El 3 de Junio de 1939, dos años después de ocurrido el mortal accidente, se inauguraría el monumento a la memoria del general Mola en una solemne ceremonia presidida por el general Franco. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
EL MOMUMENTO AL GENERAL MOLA
En nuestra anterior crónica nos centrábamos en el accidente de aviación en el que fallecería el general Mola el 3 de Junio de 1937 el la localidad de burgalesa de Alcocero, renombrada en la actualidad como Alcocero de Mola. También conocíamos en aquella crónica como las relaciones entre Mola y Franco no fueron todo lo “idílicas” que la historiografía franquista posterior a la guerra nos ha querido mostrar. Franco al finalizar la guerra había logrado acaparar en su persona el poder y control absolutos del estado, un hecho al que sin duda contribuyó una serie de acontecimientos trágicos, pero que algunos autores no dejan de atribuir a la “baraka” del general gallego, como fueron las muertes del general Sanjurjo, la de José Antonio Primo de Rivera y la de Mola. Nunca podremos saber que habría sucedido de no haberse producido estas muertes, pero seguramente el guión habría sido bastante diferente.
La noticia de la inauguración del monumento sería recogida en primera página por los principales periódicos del país, en la imagen vemos la portada del ABC del día siguiente. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
Desde antes de finalizar la guerra Franco y los ideólogos ya plantearon las bases sobre las que habría de asentarse el futuro régimen que vendría tras la victoria por las armas en la guerra, entre ellas la exaltación de la memoria de los “mártires” y de los “caídos por Dios y por España”. De todos ellos, seguramente la figura más reconocida dentro del ideario franquista sería la de José Antonio Primo de Rivera, el “Ausente”. El nuevo régimen de Franco adoptaría como principal sustrato ideológico el ideario e iconografía de la Falange haciéndolos suyos, y la figura de José Antonio, fusilado en la prisión de Alicante en noviembre de 1936, sería un referente constante a lo largo de toda la trayectoria del franquismo. Desde dentro de la propia Falange surgirían voces oponiéndose a esta “apropiación”, voces que serían rápidamente acalladas por la poderosa maquinaria de poder franquista.
Tras José Antonio, que ocupa un indiscutible primer lugar en la simbología ideológica del franquismo, nos encontraríamos con la figura del general Mola dentro de ese particular escalafón. Rara era la localidad que no tuviera entre sus calles y plazas una dedicada al “Caudillo”, otra a José Antonio, así como una al general Mola. Si José Antonio era el “asesinado”, es decir el “mártir” por excelencia, el general Mola era el principal exponente del caído en acto de servicio, en combate.
El conjunto monumental culmina en un monolito en la cumbre del cerro donde se estrelló el avión, al que se accede por una larga escalinata que comienza en el mismo lugar donde impactó el aparato. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
Esta simbología tendría también su correspondencia monumental, con la construcción de diferentes estructuras que deberían servir no solo para recordar la figura y obra de los homenajeados, sino también para demostrar la grandeza y poder del régimen nacido tras ganar la guerra. Estos monumentos estarían en sintonía con construcciones similares realizadas por los fascistas italianos o los nazis alemanes. La arquitectura de estos monumentos debía simbolizar la grandeza del estado al que representaba, así como las ideas sobre las que ese estado se asentaba. Sin duda el más claro ejemplo de todo ello lo encontramos en el Valle de los Caídos, construido en la sierra madrileña, que habría de servir de mausoleo para Franco y José Antonio. En la misma línea, aunque con unas dimensiones y monumentalidad más modestas, nos encontramos con el monumento erigido a la memoria del general Mola, en Alcocero, en el mismo lugar donde se produciría el accidente que acabaría con su vida.
El accidente se produjo junto a la localidad de Alcocero, que desde aquel momento pasó a denominarse Alcocero de Mola. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
No hemos podido encontrar detalles sobre los autores del proyecto, ni de las fechas de inicio de las obras. Según sostiene Isaias Lafuente, autor del libro “Esclavos por la patria”, el 3 de julio de 1937, un mes después del accidente, un destacamento de prisioneros republicanos comienza a construir el monumento de Alcocero.
Ya durante la guerra civil los presos republicanos comenzaron a ser utilizados como mano de obra, en algunos caso y según diversos autores en un régimen cercano a la esclavitud, aunque el franquismo tratara de enmascararlo desde sutiles matizaciones, así en el decreto 281 del 28 de mayo de 1936 este nuevo cometido de los presos era contemplado como un derecho que los propios presos tenían. Veamos una parte de ese decreto:
“El derecho al trabajo, que tienen todos los españoles como principio básico declarado en el punto quinto del programa de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, no ha de ser regateado por el nuevo Estado a los prisioneros y presos rojos, en tanto que no se oponga, en su desarrollo, a las previsiones que en orden a vigilancia merecen quienes olvidaron los más elementales deberes de patriotismo.”
