martes, 13 de enero de 2015

EL MONUMENTO A MIGUEL HERNANDEZ

Una imagen del medallón de bronce que preside el monumento a Miguel Hernández en el Parque del Oeste. FOTO JAZ (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

EL MONUMENTO A
MIGUEL HERNÁNDEZ

En un rincón del Parque del Oeste de Madrid, cerca de la confluencia del Paseo de Camoens con el Paseo de Ruperto Chapí, se encuentra un monumento que para muchos puede pasar desapercibido, se trata del monumento en homenaje a Miguel Hernández, uno de los más grandes poetas en lengua hispana de todos los tiempos, que fallecería en 1942 en la prisión de Alicante, donde había sido recluido por sus ideas políticas. Tras su muerte se convertiría e todo un símbolo de la lucha por la libertad y la resistencia a la dictadura.

Una de las columnas del monumento que ha sido derribada recientemente. FOTO JAZ (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

Se trata de un monumento eminentemente arquitectónico, donde se ha querido crear un espacio que invita a detenerse y permanecer en el conjunto. Tiene aproximadamente forma de cuadrado, y está cerrado en dos de sus lados por un pequeño muro coronado por varias columnas cuadradas, con una bancada de piedra a lo largo de ambos lados del muro formando una especie de anfiteatro. En el vértice de los dos muros se encuentra un medallón de bronce donde podemos contemplar una reproducción del legendario retrato que del poeta alicantino hiciera en prisión el dramaturgo Antonio Buero Vallejo, compañero de presidio de Miguel Hernández. En el centro emerge una figura geométrica similar a una pirámide, o el vértice de un cubo según otros, que parece ser simboliza la resistencia. El conjunto está orientado hacia el oeste, y desde allí se contemplan los atardeceres más bellos de Madrid, sobre todo si subimos por el talud de césped hasta lo alto, justo donde confluyen el Paseo de Moret y el de Rosales.

Retrato del poeta alicantino realizado por el dramaturgo Antonio Buero Vallejo cando ambos compartían presidio. El la dedicatoria podemos leer: « Para Miguel Hernández, en recuerdo de nuestra amistad en la cárcel ». (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

El monumento fue una iniciativa de la Asociación de Ex-presos y Represaliados Políticos, quienes a principios de la década de los ochenta comenzaron a dar forma a la idea de levantar un monumento al universal poeta alicantino, que sería el primero que estaría dedicado a su memoria en todo el mundo. La asociación estableció contacto con diferentes organismos e instituciones para sacar adelante el proyecto, incluida una petición al Congreso de los Diputados, pero todas sus gestiones resultaron infructuosas. Pese a ello los miembros de la asociación no se rindieron, y recurrieron a la suscripción popular, realizando venta de bonos, y organizando diferentes actos para recaudar fondos: recitales de poesía, conciertos, mítines, etc... El más importante de todos ellos fue un acto celebrado en el antiguo Palacio de los Deportes de Madrid, con la participación de Aurora Bautista, Ricardo Cantalapiedra, Pablo Guerrero, Julia Martínez, José Menese, Enrique Morente, Francisco Portes, Francisco Rabal y Elisa Serna entre otros, aunque solamente lograron recaudar 700.000 de las antiguas pesetas, poco más de 4.000 euros actuales.

En uno de los muros del monumento podemos leer unos versos del poema “Madrid” escrito por Miguel Hernández: « Esta ciudad no se aplaca con fuego,/ este laurel con rencor no se tala./ Este rosal sin ventura, este espliego/ júbilo exhala.». Alguien ha tenido el buen gusto de plantar al lado del texto un laurel, un rosal y espliego. FOTO JAZ (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

La perseverancia y tesón de los miembros de la asociación acabaría dando sus frutos, y finalmente en 1983 el Ayuntamiento de Madrid, regido en aquel momento por Enrique Tierno Galván, asumiría el proyecto, en el que también acabaría colaborando la Comunidad de Madrid. El monumento fue diseñado por el arquitecto Enrique Domíguez Uceta, y el medallón de bronce con la efigie del poeta sería realizado por el escultor Miguel Ángel López Calleja. El presupuesto total fue de diez millones de pesetas (unos 60.000 euros, que en la actualidad en obra pública deben de dar para un boceto a mano alzada de Calatrava). El lugar elegido sería el Parque del Oeste, un escenario que fue frente de batalla durante la Guerra Civil, y donde estuvo combatiendo Miguel Hernández como miembro del 5º Regimiento. Finalmente el monumento sería inaugurado a finales de marzo de 1985, cuando se cumplía el 43 aniversario de la muerte del poeta.

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Han pasado casi 35 años desde entonces y el estado que presenta el monumento en la actualidad es lamentable. El inevitable paso del tiempo ha ido dejando su huella, pero sobre todo la desidia en su conservación por parte de los responsables municipales, así como los ataques vandálicos que ha sufrido el monumento, nos ofrecen una visón ruinosa del conjunto.

