Una pareja de sonrientes jóvenes posa puño en alto para el fotógrafo en la Playa de Madrid. Fotografía: Archivo Santos Yubero Comunidad de Madrid. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Por Florentino Areneros.
Como todos los años, este verano muchos madrileños emprenderemos viaje hacia la playa, algo impensable para nuestros abuelos y bisabuelos que debían permanecer en la capital sufriendo estoicamente la canícula estival, a poder ser lo más cerca posible de un botijo y esperando a la caída de la tarde para sacar sus sillas a la calle para departir con los vecinos aprovechando la fresca. Pero no siempre fue así, hubo un tiempo que en Madrid también tuvimos nuestra playa, y a unos pocos minutos de la Puerta del Sol, eran los tiempos del “vaya, vaya, aquí si hay playa”, una playa modesta, eso si, pero muy coqueta y “apañá”, sin que la faltara detalle.
Fotografía aérea del complejo lúdico deportivo de la Playa de Madrid. Fotografía: Ejército del Aire. Colección Anmogon. . (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
A principios de los años 30 del pasado siglo, las corrientes como las higienistas o naturistas, que reclamaban un mayor contacto de la población con la naturaleza, y el disfrute de más tiempo al aire libre, y que contaban con el apoyo de entidades como la Institución Libre de Enseñanza, habían encontrado un gran eco entre las clases populares, e incluso formaban parte de las reivindicaciones y en las recomendaciones a sus seguidores, de sindicatos y asociaciones políticas o sociales. Los fines de semana, especialmente del verano, era habitual ver grupos de jóvenes y de familias enteras dirigirse a pasar el día a las afueras de la ciudad, especialmente a las orillas de la ribera del modesto Manzanares, principalmente entre la zona comprendida entre el Puente de los Franceses y El Pardo, donde el río todavía no había recibido los “aportes” que la ciudad vertía en el mismo, y las aguas tenían una calidad aceptable.
Fotografía tomada durante la construcción de la Playa de Madrid a comienzos de los años 30. Como se puede apreciar algunos no pudieron esperar a que se terminara la obra y decidieron bañarse antes. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
También se pondría de moda la costumbre del baño al aire libre, bien en las propias aguas del río, donde sería más correcto hablar de chapuzón, o en las diferentes piscinas que se habían construido en la ciudad en los últimos años, como la cercana piscina de El Lago junto al referido Puente de los Franceses, o la cercana también piscina de La Isla, en el mismo cauce del río junto al Puente del Rey, así como otras más alejadas como la piscina Estela en la Ciudad Lineal, o la del estadio de Chamartín.
Una animada escena tomada en la Playa de Madrid al poco de su inauguración. Revista Arquitectura 1934. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Para aprovechar esta creciente demanda de ocio y naturaleza, a principio de la década de los 30 se crea la sociedad Playa de Madrid S.A., cuyo objetivo es la creación y explotación de una playa artificial en Madrid, similar a las de otras ciudades europeas como las de Berlín, París, Budapest o Viena, entre otras. El lugar elegido será a las orillas del Manzanares, en un lugar conocido como Fuentelareina, justo en la desembocadura del Arroyo del Fresno (en aquel momento los terrenos pertenecían al término municipal de El Pardo), donde se represará el río creando una laguna artificial. El proyecto se le encarga al arquitecto Manuel Muñoz Monasterio (quien también será el encargado de proyectar otros “templos” del ocio madrileño, como la plaza de toros Monumental de Las Ventas, o el estadio Santiago Bernabeu, y también el popular Parque Sindical, conocido popularmente como “el charco del obrero”, vecino a la Playa de Madrid). Además de la “playa” propiamente dicha, el conjunto incluía una serie de edificios para albergar las instalaciones necesarias en este tipo de complejos lúdicos y deportivos.
Alzado del arquitecto Manuel Muñoz Monasterio en el que podemos ver el conjunto tal y como fue diseñado. Revista Arquitectura 1934. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Nadie mejor que el propio arquitecto para presentarnos su proyecto. Reproducimos a continuación el texto del artículo de Manuel Muñoz Monasterio publicado en la revista “Arquitectura” en uno de sus número de 1934, donde podemos comprobar que se cuidó hasta el último detalle: «En el término municipal de El Pardo, a seis kilómetros de la Puerta del Sol, en una extensión de 500.000 pies cuadrados al lado del Manzanares, se ha construido la primera playa artificial de España.
Planta del proyecto. Revista Arquitectura 1934. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Madrid, por su extremado clima y el escaso caudal de agua de su río, necesitaba imperiosamente una obra de esta importancia. La dificultad mayor en ella ha sido el extraordinario movimiento de tierras llevado a cabo y la cimentación de las construcciones sobre el lecho arenoso del río, donde ha habido necesidad de agotar de un modo permanente.
