PALABRAS COMO PUÑOS
Portada del libro “Palabras como Puños” (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)
Por Florentino Areneros
Desde el retorno de la democracia a España tras la muerte del general Franco, no han faltado políticos que en sus declaraciones o discursos hayan elevado el tono, o soltado algún exabrupto o insulto. Pero afortunadamente esto no ha sido lo habitual durante la gran mayoría de estos años, podíamos hablar de la excepción que confirma la regla, o que confirma la normalidad. Sin embargo en los últimos años, más concretamente desde la moción de censura que terminó con el gobierno de Mariano Rajoy, los decibelios dialécticos han ido subiendo de intensidad, la crispación ha ido en aumento, empujada también por la forma en cómo entienden la política algunos de los nuevos actores, como es el caso de VOX, donde los discursos incendiarios y ofensivos forman parte de su estrategia, una estrategia que por una extraña forma de ósmosis política se ha ido trasladando a políticos de otras formaciones con las que compiten por el electorado. Tras las elecciones generales de julio de 2023, donde las fuerzas de la derecha no consiguieron la representación suficiente para formar gobierno, el nivel de crispación, y a la par el de los insultos, han ido subiendo enteros hasta alcanzar cotas inimaginables no hace muchos años, algo que no se recordaba en una España en democracia desde los tiempos de la II República, sin olvidar que esta intransigencia y esta violencia dialéctica se están trasladando peligrosamente a las calles, con el enorme riesgo que ello conlleva para la convivencia.
En las últimas semanas estamos asistiendo a diversos ejemplos que ponen de manifiesto estos hechos. Durante los actos de la proclamación del nuevo presidente argentino Javier Milei, el líder de VOX, el diputado Santiago Abascal, afirmó durante unas declaraciones que "Habrá un momento que el pueblo querrá colgar de los pies a Pedro Sánchez", haciendo referencia a la muerte del líder fascista Benito Mussolini que acabó sus días de aquella manera al finalizar la II Guerra Mundial. Y no se trata de la salida de tono de un mindundi, estamos hablando del Presidente de la tercera fuerza política de España a la que han votado más de tres millones de españoles en las últimas generales.
Una placa conmemorativa, inaugurada en 2012, recuerda el lugar donde fueron fusilados Mussolini y su amante, Claretta Petacci en 1945. Sus cadáveres serían expuestos colgados de los pies en una gasolinera cercana. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)
Pero aquí también hay fuego cruzado, o fuego amigo, el portavoz de la misma fuerza política en el Ayuntamiento de Madrid, Javier Ortega Smith, días antes se había permitido el lujo de llamar "gallina" al propio Alcalde, y a afirmar que "no tenía huevos" por no apoyarle en sus iniciativas contra el PSOE. Y el alcalde a las pocas horas, para demostrar que Ortega se equivocaba con el juicio sobre su persona, se vino arriba y pasó de gallina a gallito llamando al Ministro de Transportes "macarra" y "mamporrero". Este el nivel que está alcanzando la política en España, aunque seguramente el caso más surrealista e increíble sea el de la Presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Diaz Ayuso, dispuesta a sacar matrícula de honor en esto de los insultos, cuando en la sesión de investidura de Pedro Sánchez desde la tribuna de invitados le dedicó un más que evidente "hijo de puta" que las cámaras captaron en todo su esplendor. Lo normal tras haber sido pillada y según mandan las más básicas normas de la educación, el decoro y la cortesía política, hubiera sido matizarlo o tratar de justificarlo como un arrebato al sentirse increpada, o tratar de quitar hierro al asunto con alguna disculpa tipo como el socorrido "si alguien se ha sentido ofendido...", pero no, Ayuso estaba dispuesta a "sostenella y no enmendalla" y al día siguiente y en sede parlamentaria se dedicó a mofarse y jactarse de su hazaña reiterándose en su "hijo de puta" ahora transformado en un inocente "me gusta la fruta" que arrancó la ovación incondicional en su bancada, y posteriormente por extensión en todo su partido que desde entonces repite con gran jolgorio el "me gusta la fruta", es decir "Sánchez hijo de puta", como antes ya popularizaron el "que te vote Txapote" en mítines, bodas y otras celebraciones. Seguramente todavía quede en el partido personas que no estén de acuerdo con esta deriva, pero nadie discrepa, por lo menos en público, y anoche mismo la propia Ayuso comprometió a Feijoo en la cena navideña del PP entregándole una monumental cesta de frutas ante la perplejidad del Presidente del partido, que no sabía muy bien que hacer con el envenado regalo (en un momento de la grabación se le ve decir a un tercero "llévatelo" mientras le coloca el frutero). Ahora ya estaban todos, las más altas esferas del partido también pasaban a ser cómplices en el "Sánchez hijo de puta" que se esconde tras el "me gusta la fruta". Una curiosa forma de actuar ahora que tanto se reivindica el respeto y la concordia que se respiraba en el denominado "espíritu del 78". No quiero ni pensar lo que habría ocurrido si el "hijo de puta" hubiera salido de los labios de Pablo Iglesias y después se hubiera inventado el "me gusta la fruta", habría sido inmediatamente defenestrado y su cuerpo colgado de los pies en tertulias y medios de comunicación amigos, y sin descontar que algún juez "independiente" ya hubiera admitido a trámite alguna querella por delito de odio.