Este sistema se iría perfeccionando, y ya en 1938 se crearía el Patronato para la Redención de Penas, que impondría criterios “empresariales” pasando a ser el organismo que gestionara los rendimientos económicos generados por el trabajo de estos presos. También se encargaría de crear un “Fichero Fisiotécnico” en el que se recogerían tanto las habilidades laborales como la capacidad física de cada uno de los presos, para poder obtener un mayor aprovechamiento de cada uno de ellos acorde con sus capacidades. En algo menos de un año, el fichero contenía los datos de más de 100.000 presas y presos republicanos. De alguna forma estos presos eran tratados como una mercancía capaz de generar ingresos.
Desde poco después de comenzar la guerra, un elevado número de prisioneros del bando republicano serían utilizados como mano de obra barata para la realización de innumerables tareas, poniéndose a disposición tanto de organismos oficiales como de empresas privadas, muchas de las cuales lograron grandes beneficios a su costa. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
Para hacernos una idea del rendimiento que se podía obtener de cada preso, decir que recibían el salario de un obrero normal, pero de ese salario solo quedaba para el preso y la familia de este, aproximadamente el veinticinco por ciento, mientras que el resto pasaba a las arcas públicas como ‘beneficio del Estado’. Sin olvidar que en muchas ocasiones era el propio preso el que debía pagar el uniforme que llevaban con su parte del salario, o incluso llegar a pagar por recibir visitas. Este sistema de explotación, proveía de mano de obra cualificada y barata desde talleres especializados a canteras, pasando por todo el rosario de obras públicas que hubo que acometer una vez finalizada la guerra. Los presos no solamente eran utilizados para obras del Estado, también estaban a disposición de las empresas que estuvieran dispuestos a pagar por ellos. La demanda de presos era grande dado que ofrecían evidentes ventajas: condiciones laborales pésimas, estaban mal alimentados, se les podía hacinar en barracones que ellos mismos se encargaban de construir, las condiciones higiénicas eran lamentables, pero sobre todo había que tener en cuenta que a estos presos se les podía hacer trabajar en jornadas de 10 o 12 horas. De esta forma se lograban incrementos de producción que iban del 20 al 60%, lo que explica esa fuerte demanda de sus servicios.
Gracias a esta rentabilidad fueron muchas las empresas que se sirvieron de esta mano de obra durante muchos años, entre las más destacadas por su tamaño e importancia estarían Dragados y Construcciones, Duro Felguera o Pórtland Ibérica, sin olvidar al constructor José Banús, que se serviría del último destacamento penitenciario del que se tiene constancia para construir la colonia de lujo Mirasierra en Madrid ya en la década de los 70. Pero no serían solamente grandes empresas, también pequeñas y medianas, así como ayuntamientos, terratenientes, caciques locales, la Iglesia y un largo etcétera.
Muchas de las más importantes infraestructuras del periodo franquista se construyeron utilizando a presos republicanos en un régimen en muchos casos cercano a la esclavitud. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
Tal vez la obra más emblemática construida por estos trabajadores fuera el Valle de los Caídos, pero la huella de estos trabajadores la podemos encontrar en pantanos, canales de riego, fábricas, minas, líneas férreas, fortificaciones, puentes, túneles o incluso en la construcción de algunas cárceles, como la de Carabanchel en Madrid. Estos presos casi esclavos, son otra de las páginas negras del régimen que siguió a la guerra, una página que como otras muchas tampoco es lo suficientemente conocida.
Pero volvamos a Alcocero y a los trabajos de construcción del monumento. Según el testimonio de Francisco Romera López, publicado en el blog “Monumento al general Mola”, que ya conocimos en nuestra anterior crónica, en el invierno del 38, las autoridades solicitaron ayuda a los vecinos del pueblo:
P: Del monumento ¿qué me puede decir? ¿Cómo se llevó a cabo la construcción de este?
Fco: “Pues al año y medio de esto en invierno del 38, yo ya era alcalde, nos mandaron ayudarles a construir el monumento y en esos años estaba la cosa como para decir que no queríamos ayudar (risas). Y con bueyes y percherones y mansos nuestros y de los labradores de los pueblos de alrededor, íbamos a la cantera de Villalómez a cargar piedra que picaban allí los presos y la íbamos subiendo poco a poco hasta monte, así un montón de días y días, ¡los kilómetros que me hice yo subiendo piedras allí y mira cómo está eso ahora, todo abandonado!”
Vista del conjunto monumental contemplado desde lo alto del hito. Al final de la escalinata se observan los cinco arcos, uno por tripulante del aparato, que se alzan junto al lugar donde impactó el avión. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
Finalmente el monumento se inauguró el 3 de junio de 1939, coincidiendo con el segundo aniversario del accidente. El acto sería presidido por el general Franco, quien estaría acompañado por su esposa, la viuda e hijos de Mola, el Gobierno en pleno, embajadores de Japón, Alemania e Italia, una nutrida representación de mandos militares y por el Nuncio de la Santa Sede en España Federico Tedeschini, así como por el obispo José Yanguas Messía, representante de España ante la Santa Sede. El ejército estaría representado por una compañía de cada arma.