Vista de la pista de patinaje y otras instalaciones. Revista Arquitectura 1934. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Aprovechando la privilegiada naturaleza del lugar, lindante con el Monte de El Pardo y a la vista de la Sierra del Guadarrama, la idea predominante en el planteamiento de la obra, ha sido el aprovechamiento de todo lo natural, no solo con la idea de la economía, sino con la de no dar sensación de una construcción sumamente artificiosa. Por este motivo han sido muy pocos los árboles talados y en medio del agua surgen de ella a modo de islotes.
Fotografía de época con una imagen exterior de los vestuarios y la planta del diseño de los mismos. Revista Arquitectura 1934. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Una presa de hormigón armado con compuertas metálicas, prolongada en uno de sus lados por un muro de contención de 190 metros de longitud, detiene las aguas del río que invaden la zona de tierra proyectada en una extensión superficial de 21.000 metros cuadrados. La línea de agua tiene un desarrollo de 350 metros, y dese ella, el nivel asciende desde la cota 0 hasta la máxima de 2,80 metros, con un promedio de pendiente de un 5 por 100. Bajo el muro de contención y a lo largo de él, se han construido seis rebosaderos con la idea de que el desagüe se reparte en toda su extensión y quede el agua totalmente removida. Estos rebosaderos vierten en un tubo de 1,20 metros de diámetro que devuelve las aguas nuevamente al curso natural del río. La línea de agua forma un ángulo recto, en cuya bisectriz se ha situado el pabellón restaurante con pistas de baile, y simétricamente a un lado y a otro, los pabellones de vestuarios de mujeres y de hombres, a base de casetas que se ocupan solo en el momento de vestirse; la ropa se entrega en los guardarropas. De esta manera se tiene el mayor aprovechamiento e independencia a su vez. Completan el proyecto el pabellón de servicios (W.C. y botiquín), una pista para patinar, de cemento, paseos, jardines y los pabellones de administración, con una torre de 15 metros de altura, donde van situados los reguladores de la presión del agua. Posteriormente se han realizado obras complementarias de campos de tennis(sic), frontón, club náutico. Una potente iluminación a base de proyectores permite la apertura por la noche.
El Stand-Bar y Club, en una fotografía anterior a la Guerra Civil y en su estado actual en una foto de 2014. Revista Arquitectura 1934 y FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
AGUA.- El agua del Manzanares, procede del embalse de Santillana, es un agua pura, cuyo único punto de infección existe en el pueblo de El Pardo, que a él vierte sus aguas residuales. El análisis del agua a pesar de ello y por haber un recorrido desde dicho punto hasta la playa de cinco kilómetros de batido, ha sido satisfactorio; pero, sin embargo, y previendo un aumento de la población de dicho lugar, se ha instalado en el mismo una estación depuradorade aguas residuales a base de un tanque Imhoff, en el que tiene lugar la separación de las materias sólidas y la digestión de las mismas, y un tratamiento por hipoclorito suficiente para efectuar una completa desodorización y una reducción mínima del 90 por 100 en el contenido de bacterias. El aparato que suministra la solución de hipoclorito cálcico tiene una capacidad suficiente para suministrar 30 miligramos de cloro activo por cada litro de agua residual».
El restaurante de lujo, en una fotografía anterior a la Guerra Civil y en su estado actual, incluyendo su interior, en fotos de 2014. Revista Arquitectura 1934 y FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
La Playa de Madrid abriría sus puertas el 15 de mayo de 1932, con gran acogida por parte los madrileños, los que se podían permitir pagar la entrada por supuesto. Un servicio de autobuses exclusivo conectaba la estación de Príncipe Pío, a donde se podía llegar cómodamente en el Metro, con la nueva playa madrileña en menos de 15 minutos. El éxito fue inmediato, la novedosa instalación atraería a muchísimos madrileños, y entre tanta afluencia de público no podían faltar los tradicionales pícaros, y así el 17 de agosto de 1932 se publicaba en el diario Ahora un anuncio con el siguiente texto: «PLAYA DE MADRID, S.A. La afluencia de público a la Playa Artificial viene siendo tan extraordinaria que, acaso debido a esto, y sin duda por equivocación, algunos señores bañistas no han devuelto trajes, sábanas y toallas en las casillas correspondientes.