Otra imagen del lamentable estado que presenta el monumento. FOTO JAZ (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

Hace cosa de un año el monumento apareció, una vez más, lleno de pintadas de autoría ultraderechista, pintadas que haciendo honor a la verdad fueron borradas a los pocos días. El medallón con el rostro del poeta ha sido pintado en numerosas ocasiones, y en la actualidad todavía se puede observar pintura en diferentes lugares, como los ojos y la boca. Hace unos días una de las columnas ha sido volcada, quedando destrozada, aunque se desconoce la autoría de ello, pudiendo tratarse de un hecho con trasfondo ideológico como otros ataques anteriores que ha sufrido el monumento o simplemente un acto vandálico. No hay que olvidar que este es un lugar elegido habitualmente para realizar botellón por grupos de jóvenes, y seguramente parte del alarmante deterioro deba ser atribuido también a conductas incívicas.

Una vista del conjunto en el Parque del Oeste. FOTO JAZ (Haga clic en la imagen para verla ampliada).

Es bastante lamentable que el fanatismo ideológico siga anidando en nuestra sociedad. Resulta difícilmente comprensible que más de 70 años después de la muerte del poeta en la cárcel, haya personas que realicen ataques gratuitos de este tipo. La pasada semana a raíz de los atentados de París veíamos a nuestros políticos rasgándose las vestiduras y clamando contra cualquier tipo de intolerancia y anunciando todo tipo de medidas y adelantando posibles soluciones para que hechos así nunca vuelvan a ocurrir. Lamentablemente casi siempre actúan cuando ya es demasiado tarde y con medidas sobredimensionadas que en la mayoría de las ocasiones se podrían haber evitado de haberse adelantado al problema. Por ejemplo, ¿cuántos policías nos podríamos ahorrar si destináramos más recursos y más atención a nuestras escuelas?, ¿cuántos más con políticas sociales?, un alto porcentaje de las personas que acaban cometiendo un delito, excluyendo la delincuencia política donde la mayoría son universitarios, tuvieron fracaso escolar, o provienen de entornos marginales o han padecido desarraigo familiar. Sin embargo parece que en vez de tratar de solucionar los problemas cuando surgen anticipándose a ellos, a determinados políticos lo que les gusta es presumir de haber aumentado el número de efectivos en las calles o de construir más cárceles, cuando no de limitar derechos y libertades. El monumento de Miguel Hernández es solo un ejemplo más, el germen de la intolerancia está ahí y hay que tratar de impedir que se extienda, si no se hace nada tal vez lleguemos nuevamente tarde.


No son buenos tiempos para las arcas públicas, pero no estaría de más que el Ayuntamiento se preocupara un poco más por el estado de este singular monumento. El lamentable estado de deterioro y abandono que presenta no dice nada bueno ni de la sociedad madrileña ni de sus instituciones, principalmente del Ayuntamiento. Cuanto más tarden en actuar, más costosa será la solución, o quizá cuando quieran hacer algo ya no tenga solución.

Florentino Areneros.

MADRID

De entre las piedras, la encina y el haya,
de entre un follaje de hueso ligero
surte un acero que no se desmaya:
surte un acero.

Una ciudad dedicada a la brisa,
ante las malas pasiones despiertas
abre sus puertas como una sonrisa:
cierra sus puertas.

Un ansia verde y un odio dorado
arde en el seno de aquellas paredes.
Contra la sombra, la luz ha cerrado
todas sus redes.

Esta ciudad no se aplaca con fuego,
este laurel con rencor no se tala.
Este rosal sin ventura, este espliego
júbilo exhala.

Puerta cerrada, taberna encendida:
nadie encarcela sus libres licores.
Atravesada del hambre y la vida,
sigue en sus flores.

Niños igual que agujeros resecos,
hacen vibrar un calor de ira pura
junto a mujeres que son filos y ecos
hacia una hondura.

Lóbregos hombres, radiantes barrancos
con la amenaza de ser más profundos.
Entre sus dientes serenos y blancos
luchan dos mundos.

Una sonrisa que va esperanzada
desde el principio del alma a la boca,
pinta de rojo feliz tu fachada,
gran ciudad loca.

Esa sonrisa jamás anochece:
y es matutina con tanto heroísmo,
que en las tinieblas azulmente crece
como un abismo.

No han de saltarle lo triste y lo blando:
de labio a labio imponente y seguro
salta una loca guitarra clamando
por su futuro.

Desfallecer ... Pero el toro es bastante.
Su corazón, sufrimiento, no agotas.
Y retrocede la luna menguante
de las derrotas.

Sólo te nutre tu vívida esencia.
Duermes al borde del hoyo y la espada.
Eres mi casa, Madrid: mi existencia,
¡qué atravesada!

Miguel Hernández

NOTA: Gran parte de los datos que aparecen está crónica están sacados de un artículo de Jesús de las Heras publicado en El País el 30 de marzo de 1985 ( clic aquí para ir al artículo ).