El conjunto monumental se extiende a lo largo de la ladera del cerro donde se estrelló el avión de Mola, comprendiendo desde el lugar del impacto, hasta la cumbre del mismo. La descripción del monumento que nos ofrece el periódico ABC en la noticia del día de la inauguración lo define de esta forma:
«El monumento ocupa una ancha extensión, y la longitud desde donde diera en tierra el aparato hasta el pié de la cruz es de unos 300 metros. Aquellos sitios donde fueron hallados los cuerpos de los héroes se señalan ahora con una cruz sencilla de piedra; y todo el lugar, aquel que recogió y empapó la sangre de las víctimas, ha quedado acotado como “recinto sagrado”, que no será jamás removido ni hollado.
LA QUÍNTUPLE ARQUERÍA
Inmediatamente, por encima del “recinto sagrado” se inicia la obra monumental, que arranca con la quíntuple arquería. Cada uno de los arcos está dedicado a uno de los Caídos. El del centro, que es al propio tiempo altar, al general Mola, cuyo nombre está inscrito en letras doradas. Además, y en la parte del muro, que mira al “recinto sagrado”, se puede leer esta inscripción:
Al pie de los arcos se encuentra el “recinto sagrado” donde fueron hallados los cinco cuerpos. En este lugar se alzaba una cruz en el lugar exacto donde fue encontrado cada uno de los cuerpos, en la actualidad solo se conserva la cruz principal en el lugar donde se halló el cuerpo mutilado de Mola. Según nos informa nuestro lector Santi, se conservan las cinco cruces, no solamente una, en los lugares donde se encontraron los cuerpos de los cinco fallecidos. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
“El día 3 de junio de 1937, el invicto general D. Emilio Mola Vidal cayó en este lugar, víctima de un accidente derivado de su actividad en el mando y de su valor militante. Quien cien veces en su vida arrostró el peligro de la guerra con ánimo sereno y corazón levantado vino a morir con las alas rotas en día de niebla sobre estas tierras que su nombre han hecho sagradas. Como símbolo de lo que fue en vida, su muerte se preparó en el vuelo, entre las nubes, y en ellas quedó su espíritu abierto a las luces de la inmortalidad. ¡Honor a su recuerdo, que en el futuro marcará el pórtico de la nueva reconquista de España!. El corazón en alto, por su gloria. Y en los labios de quien quiera se detenga en este recinto sagrado una oración. 3 de junio de 1938. II Año Triunfal.”
EL GRADERÍO HASTA EL MONUMENTO
En la base de los arcos comienza una larga escalinata que culmina a los pies del hito en lo alto del cerro. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
En rampa muy acentuada sigue ascendiendo un graderío muy ancho, que alcanza hasta la carretera construida desde el pueblo de Alcocero; y luego de cruzar esta carretera, se continua aún engrandecida la escalinata, de más de cincuenta metros de anchura, para llegar al mismo pié del monumento, cuya base forma una gran cruz. El monumento es una sencilla y áspera columna de piedra que tiene en la parte anterior el escudo de España y debajo de él, en gruesas letras doradas: un apellido: Mola.»
Tras esta vibrante y detallada descripción del monumento realizada por el periodista de ABC Alberto Martín Fernández, que utilizaba el pseudónimo de “Juan Deportista”, seguimos con los detalles de la ceremonia, en la que nuevamente tomaremos como base esta misma noticia de ABC.
Poco después del mediodía llegaba al lugar Francisco Franco que fue recibido por el general López Pinto, jefe de la sexta región militar. “Su aparición, recibida por la multitud con una ovación ensordecedora, fue un momento de inusitada emoción. En este instante, el sordo roncar de los motores se aproxima, anuncia la llegada de varias escuadrillas que evolucionan sobre el monumento y dejan caer flores sobre él”.
Durante el acto de homenaje el general Franco pronunciaría un discurso acorde con la escenografía del acto. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
Posteriormente tomaría la palabra el general López Pinto, que pronunciaría un discurso, terminada la alocución el “Caudillo se dispone a pronunciar su discurso, prorrumpiendo el público en aclamaciones”. Por su indudable interés, reproducimos aquí el discurso íntegro tal y como los recogió ABC:
«Mi general, españoles todos presentes en este acto: habéis venido aquí en el segundo aniversario de la muerte de nuestro querido general Mola, no a inaugurar un monumento que respondiese a su grandeza; habeis venido aquí a colocar un hito en el lugar de su sufrimiento y de su muerte. Este no es el monumento que se merece la grandeza de nuestro héroe. Esta es la urbanización del solar en que plantamos la cruz a la grandeza de un hombre que en aquellos primeros días, en los momentos duros de España, rompió en Navarra la inercia del Movimiento Nacional. Y esto no hubiera sido posible sin esa vida de Mola. Esto no se llevaría a cabo sin esos caracteres, sin estos hombres que podemos llamar los hombres africanos, curtidos en aquellas tierras áridas y areniscas que dieron a España nuestros grandes valores. Y es que en la soledad de los campos, en la meditación y en el trabajo, se forman los caracteres de la raza, igualmente que ayer se forjaban los de nuestros caudillos castellanos en estas tierras pobres de altos horizontes, en donde los castillos, con sus muros pelados, cobijaban la grandeza de los hombres en la meditación y en el trabajo, como en los monasterios, perdidos en la soledad de los campos encerraban en sus muros la madera de nuestros grandes santos.