Playa de Madrid advierte que los trajes de baño han sido fabricados con punto y confección especiales, así como las sábanas y toallas, que ello va debidamente contraseñado. Así, pues, si se encontrase alguno de los efectos no presentados en poder de cualquier otra persona ajena al servicio del establecimiento, se reclamaría la entrega por la vía judicial». Como se puede comprobar siempre ha habido “despistados”.
Uno de los autobuses que trasladaba a los bañistas desde la Estación del Norte a la Playa de Madrid. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
El éxito continuaría en los años sucesivos, a la oferta del baño y actividades deportivas, había que sumar diversas actividades como fiestas exclusivas por la noche y otros eventos sociales, que convertían a la Playa de Madrid en uno de los principales atractivos de las noches madrileñas. Según se recogía en un artículo publicado en el semanario Mundo gráfico del 3 de julio de 1935, en Madrid en un día de diario acudían a nadar entre 5.500 y 7.500 personas, contando además de la Playa el resto de piscinas de la capital, y en los días de los fines de semana más de 23.500. De todas estas personas, a la Playa de Madrid acudían entre 3.000 y 5.000 personas, subiendo a más de 18.000 los días festivos, contando a las personas que pasaban por taquilla, no al número total de bañistas. Unas cifras que nos permiten hacernos una idea del impresionante éxito social, y suponemos que también económico, que tuvo esta iniciativa.
En el verano de 1936 la situación pasaría a ser muy distinta, tras el golpe militar de julio que desencadenaría la Guerra Civil, la vida en la ciudad de Madrid experimentaría un giro radical. Un cambio que se haría sentir también en la Playa de Madrid, que muy posiblemente sería “colectivizada”, “socializada” o bien pasaría el control a los trabajadores, aunque no hemos podido comprobar documentalmente ninguno de estos escenarios. Hemos encontrado unas excepcionales fotos de Santos Yubero, donde podemos comprobar cómo era un día de baño tras el golpe, en ellas se aprecia que ahora la mayoría de los bañistas son jóvenes, con mucho niños entre ellos, y muy pocas mujeres, así como algún miliciano uniformado. Nada que ver con el público de apariencia más elitista y de mayor edad que podíamos contemplar en las fotografías de veranos anteriores.
Un grupo de entusiastas jóvenes, la mayoría niños, saludan brazo en alto al fotógrafo. Fotografía: Archivo Santos Yubero Comunidad de Madrid. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Un grupo de bañistas posan para el fotógrafo saludando con el puño en alto. Observen los esfuerzos de algunos para realizar el saludo y mantenerse a flote. Fotografía: Archivo Santos Yubero Comunidad de Madrid. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Una pareja de jóvenes toman el sol en la fina arena de la Playa de Madrid en el verano de 1936. Fotografía: Archivo Santos Yubero Comunidad de Madrid.(Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Podemos ver nuevamente a un numeroso grupo de jóvenes, en su mayoría niños, haciendo el saludo “oficial” del momento sobre una pasarela que unía ambas orillas del río. Fotografía: Archivo Santos Yubero Comunidad de Madrid. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Otra vista de la pasarela. Fotografía: Archivo Santos Yubero Comunidad de Madrid. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Un intrépido saltador se lanza al agua desde lo alto de las compuertas que retenían el agua del río. Valor no le faltaba al joven. Fotografía: Archivo Santos Yubero Comunidad de Madrid. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Una pareja pasea por la Playa de Madrid. Fotografía: Archivo Santos Yubero Comunidad de Madrid. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
El verano de 1936 sería el último en muchos años, en el que la Playa de Madrid estaría abierta al público. En noviembre de ese mismo año la guerra iba a llegar a las puertas de la capital, desarrollándose las principales acciones militares en las inmediaciones de la Playa que quedaría en zona republicana y prácticamente en primera línea de frente. Como resultado de los combates durante cerca de dos años y medio, las instalaciones quedarían gravemente dañadas.
