LUCES Y SOMBRAS EN LA REAPARICIÓN DE MONCLOVEÑO EN UNA DESIGUAL FAENA.
Muchos e interesantes matices en una lidia que se complicó en sus últimos compases.
Por nuestro enviado especial Florentino Areneros
Mañana primaveral en la monumental Madrid, ausencia de viento y tres cuartos de entrada. Se aprecian calvas en el tendido del siete y de nuevo notables ausencias en el palco de autoridades que permanece casi vacío como viene siendo habitual. Gran expectación para ver la confirmación de alternativa de "Moncloveño", que vuelve a lidiar en esta plaza tras su debú hace dos años. A destacar la presencia del afamado fotógrafo Capa y del infatigable cameraman oficial de la plaza, así como el presidente de la peña Casado, el Chato de Ventas, que llego a la plaza tras su affaire con La Sevillana del día anterior.
A su llegada el diestro departe amigablemente con los aficionados, y reparte unos relicarios traídos de su última gira triunfal por Isla Tortuga a los allí presentes, al mismo tiempo se entrega el programa del festejo, una cortesía del jefe de redacción. Hay cosas tan viejas como el toreo, y entre ellas la repartir regalitos entre los aficionados para ganarse su favor y metérselos en el bolsillo, la picaresca es intrínseca al espíritu patrio, aquí el que no regala trajes o bolsos, regala relicarios, y nadie dice que no.
Suenan clarines y timbales y el maestro salta al ruedo, dedica la faena a los aficionados y comienza los lances de recibo con unos “escudados” por alto del gusto de la afición, pero el toro se revuelve engancha el paño y arranca el capote de las manos del diestro, un mal comienzo, el primer escudo esta tapado por la obras. Sin embargo, la afición condescendiente (seguramente estuvieran todavía contemplando el relicario) no parece tenerlo en cuenta. Moncloveño decide continuar la faena en terrenos más propicios, y se lleva al toro en rápida maniobra hacía el centro de la plaza, a los terrenos del Retiro. Allí el torero realizará una serie de meritorios lances muy del agrado de la afición, que fácil es torear en un buen terreno, un ventajista este diestro. Comienza con unos pases en Puerta América, continua en el monumento a Cuba y el de Alfonso XII, la afición esta a gusto y disfruta con la faena, tal es así que en el lugar se oyó un grito proferido por el presidente de la peña Casado: "METRALLAAAA...", tras descubrir los restos de un espectacular impacto.
Terminó el diestro la serie en la Plaza de la Independencia, y sin dejar de llevar al morlaco hacia los medios, continuó la lidia por Cibeles, Buenavista, Banco España, Prado, Neptuno para volver de nuevo al Retiro, con el beneplácito de los aficionados, que asistían admirados al espectáculo que se ofrecía ante sus ojos, salvo alguna excepción de algún distraído que en berlusconiano ademán contemplaba con fijación los tendidos. Que razón tenía el siempre grande Manolo Escobar cuando compuso el inigualable "no me gusta que a los toros te pongas la minifalda", todo un himno para los aficionados a este supremo arte.
Tras unos pases en la Puerta de España, llego el sin duda momento más sublime de la mañana, al llegar al Parterre el decano de maestros Don Carlos Sala, desde el burladero hizo un gesto a Moncloveño indicándole que quería realizar un quite, el diestro, admirado y honrado, cedió los trastos a este gran lidiador y artista, que pese a su edad sigue conservando intactas sus facultades. Se hizo un silencio digno de la Mestranza, y el maestro, tras estudiar al toro, se fue colocando con esos pasitos cortos sin levantar las zapatillas del albero, hasta encontrar el sitio y citó al astado que se arrancó de lejos. Sin mover las zapatillas del suelo, con un pulso y un temple que el olimpo de la tauromaquia reserva solamente a los grandes, destapó el tarro de las esencias y encadenó una serie de verónicas supremas, rematadas con una media que causaron la admiración y arrancaron la ovación unánime de los tendidos. Las explicaciones de Don Carlos sobre el taxodium micronatum (para los legos decir que se trata del arbola más antiguo de Madrid y uno de los más, por no decir el más, emblemático y bello) fue de lo mejorcito de toda la taurina mañana. Como nos recordaba a ese Faraón de Camas, o al mismo Antoñete, que ya a punto de retirarse, con solamente cuatro lances eran capaces de poner la plaza patas arriba.