Un azorado Feijoo se desprende del regalo envenenado de Isabel Díaz Ayuso. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)
La situación es preocupante en España, el listón de la crispación no solo no baja sino que aumenta de altura día tras día, la "brutalización" de la política se convierte en norma. El malestar comienza a extenderse fuera del ámbito de los políticos y llega a otras instituciones y estamentos, y lo más peligroso de todo también llega a la calle. Todo ello me ha traído a la memoria un libro colectivo, dirigido por el historiador Fernando del Rey Reguillo, publicado hace ya unos años que tenía como sugerente título "Palabras como puños", centrado en los primeros años treinta del pasado siglo en España. Un interesante estudio en el que se analizan los comportamiento y los modos de actuar de las diferentes corrientes políticas en aquel periodo, sus discursos y su modo de percibir al contrario, que desembocó en un proceso de radicalización en la esfera política, que se acabó transmitiendo a la calle con su carga de violencia añadida. Todo ello dentro de un contexto internacional de similares características, España no era una excepción en el panorama político europeo de entreguerras. El libro está escrito por siete historiadores y politólogos, profesores de Historia Contemporánea y de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos de las Universidades Complutense, Carlos III, Rey Juan Carlos, Autónoma de Madrid y UNED, cada uno de los cuales analiza a unos determinados actores: Gonzalo Álvarez Chillada, Hugo García, Fernando del Rey, Manuel Álvarez Tardío, Eduardo González Calleja, Pedro Carlos González Cuevas, Javier Zamora Bonilla y Diego Palacios.
Entierro del Alférez Reyes en abril de 1936. Los disturbios que se produjeron durante el mismo se saldarían con seis víctimas mortales. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)
La lectura de este libro coral es altamente recomendable, y seguramente el lector encuentre algunos paralelismos entre aquel periodo y el actual, separados por casi un siglo en el tiempo. Así mismo esta radicalización actual en el lenguaje y en las formas no es un fenómeno exclusivamente español, como tampoco lo fue en su momento, ahí tenemos el caso del ya citado Milei que acaba de alcanzar el poder, con gran alborozo de algunos políticos españoles, un político que pese a la exuberancia dialéctica propia de los argentinos, ha traspasado algunos límites verbales que esperemos no desemboquen en alguna tragedia. Como muestra del interés del libro "palabras como puños" copio un par de párrafos de la introducción firmada por el propio Fernando del Rey, que pienso pueden ser muy esclarecedores de lo aquí expuesto:
“La deshumanización del enemigo fue una de las consecuencias más terribles del proceso de brutalización que salpicó todos los aspectos de la vida política. De manera creciente, los parlamentos se vieron minados por las intrigas de las facciones extremistas de distinto signo, que blandieron lenguajes radicales y maniqueos e imaginaron un mundo escindido permanentemente entre amigos y enemigos. Los estereotipos negativos difundidos por las propagandas y las retóricas en pugna tuvieron una eficacia mortífera al trasladarse a la calle a través de la violencia y las luchas interpartidistas. La tendencia creciente fue ver la vida política como una batalla que sólo habría de cesar con la rendición incondicional del enemigo, convertido en el contramodelo de los valores y las formas de vida que había que preservar o imponer.”
Manifestantes en la calle de Blasco Ibáñez (actual Princesa) tras la victoria del Frente Popular solicitando la amnistía y la liberación de los presos de la vecina Cárcel Modelo. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)
Más adelante añade:
“Como estaba ocurriendo en otras partes de Europa, la democracia pluralista, concebida corno un vehículo para facilitar la alternancia y canalizar el conflicto de forma pacífica, no era objeto de predilección mayoritaria entre la elite política española de los años treinta. De hecho, los discursos moderados e integradores, basados en la consideración del pluralismo de valores como algo positivo, apenas pudieron hacerse hueco. Es verdad que el diseño institucional de la democracia republicana no fue el más acertado para favorecer a los moderados —léase, por ejemplo, el régimen electoral o la presidencia de la República— pero, como ponen de manifiesto los trabajos recogidos en este libro, la dificultad para asentar un régimen democrático en la España de los años treinta tuvo mucho que ver con el muy generalizado desprecio de los actores políticos hacia la cultura liberal del pacto. La transacción, antaño valorada como un factor de peso para alcanzar unas reglas del juego comunes y duraderas, era identificada a uno y otro lado del espectro político como una traición a los ideales propios. Actitudes como pactar y dialogar, fundamentales en cualquier sistema que aspire a proteger y amparar el pluralismo social y político, fueron denostadas como parte de otra época ya extinta. De este modo, la moderación en el lenguaje, la prudencia en el uso de las descalificaciones, el respeto por los procedimientos o la consideración generosa del adversario, brillaron casi siempre por su ausencia. Ciertamente, el éxito de culturas políticas que animaban o justificaban la violencia y la victoria total sobre el adversario tenía mucho que ver con el total desprecio de la democracia formal.”
Dicen que los pueblos que desconocen su historia están condenados a repetirla, o algo parecido, o bien que la historia es cíclica y se repite a los largo del tiempo. No sé si se podrán tomar al pie de la letra ambas afirmaciones, pero lo que si creo cierto es que el conocimiento de la Historia si que puede ser como dijo Cervantes en el Quijote “aviso de lo presente, advertencia de lo por venir”. Esperemos que el mundo retome la cordura y estudie su Historia, incluidos los españoles.
Mañana miércoles 20 de diciembre primera sesión de control al gobierno de esta legislatura. Vayamos prepararndo las palomitas.