viernes, 15 de agosto de 2025

FRANCO POR JUAN BENET

FRANCO POR JUAN BENET

Por Florentino Areneros.

Dentro de la hermética narrativa del ingeniero y escritor Juan Benet Goitia (Madrid, 7 de octubre de 1927 - 5 de enero de 1993) la Guerra Civil ocupa un lugar destacado, un trasfondo permanente en muchas de sus obras donde el autor va situando a sus personajes y sus vivencias. Benet fue un profundo estudioso de la historia de la Guerra Civil, un auténtico erudito, así como también del otro gran acontecimiento bélico del pasado siglo como fue la II Guerra Mundial, un interés que le llevó a acariciar la idea de escribir una historia de la Guerra Civil dedicada exclusivamente a sus operaciones militares, para ello comenzó a adquirir y leer gran parte de la extensa bibliografía dedicada a este episodio histórico. Ante la manifiesta imposibilidad de llevar adelante este inabarcable proyecto decidió aprovechar lo ya asimilado para convertir todo ello en una larga narración en la que concentrar toda la guerra situándola en un territorio aislado e imaginario, que el escritor bautizó como Región. Aquel proyecto tomaría forma en un conjunto de relatos que se irían publicando a lo largo de los años, un proyecto que la muerte del autor dejó inconcluso. El resultado fueron tres volúmenes(1) que compartirán el título de "Herrumbrosas lanzas"(2).

Portada de la primera novela (Libros I-VI) de Herrumbrosas Lanzas publicada en 1983 (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

En noviembre de este año se cumplirán 50 años de la muerte del dictador Francisco Franco, con motivo de esta efeméride se realizaran un buen número de eventos y actividades relacionados con su figura, así como sobre su papel y trascendencia en la Historia; y supongo que también algún que otro homenaje, unos serán públicos y otros se celebrarán en la "intimidad" por el qué dirán. Por supuesto que se publicarán decenas de artículos sobre esta temática, aparecerá nueva bibliografía, como el extenso trabajo de Julián Casanova publicado recientemente, o se recuperarán otros considerados canónicos, como la biografía de Stanley G. Payne y Jesús Palacios, o el no menos monumental de Paul Preston. Pero hoy queremos traer Sol y Moscas (todo un honor contar en estas páginas con la colaboración, no solicitada ni consentida por razones obvias, de alguien de la talla de Juan Benet) el breve retrato que Juan Benet hace de la figura del dictador en el primer volumen de lo que podríamos definir como su "trilogía". Aunque bien es cierto que en el texto no se refiere al personaje por su nombre, en la descripción le denomina como "aquel Mando" o bien "Mando supremo", no deja lugar a dudas de a quien se refiere.

Aquí tienen los lectores de Sol y Moscas los párrafos que Benet dedica a la figura y personalidad del "Mando":

...se había casado con una mujer más alta y de mejor rango que el suyo, que se pirraba por las joyas; y de ella había tenido una hija... (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