Este homenaje que hacemos hoy a Mola es homenaje que a él se debe como guión de esa juventud africana, de esos hombres que adquirían su temple en las montañas y que tenían su corazón como su brazo al servicio de España. Esta es la cruz en el camino que pide una oración, no el monumento a la victoria, porque la victoria de España, la victoria de Mola, la victoria de Sanjurjo, la que forjaron nuestros más grandes héroes, tiene una dimensión mayor, tiene una dimensión universal, y cuando tiene ese alcance una victoria, es pobre el cemento, son pobres las piedras, hay que levantar templos, hay que edificar lugares donde se adore a Dios y se eleve el corazón ante los héroes caídos y ante los mártires. Nuestro monumento de la victoria no será un mausoleo más de piedra ni un grupo escultórico, cosa de tiempos pasados; tendrá más grande dimensión, tendrá basílica, monasterio y cuartel. Tendrá la reciedumbre de España, y con la noble aspereza de la piedra, la soledad que invita a la oración.
Españoles todos, contestadme: ¡Emilio Mola Vidal! El público contesta: ¡Presente! ¡Arriba España! El público repite el grito pronunciado por el Caudillo.»
Tras el discurso, se oficiaría una misa sobre el pequeño altar que se encuentra bajo el arco central, el que tiene grabado el nombre de Mola. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
Tras una larga ovación, se inició en el altar ubicado bajo la arquería, una solemne misa oficiada por el arzobispo de Burgos, durante la cual una escuadrilla sobrevoló el monumento formando una cruz. Terminada la misa, Franco se dirigió a saludar a la viuda y a los hijos de Mola, con «visible emoción». A continuación se dirigió hacia el “campo sagrado” donde se detuvo a orar delante de las cruces emplazadas en los lugares donde fallecieron los tripulantes del avión. «Todavía algunos densos nubarrones, como aquellos otros que hace exactamente dos años envolvieron el aeroplano del general Mola, enturbien el panorama y dejan caer la lluvia abundante. Los soldadeos, los invitados, las gentes que vinieron de Navarra y de toda España para asociarse a este homenaje al jefe del Ejército del Norte, soportan esta lluvia, que es en la fecha solemne del aniversario como la reproducción de aquella trágica jornada, con su niebla y su tristeza y su llanto celestial»
. Así terminaba la crónica periodística de aquel acto solemne.EL MOMUMENTO AL GENERAL MOLA
En nuestra anterior crónica nos centrábamos en el accidente de aviación en el que fallecería el general Mola el 3 de Junio de 1937 el la localidad de burgalesa de Alcocero, renombrada en la actualidad como Alcocero de Mola. También conocíamos en aquella crónica como las relaciones entre Mola y Franco no fueron todo lo “idílicas” que la historiografía franquista posterior a la guerra nos ha querido mostrar. Franco al finalizar la guerra había logrado acaparar en su persona el poder y control absolutos del estado, un hecho al que sin duda contribuyó una serie de acontecimientos trágicos, pero que algunos autores no dejan de atribuir a la “baraka” del general gallego, como fueron las muertes del general Sanjurjo, la de José Antonio Primo de Rivera y la de Mola. Nunca podremos saber que habría sucedido de no haberse producido estas muertes, pero seguramente el guión habría sido bastante diferente.
La noticia de la inauguración del monumento sería recogida en primera página por los principales periódicos del país, en la imagen vemos la portada del ABC del día siguiente. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
Desde antes de finalizar la guerra Franco y los ideólogos ya plantearon las bases sobre las que habría de asentarse el futuro régimen que vendría tras la victoria por las armas en la guerra, entre ellas la exaltación de la memoria de los “mártires” y de los “caídos por Dios y por España”. De todos ellos, seguramente la figura más reconocida dentro del ideario franquista sería la de José Antonio Primo de Rivera, el “Ausente”. El nuevo régimen de Franco adoptaría como principal sustrato ideológico el ideario e iconografía de la Falange haciéndolos suyos, y la figura de José Antonio, fusilado en la prisión de Alicante en noviembre de 1936, sería un referente constante a lo largo de toda la trayectoria del franquismo. Desde dentro de la propia Falange surgirían voces oponiéndose a esta “apropiación”, voces que serían rápidamente acalladas por la poderosa maquinaria de poder franquista.