Una imagen de 2014 de las compuertas, de las que solo se conservan los pilares de hormigón. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Existen diversos testimonios y bibliografía sobre la Playa de Madrid durante la Guerra Civil, de todos ello quizá el más descriptivo sea el del brigadista Esmond Romilly que dejaría plasmado en su libro “Boadilla” (Editorial Amaru), un libro imprescindible para los interesados en la historia de la Guerra Civil en Madrid. Romilly era un joven idealista británico de familia acomodada (sobrino de Winston Churchill). Su compromiso antifascista le lleva a unirse a las Brigadas Internacionales y viene a combatir a España con apenas 18 años recién cumplidos. Fallecería en 1941 con 23 años al ser derribado su avión sobre el Mar del Norte después de haber participado en un bombardeo sobre Alemania. Transcribimos parte del Capítulo 12 de su libro “Boadilla” donde describe su paso por la Playa de Madrid en diciembre de 1936: «”La Playa de Madrid”, donde fuimos a descansar unos días, había albergado entiempos un elegante club nocturno con habitaciones que los madrileñosricos utilizaban durante los fines de semana. Tenía cuatro bares, un restaurante, un aparcamiento, una pista de tenis, mini golf, un río con canoas y botes a vapor con paletas. Al llegar allí, el lugar estaba tal y como lo habían dejado los dueños en octubre, cuando se unieron a las interminables colas de gente que se iba a la capital. Había tazas de té, platos y cuchillos sucios, pequeñas mesas cuadradas y sillas al sol, botellas medio vacías de ginebra y anís. Nos alojamos en una habitación que en su día había sido un pequeño comedor. Yo compartía cama con Joe detrás del bar, una cama hecha con dos tablas de una canoa. Al día siguiente nos trajeron unos colchones.
Desayunábamos en mesas con manteles, con asientos exquisitos, servilletas de papel, platos y tazas. Tich lo organizó todo. Después de barrer y limpiar durante seis largas horas, la sala de estar y el comedor quedaron muy acogedores. Quizás, antes de la guerra, los hombres de negocios exhaustos por el trabajo llevaban allí a sus amantes para olvidarse de sus preocupaciones en un ambiente de lujo y bienestar. Aunque ahora ya no quedaba nada de aquello, La Playa también supuso un refugio para nosotros. Podíamos sentarnos en una terraza, mientras nos fumábamos un puro, o sacábamos la barca al río, o nos sentábamos alrededor de la mesa con unas tazas de café caliente para jugar al póquer. La experiencia de aquellos días fue lo más cerca que estuvimos de la comodidad y la civilización».
Una de las fotografías que el legendario fotógrafo Robert Capa tomó en Madrid durante la Guerra Civil, en la que podemos ver a dos milicianos, probablemente brigadistas internacionales al igual que Esmond Romilly, con la torre de la Playa de Madrid como fondo. Fotografía: Magnum Photos. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
La torre en una imagen de 2014. Observen el horrible capirote de pizarra que se le colocó en su reconstrucción tras la guerra. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
En la fotografía podemos ver al investigador norteamericano Ken O’Keefe, quien ha publicado varios trabajos sobre la GCE en Madrid, y a un reportero de esta redacción, tratando de reconstruir la escena de la fotografía de Capa. Hay que dejar constancia de que la fotografía fue tomada por los protagonistas, tras abandonar estos dos personajes el bar de la Playa de Madrid. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Como comentamos anteriormente La Playa de Madrid sufriría graves daños hasta finalizar la guerra. Sería abierta de nuevo en 1947, pero con importantes cambios en su diseño. Los edificios originales diseñados por Muñoz Monasterio en un estilo racionalista tipo barco, un estilo muy común en muchas edificaciones madrileñas del periodo republicano que todavía podemos encontrar en nuestras calles, serían modificados adquiriendo una fisonomía más acorde con el sentimiento imperial del nuevo régimen, para ello se dotaría a los edificios de unos tejados de pizarra, más en la línea de la estética de la arquitectura escurialense del momento, que alcanzaría su cenit con la construcción del Ministerio del Aire en la Plaza de la Moncloa, actual Cuartel General del Aire, obra de Luis Gutiérrez Soto, que sería conocido popularmente como el “Ministerio de El Escorial”.
Desde entonces hasta el día de hoy el complejo lúdico-deportivo pasaría por diversas manos, hasta hacerse con el mismo el Grupo Cantoblanco, del polémico empresario Arturo Fernández, al que hemos visto involucrado en diversos escándalos políticos financieros, como el de las Tarjetas Black, por el cual sería condenado, o los casos de la financiación ilegal del Partido Popular, entre otros. En la actualidad La Playa se encuentra cerrada y en estado prácticamente de abandono, suponemos que mientras se esclarecen todos los escándalos en los que está inmerso este empresario. Confiamos en que algún día La Playa vuelva a abrir sus puertas a los madrileños, y aunque ya sea difícil recuperar los baños, por lo menos que se puedan organizar actividades en las cálidas noches del verano madrileño, o se pueda pasear por sus aguas en barca y podamos decir que “aquí si hay playa”.