Pero aquí no acabarían las sorpresas, motivado por el espectáculo que acabábamos de presenciar, el no menos grande y querido maestro Luis de Vicente Montoya, "Manzanares", echó mano al capote y salto a la arena, en terrenos de la Puerta del Casón, donde pudimos contemplar otra soberana muestra del arte de Paquiro con sus explicaciones sobre el origen e historia del parque, que entusiasmaron al respetable. Con el listón tan alto, poco más podía hacer Moncloveño que se remató la faena con unos pases de aliño en el antiguo Ministerio de Fomento y Cuesta de Moyano, terminando de ese modo la primera parte del festejo.
Mientras diestro y publico en general, reponían fuerzas tomando un refrigerio y se procedía al reglamentario regado de la plaza, se produjo un hecho que aun siendo ya prácticamente habitual en las últimas corridas, no deja de causar estupefacción entre la afición gefremera. Coincidiendo con el momento en que las refrescantes y tonificantes cañas eran situadas sobre la barra, en una perfecta sincronización que ya quisieran conseguir muchos relojeros suizos, hizo su entrada como llegado de la nada, el presidente vitalicio y honorario de la peña Casado, si estimados lectores el mismísimo Sandoval. Si Julio Cesar tras vencer en la batalla de Zela hizo celebre la conocida frase "VINI, VIDI, VINCI", es decir "llegué, ví, vencí", Sandoval pasará a la historia por su ya clásica "VINI, BIBI, EVASI" o lo que es lo mismo, "llegue, bebí y me fui", que tantas veces hemos oído.
Tras el pequeño ágape o agapito (que gran puntillero) continuo la faena, ya sin Sandoval por supuesto, aunque sin embargo las cosas no comenzaron muy bien. El primer toro de esta fase, Ciudad de Barcelona- Fabrica de Tapices, tuvo que ser devuelto por las obras, y lo que quedaba por lidiar a partir de ahora era de otra ganadería, un ganado más de pezuña y menos de carretón, que da mucho menos juego y exige una lidia mas fajadora y de mayor riesgo. Moncloveño comenzó la lidia en la estación de Atocha, continuando con una duro trasteo que concluyó en la fuente de Cabestreros o de los machos, donde hubo algunos pases de mérito. Continuó la faena en las ruinas de las Escuelas Pías de San Fernando, lugar donde estudió Arturo Barea, que fueron incendiadas en julio del 36, continuando la brega por terrenos cercanos Rastro hasta llegar a la Puerta de Toledo, donde se dieron otros muletazos aprovechando el parque de bomberos y los restos de la antigua Cerca de Madrid. Desde allí por San Francisco y el Seminario, se descendió por la Cuesta de los Ciegos, con sus muros de hace más de 70 años que resistieron a los bombardeos como atestiguaban las imágenes, hasta llegar a la fuente y a la Casa del Pastor. La faena se alargaba y parte del público se impacientaba por momentos, la faena era correosa y poco dada al lucimiento, de mucho fajarse en corto, lo que inquietaba al personal. De repente accedieron a la plaza un buen número de espectadores ataviados con trajes regionales de diversos lugares del solar patrio, lo que aprovecharía el Chato para escabullirse entre el tumulto, tras las zagalas maragatas, y Capa para realizar un amplio reportaje gráfico.
La faena llegaba a su fin con los últimos pases en la Plaza de España, llegando a la Puerta del Rio poco antes de que sonaran los avisos reglamentarios, donde Moncloveño cedió los trastos al maestro Manzanares para que se hiciera cargo del último morlaco de la tarde, Galladrillo, de 545 Kilos, negro zaino, bragao y cejón, autor del desaguisado que contemplamos hace unos meses en la Puerta del Río. De este elemento y de sus fechorias dio debida cuenta el maestro Manzanares con su proverbial profesionalidad, en una aseada y elegante faena, dando fin al festejo.
Tibia faena de Moncloveño, que tras lo visto en la mañana del domingo suponemos que no será de nuevo contratado en esta plaza. El público cada vez más, se inclina por las faenas rápidas y de poca dificultad, y es más intransigente con las faenas más trabajadas y ante ganaderías problemáticas que dan menos juego, lejos quedan las memorables faenas del Hinkel de Hortaleza, o esas capeas por la Casa de Campo, o aquellos encierros en la Peña del Cuervo. La comodidad de los aficionados y el pago por visión (paiperviu) están empujando al público a la comodidad de la corrida precoz. Una lástima que se pierdan esas enseñas de la identidad nacional que tantos días de gloria nos han proporcionado.