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Tras José Antonio, que ocupa un indiscutible primer lugar en la simbología ideológica del franquismo, nos encontraríamos con la figura del general Mola dentro de ese particular escalafón. Rara era la localidad que no tuviera entre sus calles y plazas una dedicada al “Caudillo”, otra a José Antonio, así como una al general Mola. Si José Antonio era el “asesinado”, es decir el “mártir” por excelencia, el general Mola era el principal exponente del caído en acto de servicio, en combate.
El conjunto monumental culmina en un monolito en la cumbre del cerro donde se estrelló el avión, al que se accede por una larga escalinata que comienza en el mismo lugar donde impactó el aparato. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
Esta simbología tendría también su correspondencia monumental, con la construcción de diferentes estructuras que deberían servir no solo para recordar la figura y obra de los homenajeados, sino también para demostrar la grandeza y poder del régimen nacido tras ganar la guerra. Estos monumentos estarían en sintonía con construcciones similares realizadas por los fascistas italianos o los nazis alemanes. La arquitectura de estos monumentos debía simbolizar la grandeza del estado al que representaba, así como las ideas sobre las que ese estado se asentaba. Sin duda el más claro ejemplo de todo ello lo encontramos en el Valle de los Caídos, construido en la sierra madrileña, que habría de servir de mausoleo para Franco y José Antonio. En la misma línea, aunque con unas dimensiones y monumentalidad más modestas, nos encontramos con el monumento erigido a la memoria del general Mola, en Alcocero, en el mismo lugar donde se produciría el accidente que acabaría con su vida.
El accidente se produjo junto a la localidad de Alcocero, que desde aquel momento pasó a denominarse Alcocero de Mola. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
No hemos podido encontrar detalles sobre los autores del proyecto, ni de las fechas de inicio de las obras. Según sostiene Isaias Lafuente, autor del libro “Esclavos por la patria”, el 3 de julio de 1937, un mes después del accidente, un destacamento de prisioneros republicanos comienza a construir el monumento de Alcocero.
Ya durante la guerra civil los presos republicanos comenzaron a ser utilizados como mano de obra, en algunos caso y según diversos autores en un régimen cercano a la esclavitud, aunque el franquismo tratara de enmascararlo desde sutiles matizaciones, así en el decreto 281 del 28 de mayo de 1936 este nuevo cometido de los presos era contemplado como un derecho que los propios presos tenían. Veamos una parte de ese decreto:
“El derecho al trabajo, que tienen todos los españoles como principio básico declarado en el punto quinto del programa de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, no ha de ser regateado por el nuevo Estado a los prisioneros y presos rojos, en tanto que no se oponga, en su desarrollo, a las previsiones que en orden a vigilancia merecen quienes olvidaron los más elementales deberes de patriotismo.”
Este sistema se iría perfeccionando, y ya en 1938 se crearía el Patronato para la Redención de Penas, que impondría criterios “empresariales” pasando a ser el organismo que gestionara los rendimientos económicos generados por el trabajo de estos presos. También se encargaría de crear un “Fichero Fisiotécnico” en el que se recogerían tanto las habilidades laborales como la capacidad física de cada uno de los presos, para poder obtener un mayor aprovechamiento de cada uno de ellos acorde con sus capacidades. En algo menos de un año, el fichero contenía los datos de más de 100.000 presas y presos republicanos. De alguna forma estos presos eran tratados como una mercancía capaz de generar ingresos.
Desde poco después de comenzar la guerra, un elevado número de prisioneros del bando republicano serían utilizados como mano de obra barata para la realización de innumerables tareas, poniéndose a disposición tanto de organismos oficiales como de empresas privadas, muchas de las cuales lograron grandes beneficios a su costa. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
Para hacernos una idea del rendimiento que se podía obtener de cada preso, decir que recibían el salario de un obrero normal, pero de ese salario solo quedaba para el preso y la familia de este, aproximadamente el veinticinco por ciento, mientras que el resto pasaba a las arcas públicas como ‘beneficio del Estado’. Sin olvidar que en muchas ocasiones era el propio preso el que debía pagar el uniforme que llevaban con su parte del salario, o incluso llegar a pagar por recibir visitas. Este sistema de explotación, proveía de mano de obra cualificada y barata desde talleres especializados a canteras, pasando por todo el rosario de obras públicas que hubo que acometer una vez finalizada la guerra. Los presos no solamente eran utilizados para obras del Estado, también estaban a disposición de las empresas que estuvieran dispuestos a pagar por ellos. La demanda de presos era grande dado que ofrecían evidentes ventajas: condiciones laborales pésimas, estaban mal alimentados, se les podía hacinar en barracones que ellos mismos se encargaban de construir, las condiciones higiénicas eran lamentables, pero sobre todo había que tener en cuenta que a estos presos se les podía hacer trabajar en jornadas de 10 o 12 horas. De esta forma se lograban incrementos de producción que iban del 20 al 60%, lo que explica esa fuerte demanda de sus servicios.