La redacción de Sol y Moscas, en una de las numerosas paradas que se ven obligados a realizar por el calentamiento del vehículo, camino de la playa. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Pero mientras vuelven a abrir La Playa, los madrileños nos tendremos que seguir yendo a las de otros puntos de España, y en la redacción de Sol y Moscas emprendemos camino y cerramos el chiringuito hasta el mes de septiembre, en que esperamos retomar la actividad, a ser posible con menos relajación que esta temporada, y prometemos intentar publicar más a menudo. No quisiera terminar sin expresar mi inmenso agradecimiento a esa musa, fuente de sabiduría e inspiración inagotable para los que nos interesamos en la historia de Madrid, que es María Isabel Gea “Mayrit”, sin cuya ayuda no hubiera sido posible la elaboración de este artículo.
Desear unas buenas vacaciones a todos nuestros lectores, y a los que ya han disfrutado de sus vacaciones recordar el dicho de “Madrid, en verano y con dinero Baden-Baden”. Feliz verano.
Florentino Areneros.
”AQUÍ SI HAY PLAYA”
EL CÁLIDO VERANO DEL 36
EL CÁLIDO VERANO DEL 36
Por Florentino Areneros.
Como todos los años, este verano muchos madrileños emprenderemos viaje hacia la playa, algo impensable para nuestros abuelos y bisabuelos que debían permanecer en la capital sufriendo estoicamente la canícula estival, a poder ser lo más cerca posible de un botijo y esperando a la caída de la tarde para sacar sus sillas a la calle para departir con los vecinos aprovechando la fresca. Pero no siempre fue así, hubo un tiempo que en Madrid también tuvimos nuestra playa, y a unos pocos minutos de la Puerta del Sol, eran los tiempos del “vaya, vaya, aquí si hay playa”, una playa modesta, eso si, pero muy coqueta y “apañá”, sin que la faltara detalle.
Fotografía aérea del complejo lúdico deportivo de la Playa de Madrid. Fotografía: Ejército del Aire. Colección Anmogon. . (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
A principios de los años 30 del pasado siglo, las corrientes como las higienistas o naturistas, que reclamaban un mayor contacto de la población con la naturaleza, y el disfrute de más tiempo al aire libre, y que contaban con el apoyo de entidades como la Institución Libre de Enseñanza, habían encontrado un gran eco entre las clases populares, e incluso formaban parte de las reivindicaciones y en las recomendaciones a sus seguidores, de sindicatos y asociaciones políticas o sociales. Los fines de semana, especialmente del verano, era habitual ver grupos de jóvenes y de familias enteras dirigirse a pasar el día a las afueras de la ciudad, especialmente a las orillas de la ribera del modesto Manzanares, principalmente entre la zona comprendida entre el Puente de los Franceses y El Pardo, donde el río todavía no había recibido los “aportes” que la ciudad vertía en el mismo, y las aguas tenían una calidad aceptable.
Fotografía tomada durante la construcción de la Playa de Madrid a comienzos de los años 30. Como se puede apreciar algunos no pudieron esperar a que se terminara la obra y decidieron bañarse antes. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
También se pondría de moda la costumbre del baño al aire libre, bien en las propias aguas del río, donde sería más correcto hablar de chapuzón, o en las diferentes piscinas que se habían construido en la ciudad en los últimos años, como la cercana piscina de El Lago junto al referido Puente de los Franceses, o la cercana también piscina de La Isla, en el mismo cauce del río junto al Puente del Rey, así como otras más alejadas como la piscina Estela en la Ciudad Lineal, o la del estadio de Chamartín.
Una animada escena tomada en la Playa de Madrid al poco de su inauguración. Revista Arquitectura 1934. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Para aprovechar esta creciente demanda de ocio y naturaleza, a principio de la década de los 30 se crea la sociedad Playa de Madrid S.A., cuyo objetivo es la creación y explotación de una playa artificial en Madrid, similar a las de otras ciudades europeas como las de Berlín, París, Budapest o Viena, entre otras. El lugar elegido será a las orillas del Manzanares, en un lugar conocido como Fuentelareina, justo en la desembocadura del Arroyo del Fresno (en aquel momento los terrenos pertenecían al término municipal de El Pardo), donde se represará el río creando una laguna artificial. El proyecto se le encarga al arquitecto Manuel Muñoz Monasterio (quien también será el encargado de proyectar otros “templos” del ocio madrileño, como la plaza de toros Monumental de Las Ventas, o el estadio Santiago Bernabeu, y también el popular Parque Sindical, conocido popularmente como “el charco del obrero”, vecino a la Playa de Madrid). Además de la “playa” propiamente dicha, el conjunto incluía una serie de edificios para albergar las instalaciones necesarias en este tipo de complejos lúdicos y deportivos.