…Era notorio que aquel Mando, elevado a la Jefatura del nuevo Estado para conducir la guerra y sólo para conducir la guerra, necesitaba de un plazo para consolidarse en su puesto, para barrer a la posible oposición que pudiera surgir de entre sus propias filas, para acreditarse como el futuro y definitivo Jefe no sólo entre sus compañeros de armas, sino también entre los elementos civiles que había atraído a su bando y para llegar, al término de la guerra, con la carta de crédito suscrita por todos los suyos que le permitiera seguir ostentando aquella Jefatura en la subsiguiente paz. Mientras durase la guerra su Jefatura no sería puesta en entredicho…, en tanto la condujese de manera victoriosa. En verdad, no abrigaba la menor duda de que alcanzaría la victoria a la vuelta de ¿cuántos años?, y de ahí que no se le cayese de la boca aquella comedida sonrisilla de triunfo. Pero más aún: estaba persuadido de que en ningún momento conocería la derrota, y si se había de producir algún revés —alguna sorpresa desagradable en un juego dominado por sus triunfos—, ya acertaría a transformarlo en un éxito propio, que pusiera de manifiesto su pericia tanto como su prudencia, su eficacia y competencia militar tanto como su talento político. Por consiguiente, así entendida, la guerra trabajaba para él. Cuando en un barracón provisional, dentro de las dependencias de un pequeño aeródromo provinciano, fue elegido por sus compañeros de armas para personificar aquella unidad de Mando por la que abogaban unos cuantos imprudentes, ansiosos de dar una solución a ciertas contingencias militares e incapaces de vislumbrar la terrible sombra que tal figura arrojaría sobre el futuro de todos ellos, es probable que en su cabeza sólo bullera de forma imprecisa e insinuante el omnímodo papel que más tarde se había de atribuir. Hasta entonces sólo habían contado razones militares, por no decir castrenses. Desde entonces(3) no hizo sino incrementar su confianza para cumplir un papel providencial. Era un hombre menudo, atiplado, que se pirraba por los honores; se había casado con una mujer más alta y de mejor rango que el suyo, que se pirraba por las joyas; y de ella había tenido una hija, bastante agraciada, que con el tiempo se pirraría por los títulos; o sea, que entre los tres cubrían todo el mercado de la gloria. Había hecho en el teatro de África una carrera brillante, a lo largo de la cual había demostrado tanto un cierto arrojo como una innata capacidad para la crueldad. Sabía arriesgarse, pero no era temerario. No se sumó a los conjurados mientras el invierno republicano les obligó a llevar la existencia larvada de la conspiración, y cuando por fin tomaron vuelo, en pleno verano, condicionó la prestación de sus servicios al pronunciamiento (no sin que mediaran interminables vacilaciones e insólitos acontecimientos que ayudaron a mover su voluntad hacia el lado de la rebelión) a un depósito en un banco extranjero a nombre de su mujer, para garantizar su futuro en el caso de que su traición terminara en el fracaso. Era un hombre receloso, nada sobrado de luces, sobre quien nunca nadie logró depositar su confianza. De tal manera reunía en su persona todos los caracteres del traidor que sólo sabía apreciar la fidelidad hacia él, aun cuando estuviera unida a la más obtusa inteligencia. Ni las creencias, ni la fidelidad a la depuesta Monarquía, ni la defensa de ideales mancillados por la República, ni la amistad (que no tenía) con algunos conjurados, ni el esprit de corps que pudiera unirle a buen número de cabecillas, le movieron a sumarse a la rebelión. Lo hizo por lucro.

Franco en primer plano junto a otros generales golpistas. Tras él de izquierda a derecha Mola, Saliquet, Queipo de Llano y Cabanellas. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

Con la vista puesta en su mejor lucro condujo la guerra, aun a despecho de poner en evidencia en repetidas ocasiones sus pocas dotes como estratega. No era un jugador apasionado —como la mayoría de sus colegas— que lo apostara todo a una carta. A los dos meses de asumir aquella suprema Jefatura canceló el ataque a la capital y demoró su captura indefinidamente, convencido de que se trataba de una fruta inmadura y peligrosa cuya ingestión podía poner fin al banquete. Adujo, cómo no, razones tácticas como convincentes y un deseo de ahorrar sufrimientos a una población a la que sometió al más estrecho y más largo asedio de hambre, frío, sed y peligro de toda la historia del país. No quería un triunfo rápido, pues sabía que sería efímero y, entre la victoria y el poder, optaría siempre por el último; no ambicionaba tanto ganancias suculentas como un continuo incremento de su renta; tenía mentalidad de escalafón y tan poca prisa que inventó una ridícula era, iniciada con aquel I Año Triunfal, que de tan flagrante manera denunciaba sus intenciones moratorias. No estaba nada sobrado de luces, no era culto, no tenía el don de la palabra; no tenía buena planta y su presencia era incómoda como la de un gato callejero, pero su ambición, su desconfianza hacia los suyos y su ruindad actuando de consuno podían producir los mismos efectos que una gran visión del porvenir —tanto bélico como político— y una incólume prudencia. No le gustaba atacar y tal vez ni siquiera avanzar y conquistar. Lo suyo, lo verdaderamente suyo, eran las operaciones de castigo —que había aprendido en África— y así condujo la Guerra Civil: como una larga operación de castigo, permitiendo a su enemigo —a partir del momento en que se encaramó a la cabeza del nuevo Estado, lo consolidó, cubrió sus espaldas y adquirió una incontestable superioridad bélica, tras la liquidación de la bolsa del Norte— que cometiera todos los desmanes que antojara, a fin de aplicarle a continuación el más severo correctivo.