Gracias a esta rentabilidad fueron muchas las empresas que se sirvieron de esta mano de obra durante muchos años, entre las más destacadas por su tamaño e importancia estarían Dragados y Construcciones, Duro Felguera o Pórtland Ibérica, sin olvidar al constructor José Banús, que se serviría del último destacamento penitenciario del que se tiene constancia para construir la colonia de lujo Mirasierra en Madrid ya en la década de los 70. Pero no serían solamente grandes empresas, también pequeñas y medianas, así como ayuntamientos, terratenientes, caciques locales, la Iglesia y un largo etcétera.
Muchas de las más importantes infraestructuras del periodo franquista se construyeron utilizando a presos republicanos en un régimen en muchos casos cercano a la esclavitud. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
Tal vez la obra más emblemática construida por estos trabajadores fuera el Valle de los Caídos, pero la huella de estos trabajadores la podemos encontrar en pantanos, canales de riego, fábricas, minas, líneas férreas, fortificaciones, puentes, túneles o incluso en la construcción de algunas cárceles, como la de Carabanchel en Madrid. Estos presos casi esclavos, son otra de las páginas negras del régimen que siguió a la guerra, una página que como otras muchas tampoco es lo suficientemente conocida.
Pero volvamos a Alcocero y a los trabajos de construcción del monumento. Según el testimonio de Francisco Romera López, publicado en el blog “Monumento al general Mola”, que ya conocimos en nuestra anterior crónica, en el invierno del 38, las autoridades solicitaron ayuda a los vecinos del pueblo:
P: Del monumento ¿qué me puede decir? ¿Cómo se llevó a cabo la construcción de este?
Fco: “Pues al año y medio de esto en invierno del 38, yo ya era alcalde, nos mandaron ayudarles a construir el monumento y en esos años estaba la cosa como para decir que no queríamos ayudar (risas). Y con bueyes y percherones y mansos nuestros y de los labradores de los pueblos de alrededor, íbamos a la cantera de Villalómez a cargar piedra que picaban allí los presos y la íbamos subiendo poco a poco hasta monte, así un montón de días y días, ¡los kilómetros que me hice yo subiendo piedras allí y mira cómo está eso ahora, todo abandonado!”
Vista del conjunto monumental contemplado desde lo alto del hito. Al final de la escalinata se observan los cinco arcos, uno por tripulante del aparato, que se alzan junto al lugar donde impactó el avión. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
Finalmente el monumento se inauguró el 3 de junio de 1939, coincidiendo con el segundo aniversario del accidente. El acto sería presidido por el general Franco, quien estaría acompañado por su esposa, la viuda e hijos de Mola, el Gobierno en pleno, embajadores de Japón, Alemania e Italia, una nutrida representación de mandos militares y por el Nuncio de la Santa Sede en España Federico Tedeschini, así como por el obispo José Yanguas Messía, representante de España ante la Santa Sede. El ejército estaría representado por una compañía de cada arma.
El conjunto monumental se extiende a lo largo de la ladera del cerro donde se estrelló el avión de Mola, comprendiendo desde el lugar del impacto, hasta la cumbre del mismo. La descripción del monumento que nos ofrece el periódico ABC en la noticia del día de la inauguración lo define de esta forma:
«El monumento ocupa una ancha extensión, y la longitud desde donde diera en tierra el aparato hasta el pié de la cruz es de unos 300 metros. Aquellos sitios donde fueron hallados los cuerpos de los héroes se señalan ahora con una cruz sencilla de piedra; y todo el lugar, aquel que recogió y empapó la sangre de las víctimas, ha quedado acotado como “recinto sagrado”, que no será jamás removido ni hollado.
LA QUÍNTUPLE ARQUERÍA
Inmediatamente, por encima del “recinto sagrado” se inicia la obra monumental, que arranca con la quíntuple arquería. Cada uno de los arcos está dedicado a uno de los Caídos. El del centro, que es al propio tiempo altar, al general Mola, cuyo nombre está inscrito en letras doradas. Además, y en la parte del muro, que mira al “recinto sagrado”, se puede leer esta inscripción:
Al pie de los arcos se encuentra el “recinto sagrado” donde fueron hallados los cinco cuerpos. En este lugar se alzaba una cruz en el lugar exacto donde fue encontrado cada uno de los cuerpos, en la actualidad solo se conserva la cruz principal en el lugar donde se halló el cuerpo mutilado de Mola. Según nos informa nuestro lector Santi, se conservan las cinco cruces, no solamente una, en los lugares donde se encontraron los cuerpos de los cinco fallecidos. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
“El día 3 de junio de 1937, el invicto general D. Emilio Mola Vidal cayó en este lugar, víctima de un accidente derivado de su actividad en el mando y de su valor militante. Quien cien veces en su vida arrostró el peligro de la guerra con ánimo sereno y corazón levantado vino a morir con las alas rotas en día de niebla sobre estas tierras que su nombre han hecho sagradas. Como símbolo de lo que fue en vida, su muerte se preparó en el vuelo, entre las nubes, y en ellas quedó su espíritu abierto a las luces de la inmortalidad. ¡Honor a su recuerdo, que en el futuro marcará el pórtico de la nueva reconquista de España!. El corazón en alto, por su gloria. Y en los labios de quien quiera se detenga en este recinto sagrado una oración. 3 de junio de 1938. II Año Triunfal.”