Alzado del arquitecto Manuel Muñoz Monasterio en el que podemos ver el conjunto tal y como fue diseñado. Revista Arquitectura 1934. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Nadie mejor que el propio arquitecto para presentarnos su proyecto. Reproducimos a continuación el texto del artículo de Manuel Muñoz Monasterio publicado en la revista “Arquitectura” en uno de sus número de 1934, donde podemos comprobar que se cuidó hasta el último detalle: «En el término municipal de El Pardo, a seis kilómetros de la Puerta del Sol, en una extensión de 500.000 pies cuadrados al lado del Manzanares, se ha construido la primera playa artificial de España.
Planta del proyecto. Revista Arquitectura 1934. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Madrid, por su extremado clima y el escaso caudal de agua de su río, necesitaba imperiosamente una obra de esta importancia. La dificultad mayor en ella ha sido el extraordinario movimiento de tierras llevado a cabo y la cimentación de las construcciones sobre el lecho arenoso del río, donde ha habido necesidad de agotar de un modo permanente.
Vista de la pista de patinaje y otras instalaciones. Revista Arquitectura 1934. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Aprovechando la privilegiada naturaleza del lugar, lindante con el Monte de El Pardo y a la vista de la Sierra del Guadarrama, la idea predominante en el planteamiento de la obra, ha sido el aprovechamiento de todo lo natural, no solo con la idea de la economía, sino con la de no dar sensación de una construcción sumamente artificiosa. Por este motivo han sido muy pocos los árboles talados y en medio del agua surgen de ella a modo de islotes.
Fotografía de época con una imagen exterior de los vestuarios y la planta del diseño de los mismos. Revista Arquitectura 1934. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Una presa de hormigón armado con compuertas metálicas, prolongada en uno de sus lados por un muro de contención de 190 metros de longitud, detiene las aguas del río que invaden la zona de tierra proyectada en una extensión superficial de 21.000 metros cuadrados. La línea de agua tiene un desarrollo de 350 metros, y dese ella, el nivel asciende desde la cota 0 hasta la máxima de 2,80 metros, con un promedio de pendiente de un 5 por 100. Bajo el muro de contención y a lo largo de él, se han construido seis rebosaderos con la idea de que el desagüe se reparte en toda su extensión y quede el agua totalmente removida. Estos rebosaderos vierten en un tubo de 1,20 metros de diámetro que devuelve las aguas nuevamente al curso natural del río. La línea de agua forma un ángulo recto, en cuya bisectriz se ha situado el pabellón restaurante con pistas de baile, y simétricamente a un lado y a otro, los pabellones de vestuarios de mujeres y de hombres, a base de casetas que se ocupan solo en el momento de vestirse; la ropa se entrega en los guardarropas. De esta manera se tiene el mayor aprovechamiento e independencia a su vez. Completan el proyecto el pabellón de servicios (W.C. y botiquín), una pista para patinar, de cemento, paseos, jardines y los pabellones de administración, con una torre de 15 metros de altura, donde van situados los reguladores de la presión del agua. Posteriormente se han realizado obras complementarias de campos de tennis(sic), frontón, club náutico. Una potente iluminación a base de proyectores permite la apertura por la noche.
El Stand-Bar y Club, en una fotografía anterior a la Guerra Civil y en su estado actual en una foto de 2014. Revista Arquitectura 1934 y FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
AGUA.- El agua del Manzanares, procede del embalse de Santillana, es un agua pura, cuyo único punto de infección existe en el pueblo de El Pardo, que a él vierte sus aguas residuales. El análisis del agua a pesar de ello y por haber un recorrido desde dicho punto hasta la playa de cinco kilómetros de batido, ha sido satisfactorio; pero, sin embargo, y previendo un aumento de la población de dicho lugar, se ha instalado en el mismo una estación depuradorade aguas residuales a base de un tanque Imhoff, en el que tiene lugar la separación de las materias sólidas y la digestión de las mismas, y un tratamiento por hipoclorito suficiente para efectuar una completa desodorización y una reducción mínima del 90 por 100 en el contenido de bacterias. El aparato que suministra la solución de hipoclorito cálcico tiene una capacidad suficiente para suministrar 30 miligramos de cloro activo por cada litro de agua residual».
El restaurante de lujo, en una fotografía anterior a la Guerra Civil y en su estado actual, incluyendo su interior, en fotos de 2014. Revista Arquitectura 1934 y FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
La Playa de Madrid abriría sus puertas el 15 de mayo de 1932, con gran acogida por parte los madrileños, los que se podían permitir pagar la entrada por supuesto. Un servicio de autobuses exclusivo conectaba la estación de Príncipe Pío, a donde se podía llegar cómodamente en el Metro, con la nueva playa madrileña en menos de 15 minutos. El éxito fue inmediato, la novedosa instalación atraería a muchísimos madrileños, y entre tanta afluencia de público no podían faltar los tradicionales pícaros, y así el 17 de agosto de 1932 se publicaba en el diario Ahora un anuncio con el siguiente texto: «PLAYA DE MADRID, S.A. La afluencia de público a la Playa Artificial viene siendo tan extraordinaria que, acaso debido a esto, y sin duda por equivocación, algunos señores bañistas no han devuelto trajes, sábanas y toallas en las casillas correspondientes.