El general Franco dirigiendo sobre el terreno las operaciones de la Batalla del Ebro. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

Espero que la crónica haya sido del interés de nuestros lectores, pueden dejar sus opiniones en los "comentarios" de la entrada que encontrarán en la parte inferior.

Florentino Areneros.

NOTAS:

(1) En 1983 se publicaría el primer volumen que incluye los libros I al VI, en 1985 el segundo que comprende el libro VII y en 1986 vería la luz el tercer volumen formado por los libros VIII a XII. Postumamente, en 1998 Alfaguara publicó una compilación de los tres volúmenes a los que añadió una cuarta parte inédita hasta entonces que contenía los libros XV y XVI, quedarían por completar los libros XIII y XIV que el autor no llegó a escribir.

Portada de la edición de Alfaguara de 1998 que recogía los tres volúmenes publicados más un cuarto inédito. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

(2) El título Herrumbrosas Lanzas está tomado del primer verso de la Elegía Primera de Miguel Hernandez dedicada a Federico García Lorca tras su asesinato en agosto de 1936: "Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas". Clic aquí para leer el poema de Miguel Hernández completo.

(3) "Y hasta su muerte." ATENCIÓN: esta anotación está incluida a pie de página en el propio texto por Juan Benet, la nota figura como (1) en el libro.

miércoles, 9 de julio de 2025

CAYETANA 1935

+CAYETANA+
7 DICIEMBRE 1935

Imagen de la inscripción desaparecida tomada en 2018, donde todavía se distingue el texto. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

Por Florentino Areneros.

Hace unos días recibí una inquietante llamada de dos incansables “curioseadores” de todo lo relacionado con la Historia de Madrid, como son José Ramón Rigal(1) y Fernando Atienza(2), dos grandes maestros del noble arte de la guerracivilmaquia, a los que es fácil ver recorriendo la ciudad, cuan pareja de la benemérita, documentación, fotos y libros en ristre, en busca de cualquier vestigio, de alguna dirección donde vivió algún personaje o tenía su sede algún organismo, así como lugares donde se produjo algún acontecimiento o verídico sucedido. En aquella llamada me informaban de que uno de los restos más singulares y enigmáticos del barrio de Argüelles había desaparecido misteriosamente.

Me estoy refiriendo a la inscripción que se encontraba en el faldón de granito, casi a ras de suelo, del edificio de la calle Princesa ubicado entre la calle de Mártires de Alcalá y la entrada del Palacio de Liria. En ella podía leerse grabado en la piedra:

+CAYETANA+
7 DICIEMBRE 1935

Un poco más arriba de la inscripción se distinguía lo que podría ser el impacto de un trozo de metralla, recordemos que esta zona fue intensamente bombardeada por la aviación franquista en noviembre de 1936. Todo el conjunto permitía echar a volar la imaginación y plantear descabelladas hipótesis, como por ejemplo el hecho de que las cruces en el nombre indicaran un fallecimiento, seguramente ocurrido en la fecha que aparecía esculpida. ¿Tendría algo que ver la marca del impacto con esa muerte?, ¿quizá un atentado o un enfrentamiento entre grupos rivales? El nombre de Cayetana conducía hacia el cercano palacio, ¿sería familia del Duque? Es algo habitual que cuando te encuentras con algo novedoso para lo que no tienes una respuesta inmediata la respuesta que imaginas más lógica y con mayor fundamente, suele ser la más alejada de la realidad, y este misterio no iba a ser una excepción.

El Duque de Alba junto a su esposa y su hija Cayetana. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

En estos casos lo mejor es pedir ayuda a los expertos, y en todo lo relacionado con la Guerra Civil Española, y más concretamente de la guerra en Madrid, no hay mayor concentración de expertos y de talento que el grupo de Facebook de Gefrema (clic aquí para acceder al grupo). Allí nos dirigimos en busca de ayuda, y en un visto y no visto Javier Mateo Cuco, uno de los numerosos especialistas en estas lides de este afamado grupo acabó con la incertidumbre. Y como los lectores habrán podido adivinar, ni había muertes, ni enfrentamientos, ni disparos ni nada que se le parezca. Eso sí, tenía relación con el vecino palacio, en algo había que acertar.