EL GRADERÍO HASTA EL MONUMENTO
En la base de los arcos comienza una larga escalinata que culmina a los pies del hito en lo alto del cerro. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
En rampa muy acentuada sigue ascendiendo un graderío muy ancho, que alcanza hasta la carretera construida desde el pueblo de Alcocero; y luego de cruzar esta carretera, se continua aún engrandecida la escalinata, de más de cincuenta metros de anchura, para llegar al mismo pié del monumento, cuya base forma una gran cruz. El monumento es una sencilla y áspera columna de piedra que tiene en la parte anterior el escudo de España y debajo de él, en gruesas letras doradas: un apellido: Mola.»
Tras esta vibrante y detallada descripción del monumento realizada por el periodista de ABC Alberto Martín Fernández, que utilizaba el pseudónimo de “Juan Deportista”, seguimos con los detalles de la ceremonia, en la que nuevamente tomaremos como base esta misma noticia de ABC.
Poco después del mediodía llegaba al lugar Francisco Franco que fue recibido por el general López Pinto, jefe de la sexta región militar. “Su aparición, recibida por la multitud con una ovación ensordecedora, fue un momento de inusitada emoción. En este instante, el sordo roncar de los motores se aproxima, anuncia la llegada de varias escuadrillas que evolucionan sobre el monumento y dejan caer flores sobre él”.
Durante el acto de homenaje el general Franco pronunciaría un discurso acorde con la escenografía del acto. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
Posteriormente tomaría la palabra el general López Pinto, que pronunciaría un discurso, terminada la alocución el “Caudillo se dispone a pronunciar su discurso, prorrumpiendo el público en aclamaciones”. Por su indudable interés, reproducimos aquí el discurso íntegro tal y como los recogió ABC:
«Mi general, españoles todos presentes en este acto: habéis venido aquí en el segundo aniversario de la muerte de nuestro querido general Mola, no a inaugurar un monumento que respondiese a su grandeza; habeis venido aquí a colocar un hito en el lugar de su sufrimiento y de su muerte. Este no es el monumento que se merece la grandeza de nuestro héroe. Esta es la urbanización del solar en que plantamos la cruz a la grandeza de un hombre que en aquellos primeros días, en los momentos duros de España, rompió en Navarra la inercia del Movimiento Nacional. Y esto no hubiera sido posible sin esa vida de Mola. Esto no se llevaría a cabo sin esos caracteres, sin estos hombres que podemos llamar los hombres africanos, curtidos en aquellas tierras áridas y areniscas que dieron a España nuestros grandes valores. Y es que en la soledad de los campos, en la meditación y en el trabajo, se forman los caracteres de la raza, igualmente que ayer se forjaban los de nuestros caudillos castellanos en estas tierras pobres de altos horizontes, en donde los castillos, con sus muros pelados, cobijaban la grandeza de los hombres en la meditación y en el trabajo, como en los monasterios, perdidos en la soledad de los campos encerraban en sus muros la madera de nuestros grandes santos.
Este homenaje que hacemos hoy a Mola es homenaje que a él se debe como guión de esa juventud africana, de esos hombres que adquirían su temple en las montañas y que tenían su corazón como su brazo al servicio de España. Esta es la cruz en el camino que pide una oración, no el monumento a la victoria, porque la victoria de España, la victoria de Mola, la victoria de Sanjurjo, la que forjaron nuestros más grandes héroes, tiene una dimensión mayor, tiene una dimensión universal, y cuando tiene ese alcance una victoria, es pobre el cemento, son pobres las piedras, hay que levantar templos, hay que edificar lugares donde se adore a Dios y se eleve el corazón ante los héroes caídos y ante los mártires. Nuestro monumento de la victoria no será un mausoleo más de piedra ni un grupo escultórico, cosa de tiempos pasados; tendrá más grande dimensión, tendrá basílica, monasterio y cuartel. Tendrá la reciedumbre de España, y con la noble aspereza de la piedra, la soledad que invita a la oración.
Españoles todos, contestadme: ¡Emilio Mola Vidal! El público contesta: ¡Presente! ¡Arriba España! El público repite el grito pronunciado por el Caudillo.»