Playa de Madrid advierte que los trajes de baño han sido fabricados con punto y confección especiales, así como las sábanas y toallas, que ello va debidamente contraseñado. Así, pues, si se encontrase alguno de los efectos no presentados en poder de cualquier otra persona ajena al servicio del establecimiento, se reclamaría la entrega por la vía judicial». Como se puede comprobar siempre ha habido “despistados”.
Uno de los autobuses que trasladaba a los bañistas desde la Estación del Norte a la Playa de Madrid. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
El éxito continuaría en los años sucesivos, a la oferta del baño y actividades deportivas, había que sumar diversas actividades como fiestas exclusivas por la noche y otros eventos sociales, que convertían a la Playa de Madrid en uno de los principales atractivos de las noches madrileñas. Según se recogía en un artículo publicado en el semanario Mundo gráfico del 3 de julio de 1935, en Madrid en un día de diario acudían a nadar entre 5.500 y 7.500 personas, contando además de la Playa el resto de piscinas de la capital, y en los días de los fines de semana más de 23.500. De todas estas personas, a la Playa de Madrid acudían entre 3.000 y 5.000 personas, subiendo a más de 18.000 los días festivos, contando a las personas que pasaban por taquilla, no al número total de bañistas. Unas cifras que nos permiten hacernos una idea del impresionante éxito social, y suponemos que también económico, que tuvo esta iniciativa.
En el verano de 1936 la situación pasaría a ser muy distinta, tras el golpe militar de julio que desencadenaría la Guerra Civil, la vida en la ciudad de Madrid experimentaría un giro radical. Un cambio que se haría sentir también en la Playa de Madrid, que muy posiblemente sería “colectivizada”, “socializada” o bien pasaría el control a los trabajadores, aunque no hemos podido comprobar documentalmente ninguno de estos escenarios. Hemos encontrado unas excepcionales fotos de Santos Yubero, donde podemos comprobar cómo era un día de baño tras el golpe, en ellas se aprecia que ahora la mayoría de los bañistas son jóvenes, con mucho niños entre ellos, y muy pocas mujeres, así como algún miliciano uniformado. Nada que ver con el público de apariencia más elitista y de mayor edad que podíamos contemplar en las fotografías de veranos anteriores.
Un grupo de entusiastas jóvenes, la mayoría niños, saludan brazo en alto al fotógrafo. Fotografía: Archivo Santos Yubero Comunidad de Madrid. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Un grupo de bañistas posan para el fotógrafo saludando con el puño en alto. Observen los esfuerzos de algunos para realizar el saludo y mantenerse a flote. Fotografía: Archivo Santos Yubero Comunidad de Madrid. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Una pareja de jóvenes toman el sol en la fina arena de la Playa de Madrid en el verano de 1936. Fotografía: Archivo Santos Yubero Comunidad de Madrid.(Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Podemos ver nuevamente a un numeroso grupo de jóvenes, en su mayoría niños, haciendo el saludo “oficial” del momento sobre una pasarela que unía ambas orillas del río. Fotografía: Archivo Santos Yubero Comunidad de Madrid. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Otra vista de la pasarela. Fotografía: Archivo Santos Yubero Comunidad de Madrid. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Un intrépido saltador se lanza al agua desde lo alto de las compuertas que retenían el agua del río. Valor no le faltaba al joven. Fotografía: Archivo Santos Yubero Comunidad de Madrid. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Una pareja pasea por la Playa de Madrid. Fotografía: Archivo Santos Yubero Comunidad de Madrid. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
El verano de 1936 sería el último en muchos años, en el que la Playa de Madrid estaría abierta al público. En noviembre de ese mismo año la guerra iba a llegar a las puertas de la capital, desarrollándose las principales acciones militares en las inmediaciones de la Playa que quedaría en zona republicana y prácticamente en primera línea de frente. Como resultado de los combates durante cerca de dos años y medio, las instalaciones quedarían gravemente dañadas.