Recorte del diario La época del 9 de diciembre de 1935 en el que se hace eco del inicio de la construcción del nuevo edificio. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

Aquella inscripción tenía una explicación más mundana. Por aquella época en la que el automóvil había mandado al paro o a la carnicería a tantos equinos, el Duque de Alba decidió prescindir de las caballerizas de palacio, que daban mala imagen y peores olores, y sustituirlas por unos modernos bloques de viviendas en uno de los barrios con más proyección del nuevo Madrid. La prensa lo vendería como un gesto de altruismo, las nuevas viviendas iban a crear muchos empleos y repartir muchos jornales (en algún lugar he escuchado esto mismo cuando se presiente un posible pelotazo). El diario La Época en su edición del 9 de diciembre afirmaba: «Es indudable que la construcción de estos edificios supone una cuantiosa inversión de jornales, y durante algún tiempo contribuirá a aliviar el paro forzoso en el ramo de la construcción, algo disminuido en los últimos meses». Un día más tarde, el 10 de diciembre, el ABC en su edición de Sevilla, donde la familia del Duque tenía mucho tirón, se hacía eco de la noticia dedicándole ni más ni menos la portada con fotografía a toda página, donde vemos a la joven niña, paleta de albañil en mano, dispuesta a colocar la primera piedra. Curiosamente en el pie de foto el texto es en parte idéntico a lo publicado por La Época el día anterior, parece que las notas de prensa ya circulaban en aquella época: «La hija del Duque de Alba, Cayetana, ha colocado la primera piedra del bloque de casas que va a construir el ilustre prócer en los terrenos que ocupaban las caballerizas del palacio de Liria. La construcción de estos edificios supone una cuantiosa inversión de jornales, y durante algún tiempo contribuirá a aliviar el paro forzoso en el ramo de la construcción, muy disminuido en los últimos tiempos».

Portada del ABC en su edición sevillana donde podemos contemplar a la hija del Duque de Alba, Cayetana, colocando la primera piedra que contiene la inscripción. En la imagen inferior vemos un detalle de la imagen. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

Llegados a este punto me gustaría partir una lanza en defensa de Jacobo María del Pilar Carlos Manuel Fitz-James Stuart Falcó Palafox-Portocarrero y Osorio, también conocido popularmente como Duque de Alba, a quien ya dedicamos una crónica en este modesto blog (clic aquí para ir a la crónica), un personaje histórico de quien el maniqueísmo tan habitual en todo lo relacionado con la Guerra Civil tal vez haya proyectado una imagen distorsionada de su persona por su actuación durante la contienda. Seguramente al lector que haya llegado hasta aquí se le habrá pasado por la cabeza que el Duque pegó un pelotazo con la edificación de sus caballerizas, y seguramente fuera así y con ese fin lo hizo. Ahora cabría preguntar a ese lector que hubiera hecho si los terrenos hubieran sido suyos, si los hubiera cedido para hacer jardines, o una escuela, o un centro sanitario, o viviendas sociales, o si por el contrario habría hecho lo mismo que el Duque, es decir, caja. Yo tengo muy claro lo que habría hecho: lo mismo que Don Jacobo.

Retrato del Duque de Alba pintado por Ignacio Zuloaga en 1918. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

Antes de repasar su actuación durante la guerra recordar que el Duque era una persona con una sólida formación académica, un apasionado de la historia de España y de su cultura, así como de las bellas artes, publicando numerosos trabajos sobre estas temáticas. Fue miembro de la Real Academia de la Historia, siendo su presidente desde 1927 hasta su fallecimiento en 1953. También fue miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y presidente del Patronato del Museo del Prado, del que era un asiduo visitante, sin olvidar su faceta de generoso mecenas y filántropo. Por citar solamente algunos de sus muchos cargos. Como vemos nada que ver con la imagen estereotipada del aristócrata perezoso y despreocupado, interesado solamente en temas mundanos como la caza, el polo, los autos, las fiestas y otras aficiones frívolas y relajadas. José Ortega y Gasset, muy buen amigo del duque, llegó a decir que «si se tomase la palabra trabajo en su verdadero sentido, nadie trabajaba tanto en España como Jacobo Fitz-James Stuart».