Tras el discurso, se oficiaría una misa sobre el pequeño altar que se encuentra bajo el arco central, el que tiene grabado el nombre de Mola. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
Tras una larga ovación, se inició en el altar ubicado bajo la arquería, una solemne misa oficiada por el arzobispo de Burgos, durante la cual una escuadrilla sobrevoló el monumento formando una cruz. Terminada la misa, Franco se dirigió a saludar a la viuda y a los hijos de Mola, con «visible emoción». A continuación se dirigió hacia el “campo sagrado” donde se detuvo a orar delante de las cruces emplazadas en los lugares donde fallecieron los tripulantes del avión. «Todavía algunos densos nubarrones, como aquellos otros que hace exactamente dos años envolvieron el aeroplano del general Mola, enturbien el panorama y dejan caer la lluvia abundante. Los soldadeos, los invitados, las gentes que vinieron de Navarra y de toda España para asociarse a este homenaje al jefe del Ejército del Norte, soportan esta lluvia, que es en la fecha solemne del aniversario como la reproducción de aquella trágica jornada, con su niebla y su tristeza y su llanto celestial»
En la actualidad el aspecto que presenta el monumento es muy otro, el recinto está abandonado y el deterioro es manifiesto. Por una parte el inexorable paso del tiempo va dejando su huella, la acción de la naturaleza también se deja notar y los árboles y la vegetación comienza a reclamar lo que un día fue suyo. Pero quizá lo más grave sean los actos vandálicos y de gamberrismo, que alguno puede interpretar como reivindicativo. El debate sobre lo que hacer con lo que se conserva del monumento está abierto, al igual que lo está con otros monumentos relacionados con el franquismo como ya vimos en la crónica del monumento a los pilotos de la Legión Cóndor en el cementerio de la Almudena. Mientras continúe este debate, el deterioro continúa, y quizá llegue un momento en que el deterioro de este monumento sea irreversible.
Sobre el muro que sirve de base a los arcos, en la parte colindante al recinto de las cruces, se encuentra una inscripción conmemorativa que ha sufrido diversos e importantes daños debido a actos vandálicos. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada).
Terminamos esta crónica con el texto final de un librito de la colección “Temas de Hoy” dedicado al general Mola. Si en nuestra anterior crónica recogíamos el testimonio de Serrano Suñer sobre la indeferencia y frialdad con la que Franco recibió la noticia de su muerte, en esta ocasión se plantea todo lo contrario, finalizada la guerra no debía quedar ninguna duda sobre los sentimientos del “Caudillo”: «El dolor los inmovilizó a todos. La desgracia que acababa de caer sobre el corazón de España los tuvo largo tiempo anonadados. Alguien, al fin, pudo hablar para decir: “¡Dios mío, Dios mío!, ¿Quién le dice esto a Franco?...”
Ningún dolor mayor sufrió en la guerra el Generalísimo. Pero supo sobreponerse, sereno, a su aflicción. “España ha perdido a su mejor hijo; yo, al más leal e inteligente compañero y amigo. Descanse en paz de Dios y… ¡adelante! ¡Arriba España!”». Como ven, muy poco que ver con la versión de Serrano Suñer.
En una próxima crónica, visitaremos otros lugares relacionados con la Guerra Civil que ha visitado el equipo de redacción de SOL Y MOSCAS desplazado al norte de Burgos, así como el de otros lugares de gran interés que se pueden visitar en la zona.
Florentino Areneros.
GALERÍA FOTOGRÁFICA
A continuación pueden contemplar una cuidada selección de algunas fotografías sobre el estado del conjunto en la actualidad, realizadas el 20 de julio de 2012 por nuestro reporter gráfico FOTO JAZ.
La carretera que llega desde Alcocero al monumento deja aun lado los arcos con el “recinto sagrado” y al otro el hito en la cima del cerro.
Una imagen de la parte posterior del hito por donde se accede al interior.
En la parte frontal, sobre la inscripción MOLA encontramos el escudo del águila.
Dos imágenes del monumento erigido en el lugar donde se estrelló el avión. En la foto superior podemos apreciar el altar bajo el arco central, el dedicado al general Mola. En la foto inferior vemos como los árboles comienzan a crecer en lo que antes fueron unas escaleras.
En la mayoría de las superficies del monumento se han realizado pintadas, mientras que otras estructuras han sido vandalizadas y sufren notables daños.
La planta del hito que corona el conjunto es de cruz griega, uno de cuyos brazos ha sido acondicionado como escalera. En estas imágenes podemos observar unas vistas del interior tomadas desde abajo y desde arriba del monumento.
Las ventanas que encontramos a lo largo de la escalera, nos recuerdan a las troneras de los fortines. En la fotografía podemos apreciar el espesor de los muros de cemento.
Las vistas de la comarca y los alrededores desde lo alto del hito son espectaculares.
De vuelta a Alcocero en el T-26 de R. Capa, una corza salió a la carretera a despedirnos.
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