Muchos e interesantes matices en una lidia que se complicó en sus últimos compases.
Por nuestro enviado especial Florentino Areneros
Mañana primaveral en la monumental Madrid, ausencia de viento y tres cuartos de entrada. Se aprecian calvas en el tendido del siete y de nuevo notables ausencias en el palco de autoridades que permanece casi vacío como viene siendo habitual. Gran expectación para ver la confirmación de alternativa de "Moncloveño", que vuelve a lidiar en esta plaza tras su debú hace dos años. A destacar la presencia del afamado fotógrafo Capa y del infatigable cameraman oficial de la plaza, así como el presidente de la peña Casado, el Chato de Ventas, que llego a la plaza tras su affaire con La Sevillana del día anterior.
A su llegada el diestro departe amigablemente con los aficionados, y reparte unos relicarios traídos de su última gira triunfal por Isla Tortuga a los allí presentes, al mismo tiempo se entrega el programa del festejo, una cortesía del jefe de redacción. Hay cosas tan viejas como el toreo, y entre ellas la repartir regalitos entre los aficionados para ganarse su favor y metérselos en el bolsillo, la picaresca es intrínseca al espíritu patrio, aquí el que no regala trajes o bolsos, regala relicarios, y nadie dice que no.
Suenan clarines y timbales y el maestro salta al ruedo, dedica la faena a los aficionados y comienza los lances de recibo con unos “escudados” por alto del gusto de la afición, pero el toro se revuelve engancha el paño y arranca el capote de las manos del diestro, un mal comienzo, el primer escudo esta tapado por la obras. Sin embargo, la afición condescendiente (seguramente estuvieran todavía contemplando el relicario) no parece tenerlo en cuenta. Moncloveño decide continuar la faena en terrenos más propicios, y se lleva al toro en rápida maniobra hacía el centro de la plaza, a los terrenos del Retiro. Allí el torero realizará una serie de meritorios lances muy del agrado de la afición, que fácil es torear en un buen terreno, un ventajista este diestro. Comienza con unos pases en Puerta América, continua en el monumento a Cuba y el de Alfonso XII, la afición esta a gusto y disfruta con la faena, tal es así que en el lugar se oyó un grito proferido por el presidente de la peña Casado: "METRALLAAAA...", tras descubrir los restos de un espectacular impacto.
Terminó el diestro la serie en la Plaza de la Independencia, y sin dejar de llevar al morlaco hacia los medios, continuó la lidia por Cibeles, Buenavista, Banco España, Prado, Neptuno para volver de nuevo al Retiro, con el beneplácito de los aficionados, que asistían admirados al espectáculo que se ofrecía ante sus ojos, salvo alguna excepción de algún distraído que en berlusconiano ademán contemplaba con fijación los tendidos. Que razón tenía el siempre grande Manolo Escobar cuando compuso el inigualable "no me gusta que a los toros te pongas la minifalda", todo un himno para los aficionados a este supremo arte.
Tras unos pases en la Puerta de España, llego el sin duda momento más sublime de la mañana, al llegar al Parterre el decano de maestros Don Carlos Sala, desde el burladero hizo un gesto a Moncloveño indicándole que quería realizar un quite, el diestro, admirado y honrado, cedió los trastos a este gran lidiador y artista, que pese a su edad sigue conservando intactas sus facultades. Se hizo un silencio digno de la Mestranza, y el maestro, tras estudiar al toro, se fue colocando con esos pasitos cortos sin levantar las zapatillas del albero, hasta encontrar el sitio y citó al astado que se arrancó de lejos. Sin mover las zapatillas del suelo, con un pulso y un temple que el olimpo de la tauromaquia reserva solamente a los grandes, destapó el tarro de las esencias y encadenó una serie de verónicas supremas, rematadas con una media que causaron la admiración y arrancaron la ovación unánime de los tendidos. Las explicaciones de Don Carlos sobre el taxodium micronatum (para los legos decir que se trata del arbola más antiguo de Madrid y uno de los más, por no decir el más, emblemático y bello) fue de lo mejorcito de toda la taurina mañana. Como nos recordaba a ese Faraón de Camas, o al mismo Antoñete, que ya a punto de retirarse, con solamente cuatro lances eran capaces de poner la plaza patas arriba.