Pero lo que no todo el mundo conoce es la estrecha relación del Duque de Alba con la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) y la Residencia de Estudiantes, así como con muchas de las personas que se pueden incluir por pleno derecho en lo que se conoció como la Edad de Plata de la cultura y las ciencias en España. Don Jacobo fue vocal durante muchos años de la JAE, junto a personalidades ilustres como Ignacio Bolívar, Ramón Menéndez Pidal, José Ortega y Gasset, Juan de la Cierva o Leonardo Torres Quevedo, por citar solo a unos pocos. En la Residencia de Estudiantes desarrollaría una extraordinaria labor como promotor y presidente del Comité Hispano-Inglés de la Residencia, creado para fomentar y promocionar de manera recíproca la lengua y cultura de ambos países, así como el intercambio de estudiantes. Este organismo junto con la Sociedad de Cursos y Conferencias también creada en la Residencia, conseguiría traer a España, concretamente a la Residencia, para dar conferencias y seminarios a lo más destacado de la cultura y la ciencia mundial, la lista sería muy extensa pero por citar solo unos pocos podemos hablar de Henri Bergson, H. G. Wells, Albert Einstein, Marie Curie, Le Corbusier, Walter Gropius, G. K. Chesterton, Howard Carter, Paul Valery, Jean Piaget, Igor Stravinsky, Maurice Ravel, Louis Aragon o John M. Keynes entre otros muchos. El Duque además promotor y organizador de estas actividades, también ejercía de anfitrión alojando a los conferenciantes y visitantes en el Palacio de Liria. Este Comité se financió en gran parte gracias a la generosidad del aristócrata, quien llegó a donar sus ingresos como senador para las actividades de la Residencia, en contrapartida y como agradecimiento esta construyó en honor del Duque un banco de piedra y ladrillo diseñado por el arquitecto y paisajista Javier de Winthuysen, banco que todavía hoy se conserva en los jardines de la Colina de los Chopos. Aunque muchos, algunos por ignorancia y otros por mala fe, se empeñan en presentar a la Residencia de Estudiantes y la Junta de Ampliación de Estudios como dos entidades identificadas en exclusiva con lo que podría denominarse izquierda progresista e incluso identificar a ambas con la II República, la presencia del Duque de Alba, así como la de otros aristócratas y de numerosas personas de ideas conservadoras y no pocos monárquicos, desmienten tal afirmación. Esta es una temática con la que arranca la ruta de Madrid Guerra dedicada a Eduardo Torroja y la Ciudad Universitaria (clic aquí para saber más).

Imagen y detalle del banco de la Residencia de Estudiantes construido en agradecimiento a la labor que el Duque desarrolló en la institución. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

Pero a pesar de todo ello, lo que ha marcado para muchas personas la biografía del Duque de Alba ha sido su actuación y su papel durante la Guerra Civil. Como buen aristócrata y monárquico, la llegada de la Republica supondría un duro revés para su idea de España, por lo que resulta comprensible su rechazo al nuevo sistema de gobierno. Al producirse el golpe de estado de julio de 1936 que provocaría la Guerra Civil nuestro protagonista se encontraba en Inglaterra, donde va a desarrollar una intensa y fructífera labor a favor de los golpistas, convirtiéndose en embajador extraoficial de Franco en el Reino Unido. Sus contactos en las altas instancias de aquel país, no olvidemos que estaba emparentado con la familia real británica y era gran amigo de Winston Churchill, supondrían un gran apoyo para la causa franquista, consiguiendo que el Reino Unido permaneciera al margen del conflicto español, aunque bien es cierto que a los británicos tampoco les hacía falta que les insistieran mucho para ello. También consiguió atraer para la causa de los sublevados a gran parte de la población conservadora, y en especial la católica, de aquel país. Finalizada la Guerra de España, ya como embajador oficial, e iniciada la II Guerra Mundial, Don Jacobo encaminaría sus esfuerzos a impedir que España entrara en el conflicto apoyando a las potencias fascistas. No se pierdan nuestra crónica sobre los sobornos británicos a militares franquistas para asegurarse la neutralidad española haciendo clic aquí.

En esta foto de la revista Life vemos al general Kindelan (a la izquierda) acompañando a Franco (brazo en alto) durante la revista a las tropas de la Legión Cóndor en el homenaje de despedida que se les tributó el 22 de mayo de 1939 en León. Kindelan sería uno de los agraciados, con medio millón de dólares, en el reparto de “sobres” del servicio secreto británico, aunque estos no dudaron de calificar a Kindela como “un chorizo” (Kindelan is a crook). (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

Si el Duque no era republicano por razones evidentes, tampoco era franquista pese al apoyo prestado a la causa, seguramente pensó que una vez finalizada la guerra España volvería a ser un estado monárquico con una democracia liberal siguiendo el modelo británico. Sus discrepancias con Franco eran notorias, incluso en lo personal llegando a rozar el desprecio, y todos sus esfuerzos se encaminarían para restaurar la monarquía borbónica en España con don Juan de Borbón al frente, sus movimientos conspirativos para provocar un cambio a punto estarían de costarle algo más que un disgusto. Todos estos esfuerzos serían infructuosos y el nuevo régimen se perpetuaría durante cerca de 40 años, y la imagen del Duque para muchos españoles quedaría marcada para siempre por su actuación durante la guerra. A día de hoy toda su faceta de intelectual y de humanista ha quedado en el olvido.

