochona.
Pero desde hace ya muchos años, este fenómeno ha llegado hasta las plazas de primer orden, donde ha cuajado la figura del pegapases. El pegapases es un torero de cartel, en muchas ocasiones asiduo en los comentarios de las tertulias del corazón, que suelen arrastrar un buen número de espectadores a las plazas, espectadores que son conocidos como los “Isidros”. Este público suele ser incondicional, y abarrota las plazas, sobre todo si se trata de una feria como la de San Isidro, aplaudiendo a rabiar cualquier mantazo dado por su ídolo y pidiendo orejas a diestro y siniestro. Este entusiasmo contagioso muchas veces hace mella en la autoridad, que regala orejas independientemente de los méritos de la faena, con el consiguiente enfado de los aficionados más celosos de la ortodoxia, que son señalados por los “isidros” acusándoles de integristas y aguafiestas.
Todo un clásico dentro de los "mantazos" urbanísticos y arquitectónicos consumados en Madrid: la Torre de Valencia. Gracias a la gran faena culminada por autoridades y arquitectos, hoy podemos padecer esta inigualable panorámica .