Pero aquí no acabarían las sorpresas, motivado por el espectáculo que acabábamos de presenciar, el no menos grande y querido maestro Luis de Vicente Montoya, "Manzanares", echó mano al capote y salto a la arena, en terrenos de la Puerta del Casón, donde pudimos contemplar otra soberana muestra del arte de Paquiro con sus explicaciones sobre el origen e historia del parque, que entusiasmaron al respetable. Con el listón tan alto, poco más podía hacer Moncloveño que se remató la faena con unos pases de aliño en el antiguo Ministerio de Fomento y Cuesta de Moyano, terminando de ese modo la primera parte del festejo.
Mientras diestro y publico en general, reponían fuerzas tomando un refrigerio y se procedía al reglamentario regado de la plaza, se produjo un hecho que aun siendo ya prácticamente habitual en las últimas corridas, no deja de causar estupefacción entre la afición gefremera. Coincidiendo con el momento en que las refrescantes y tonificantes cañas eran situadas sobre la barra, en una perfecta sincronización que ya quisieran conseguir muchos relojeros suizos, hizo su entrada como llegado de la nada, el presidente vitalicio y honorario de la peña Casado, si estimados lectores el mismísimo Sandoval. Si Julio Cesar tras vencer en la batalla de Zela hizo celebre la conocida frase "VINI, VIDI, VINCI", es decir "llegué, ví, vencí", Sandoval pasará a la historia por su ya clásica "VINI, BIBI, EVASI" o lo que es lo mismo, "llegue, bebí y me fui", que tantas veces hemos oído.
Tras el pequeño ágape o agapito (que gran puntillero) continuo la faena, ya sin Sandoval por supuesto, aunque sin embargo las cosas no comenzaron muy bien. El primer toro de esta fase, Ciudad de Barcelona- Fabrica de Tapices, tuvo que ser devuelto por las obras, y lo que quedaba por lidiar a partir de ahora era de otra ganadería, un ganado más de pezuña y menos de carretón, que da mucho menos juego y exige una lidia mas fajadora y de mayor riesgo. Moncloveño comenzó la lidia en la estación de Atocha, continuando con una duro trasteo que concluyó en la fuente de Cabestreros o de los machos, donde hubo algunos pases de mérito. Continuó la faena en las ruinas de las Escuelas Pías de San Fernando, lugar donde estudió Arturo Barea, que fueron incendiadas en julio del 36, continuando la brega por terrenos cercanos Rastro hasta llegar a la Puerta de Toledo, donde se dieron otros muletazos aprovechando el parque de bomberos y los restos de la antigua Cerca de Madrid. Desde allí por San Francisco y el Seminario, se descendió por la Cuesta de los Ciegos, con sus muros de hace más de 70 años que resistieron a los bombardeos como atestiguaban las imágenes, hasta llegar a la fuente y a la Casa del Pastor. La faena se alargaba y parte del público se impacientaba por momentos, la faena era correosa y poco dada al lucimiento, de mucho fajarse en corto, lo que inquietaba al personal. De repente accedieron a la plaza un buen número de espectadores ataviados con trajes regionales de diversos lugares del solar patrio, lo que aprovecharía el Chato para escabullirse entre el tumulto, tras las zagalas maragatas, y Capa para realizar un amplio reportaje gráfico.
La faena llegaba a su fin con los últimos pases en la Plaza de España, llegando a la Puerta del Rio poco antes de que sonaran los avisos reglamentarios, donde Moncloveño cedió los trastos al maestro Manzanares para que se hiciera cargo del último morlaco de la tarde, Galladrillo, de 545 Kilos, negro zaino, bragao y cejón, autor del desaguisado que contemplamos hace unos meses en la Puerta del Río. De este elemento y de sus fechorias dio debida cuenta el maestro Manzanares con su proverbial profesionalidad, en una aseada y elegante faena, dando fin al festejo.
Tibia faena de Moncloveño, que tras lo visto en la mañana del domingo suponemos que no será de nuevo contratado en esta plaza. El público cada vez más, se inclina por las faenas rápidas y de poca dificultad, y es más intransigente con las faenas más trabajadas y ante ganaderías problemáticas que dan menos juego, lejos quedan las memorables faenas del Hinkel de Hortaleza, o esas capeas por la Casa de Campo, o aquellos encierros en la Peña del Cuervo. La comodidad de los aficionados y el pago por visión (paiperviu) están empujando al público a la comodidad de la corrida precoz. Una lástima que se pierdan esas enseñas de la identidad nacional que tantos días de gloria nos han proporcionado.
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