Hay un hecho que cuando hablamos del Duque de Alba y la Guerra Civil no podemos dejar de mencionar, me refiero a la destrucción del Palacio de Liria durante la guerra. En muchos lugares si consultamos la historia del palacio encontramos que se incendió durante la guerra, como si se hubiera producido una combustión espontánea, aunque muchos pensarán que el majestuoso edificio fue incendiado por las hordas revolucionarias, que daban rienda suelta a su odio y rencor contra la nobleza y los poderosos, nada más lejos de la realidad.

El 17 de noviembre de 1936 la aviación franquista, que llevaba desde el 30 de octubre bombardeando de manera sistemática la ciudad, dejaría caer parte de su mortífera carga sobre el Palacio de Liria, en concreto 18 bombas incendiarias que arrasarían el histórico edificio de Ventura Rodríguez. Antes de su partida el Duque había sacado del palacio algunas de las obras de arte y otros objetos entre los de mayor valor, pero todavía sus paredes custodiaban una grandiosa colección de cuadros, tapices, esculturas, mobiliario, objetos ornamentales, así como una extraordinaria biblioteca. Mucho se perdería de todo ello, pero la mayor parte se salvaría gracias al esfuerzo de muchos milicianos que aún a riesgo de sus vidas consiguieron poner a salvo muchas de aquellas obras de arte y valiosos libros, rescatando de las llamas todo lo que pudieron sacar precipitadamente a los jardines del palacio. No deja de sorprender que esta actuación de las milicias, sólidamente contrastada en diferentes estudios y por numerosos testimonios, así como un buen número de imágenes, sea ignorada por diferentes estudios y artículos que hablan simplemente de incendio sin más, incluso en las audioguías que se utilizan en las visitas al palacio tampoco se menciona.

Diferentes imágenes de algunos de los objetos, libros y obras de arte, salvados por los milicianos después del bombardeo del palacio por la aviación franquista. Entre los cuadros rescatados se encontraba el que pinto Zuloaga de Cayetana niña. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

Evidentemente un acontecimiento de esta singularidad (la aviación alemana e italiana, bombardea y destruye el palacio de un noble, y los milicianos salvan gran parte del tesoro artístico y bibliográfico que allí se custodiaba) no podía pasar desapercibido para las autoridades republicanas, que utilizarían el episodio con fines propagandísticos. Lo más destacado que había sido salvado de las llamas sería trasladado a Valencia a finales de año, no olvidemos que la ciudad levantina se convertiría en la capital de la República, y allí se montaría una gran exposición para destacar las virtudes de la causa republicana frente a la barbarie destructiva del fascismo.

Texto en el reverso de la foto: “Valencia. El Ministro de Instrucción Pública y otras personalidades en el acto de la inauguración de la exposición de obras salvadas del incendio del Palacio de Liria de Madrid”. En la imagen podemos distinguir al ministro Jesús Hernández y al Director General de Bellas Artes Josep Renau. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)
Dos instantáneas de algunos de los objetos expuestos en Valencia. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

Pero regresemos a la desaparecida inscripción que al final con los aviones se nos ha ido el santo al cielo. Nuevamente se abría la puerta a las hipótesis más disparatadas: podría tratarse de un coleccionista de recuerdos que se hubiera llevado la losa de granito, un justiciero histórico, o vaya usted a saber. Pero la evidencia de lo que podía haber ocurrido saltaba a la vista, la finca, o sería más correcto decir las dos fincas, están inmersas en una reforma integral tanto en las fachadas como en el interior de las viviendas, y esa sería la causa más probable de la evaporación de aquel recuerdo histórico. Tal vez el faldón podría haber sido sustituido por uno nuevo, algo poco probable, o bien este faldón de granito había sido “saneado”, recordemos las escenas de la inolvidable película “el milagro de P. Tinto” donde el dueño de “Reformas Usillos” repetía la máxima de “si hay que sanear, se sanea”.

