SARAMAGO, EL BAILONGO, LA LEGIÓN CONDOR Y LAS TRECE ROSAS.
De nuevo la rabiosa actualidad nos obliga a cambiar nuestros planes editoriales para hacerles llegar las últimas noticias. Como recordarán en números anteriores de SOL Y MOSCAS publicábamos una crónica titulada “De los Austrias a Mourinho” en la que entre otros temas relacionados hablábamos del Iberismo, o lo que es lo mismo, de la unificación de Portugal y España, y citábamos a uno de sus más fervientes defensores, el genial escritor portugués José Saramago, que como todos ustedes sabrán, falleció la pasada semana ( "Pulse AQUÍ para ir a la crónica DE LOS AUSTRIAS A MOURINHO").
Muchos de ustedes se preguntarán cual es la razón de hablar del Nobel luso en una publicación dedicada al mundo taurino y a la guerra civil, pero han de saber que José Saramago era un acérrimo antitaurino, y un gran luchador por los derechos de los animales. Esta publicación que modestamente dirijo, con más entusiasmo que acierto, recoge opiniones sobre el mundo taurino, tanto a favor como en contra, hasta ahí podríamos llegar, para sectarismos ya tenemos a los políticos demócratas. Y al igual que en breve dedicaremos una prometida crónica al Nobel norteamericano Hemingway, destacado defensor y gran aficionado a la Fiesta (y a beber, y a las mujeres, y a los puros, y a la caza, y a la pesca..., menudo pájaro), hoy mostraremos algunas de las opiniones del escritor portugués, en las que curiosamente cita a Hemingway, que hemos recogido de su libro “Cuadernos de Lanzarote”:
El exacto momento en el que un toro baja la cabeza para recibir el estoque mortal. Salí inmediatamente de la plaza, gracias al poder milagroso del mando a distancia. Me acordé entonces de lo que escribí, hace unos años, acerca de estas fiestas; tres artículos que no deben de haber agradado a ningún español, y menos a los navarros. Imagino que cuando me los pidieron de "Cambio 16", estarían esperando cualquier cosa del género de un nuevo Hemingway, pero los cálculos les salieron errados: lo que tuvieron que publicar fue una honesta confesión de incapacidad para entender la fiesta. Como se demostrará con este pequeño trecho exhumado de papeles viejo.
"Va a entrar el primer toro, han resonado sordamente los timbales de la presidencia, es la hora. Todos miramos, ansiosos, la bocaza negra del toril. El toro entra en la plaza. Entra siempre, creo. Este vino con alegre correría, como si, viendo una puerta abierta hacia la luz, hacia el sol, creyese que lo devolvían a la libertad.
Animal tonto, ingenuo, ignorante también, inocencia irremediable, no sabe que no saldrá vivo de este anillo infernal que aplaudirá, gritará, silvará durante dos horas, sin descanso. El toro atraviesa corriendo la plaza, mira los tendidos sin entender lo que sucede allí, vuelve hacia atrás, interroga los aires, finalmente arranca en dirección de un bulto que le hace señas con un capote, en dos segundo se encuentra del otro lado, era una ilución, creía embestir contra algo sólido, que merecía su fuerza, y no era más que una nube. Realmente, ¿qué mundo ve el toro? Estos toreros que se visten de todos los colores, que se cubren de pasamanerías y lentejuelas, que brillan en la arena como cristales preciosos, como figuras de vitral, ¿son así a los ojos del toro, o los ve él como sombras opacas, huidizas, inestables, que surgen de la nada y se esconden en la nada? Imagino que el toro vive en un universo soñado, fantasmal, cubierto de cenizas, en el que el sabor de la hierba y el olor de los pastos serán las únicas referencias apaciguadoras de un mundo vago en el que los árboles son como cortinas oscilantes y las nubes en el cielo, grandes bloques de mármol, al mismo tiempo que la luz se va moviendo difícilmente hacia la noche". Y éste, además: "El toro va a morir. De él se espera que tenga fuerza suficiente, debilidad, suavidad, para merecer el título de noble. Que embista con lealtad, que obedezca al juego del matador, que renuncie a la brutalidad, que salga de la vida tan puro como entró en ella, tan puro como vivió, casto de espíritu como lo está de cuerpo, pues virgen va a morir. Tendré miedo por el torero cuando se exponga sin defensa ante las armas de la bestia. Sólo más tarde entenderé que el toro, a partir de un cierto momento, incluso continuando vivo, ya no existe, entró en un sueño que es sólo suyo, entre vida y muerte"
Ahí queda. Recuerdo que cuando Pilar acabó de leer los artículos sólo me dijo; "No puedes entender...". Tenía razón: no entiendo, no puedo.