Escena de la película el Milagro de P Tinto donde se pronuncia el mítico “si hay que sanear se sanea”. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

Pero en una visita posterior una mirada atenta permitió comprobar que la inscripción no había desaparecido del todo, todavía era posible distinguir algunas letras de la misma, incluso una mirada lateral permite una visión un poco más nítida de la misma. Sin duda la losa con la leyenda había sido “saneada”, el granito había sido pulido con especial esmero en el proceso de reforma de la finca. Parece que nadie se percató de la histórica leyenda y avisó al operario que manejaba la máquina para que la respetara, ni tampoco el operario, que suponemos si que la vería, le dio importancia o avisó de su existencia, o bien avisó y le dijeron que prosiguiera con el “saneamiento” de la fachada.

Dos imágenes actuales de la inscripción donde apenas se distingue el texto de la inscripción. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

Imagen del edificio en la actualidad mientras se realiza la reforma integral. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

Esta historia nos recuerda sobremanera a la inscripción, también realizada en el faldón de granito en esta ocasión de la Facultad de Medicina, desaparecida alrededor de 2005 tras sobrevivir durante décadas a la dictadura franquista. Esta inscripción tenía su singular origen en las pintadas que un grupo de estudiantes, entre ellos Nicolás Sánchez Albornoz y Manuel Lamana, realizaron en el campus en el año de 1947. Los autores fueron detenidos y encarcelados, y algunos de ellos enviados a trabajar a Cuelgamuros donde se estaba construyendo la Cruz de los Caídos. Los dos estudiantes citados conseguirían huir y emprender una cinematográfica huida junto a dos jóvenes norteamericanas (la que luego sería afamada escritora Barbara Prost Solomon y Barbara Mailer, hermana del escritor Norman Mailer) que en su vehículo les conducirían hasta la frontera francesa. Aquella aventura estaría en el origen de una exitosa película dirigida por Fernando Colomo de título “Los años bárbaros”, y también estaría en el origen de una no menos exitosa crónica de este blog de título “La pintada” que nuestros lectores pueden leer haciendo clic aquí.

Pablo Pintado, posa junto a la histórica pintada en la Facultad de Farmacia que sobrevivió al franquismo pero fue borrada en democracia. (Haga clic sobre la foto para verla ampliada)

Desgraciadamente la pintada de la Ciudad Universitaria es muy difícil de recuperar, pero en el caso de la de la calle Princesa pensamos que tiene solución, seguramente un experimentado y cuidadoso cantero pueda devolver el esplendor a esa inscripción ahora perdida. Queremos hacer desde aquí un llamamiento a Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, actual Duque de Alba y administrador de la casa de Alba, así como a sus hermanos, para que traten de recuperar aquella inscripción, recuerdo de aquel día en que su madre, entonces una niña, colocó la primera piedra de este edificio anexo al Palacio de Liria, y si ya puestos quieren invitar a los miembros de la redacción de Sol y Moscas a una visita guiada al palacio, no íbamos a hacer el feo de decirles que no.

Florentino Areneros.

(1) José Ramón Rigal es un incansable lector de todo lo relacionado con la GCE, todo un erudito en la materia, un auténtico experto y no de los de Merimee. Es el diseñador, muñidor y guía de las rutas de Madrid en Guerra VIOLENCIA Y REPRESION EN MADRID I (clic aquí) y VIOLENCIA Y REPRESION EN MADRID II (clic aquí), en las que convovatoria tras convocatoria, y ya lleva unas cuantas, cuelga el cartel de “no hay billetes”. A la vuelta del verano José Ramón ampliará los recorridos sobre esta más que interesante temática con dos nuevas rutas.

(2) (3) Fernando Atienza es un apasionado estudioso de la Historia, muy especialmente del periodo que comprende la II República, así como con la de Madrid. Sus investigaciones se han centrado principalmente en la zona suroeste de Madrid, entre otras actividades ha guiado diferentes recorridos por los antiguos cuarteles de Campamento y otros sobre los impactos que se conservan en la Ciudad Universitaria. En la actualidad colabora en un documental centrado en la GCE en el Paseo de Extremadura, y prepara un artículo sobre la sublevación de julio de 1936 en Madrid.