Una imagen de 2014 de las compuertas, de las que solo se conservan los pilares de hormigón. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Existen diversos testimonios y bibliografía sobre la Playa de Madrid durante la Guerra Civil, de todos ello quizá el más descriptivo sea el del brigadista Esmond Romilly que dejaría plasmado en su libro “Boadilla” (Editorial Amaru), un libro imprescindible para los interesados en la historia de la Guerra Civil en Madrid. Romilly era un joven idealista británico de familia acomodada (sobrino de Winston Churchill). Su compromiso antifascista le lleva a unirse a las Brigadas Internacionales y viene a combatir a España con apenas 18 años recién cumplidos. Fallecería en 1941 con 23 años al ser derribado su avión sobre el Mar del Norte después de haber participado en un bombardeo sobre Alemania. Transcribimos parte del Capítulo 12 de su libro “Boadilla” donde describe su paso por la Playa de Madrid en diciembre de 1936: «”La Playa de Madrid”, donde fuimos a descansar unos días, había albergado entiempos un elegante club nocturno con habitaciones que los madrileñosricos utilizaban durante los fines de semana. Tenía cuatro bares, un restaurante, un aparcamiento, una pista de tenis, mini golf, un río con canoas y botes a vapor con paletas. Al llegar allí, el lugar estaba tal y como lo habían dejado los dueños en octubre, cuando se unieron a las interminables colas de gente que se iba a la capital. Había tazas de té, platos y cuchillos sucios, pequeñas mesas cuadradas y sillas al sol, botellas medio vacías de ginebra y anís. Nos alojamos en una habitación que en su día había sido un pequeño comedor. Yo compartía cama con Joe detrás del bar, una cama hecha con dos tablas de una canoa. Al día siguiente nos trajeron unos colchones.
Desayunábamos en mesas con manteles, con asientos exquisitos, servilletas de papel, platos y tazas. Tich lo organizó todo. Después de barrer y limpiar durante seis largas horas, la sala de estar y el comedor quedaron muy acogedores. Quizás, antes de la guerra, los hombres de negocios exhaustos por el trabajo llevaban allí a sus amantes para olvidarse de sus preocupaciones en un ambiente de lujo y bienestar. Aunque ahora ya no quedaba nada de aquello, La Playa también supuso un refugio para nosotros. Podíamos sentarnos en una terraza, mientras nos fumábamos un puro, o sacábamos la barca al río, o nos sentábamos alrededor de la mesa con unas tazas de café caliente para jugar al póquer. La experiencia de aquellos días fue lo más cerca que estuvimos de la comodidad y la civilización».
Una de las fotografías que el legendario fotógrafo Robert Capa tomó en Madrid durante la Guerra Civil, en la que podemos ver a dos milicianos, probablemente brigadistas internacionales al igual que Esmond Romilly, con la torre de la Playa de Madrid como fondo. Fotografía: Magnum Photos. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
La torre en una imagen de 2014. Observen el horrible capirote de pizarra que se le colocó en su reconstrucción tras la guerra. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
En la fotografía podemos ver al investigador norteamericano Ken O’Keefe, quien ha publicado varios trabajos sobre la GCE en Madrid, y a un reportero de esta redacción, tratando de reconstruir la escena de la fotografía de Capa. Hay que dejar constancia de que la fotografía fue tomada por los protagonistas, tras abandonar estos dos personajes el bar de la Playa de Madrid. FOTO JAZ. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Como comentamos anteriormente La Playa de Madrid sufriría graves daños hasta finalizar la guerra. Sería abierta de nuevo en 1947, pero con importantes cambios en su diseño. Los edificios originales diseñados por Muñoz Monasterio en un estilo racionalista tipo barco, un estilo muy común en muchas edificaciones madrileñas del periodo republicano que todavía podemos encontrar en nuestras calles, serían modificados adquiriendo una fisonomía más acorde con el sentimiento imperial del nuevo régimen, para ello se dotaría a los edificios de unos tejados de pizarra, más en la línea de la estética de la arquitectura escurialense del momento, que alcanzaría su cenit con la construcción del Ministerio del Aire en la Plaza de la Moncloa, actual Cuartel General del Aire, obra de Luis Gutiérrez Soto, que sería conocido popularmente como el “Ministerio de El Escorial”.
Desde entonces hasta el día de hoy el complejo lúdico-deportivo pasaría por diversas manos, hasta hacerse con el mismo el Grupo Cantoblanco, del polémico empresario Arturo Fernández, al que hemos visto involucrado en diversos escándalos políticos financieros, como el de las Tarjetas Black, por el cual sería condenado, o los casos de la financiación ilegal del Partido Popular, entre otros. En la actualidad La Playa se encuentra cerrada y en estado prácticamente de abandono, suponemos que mientras se esclarecen todos los escándalos en los que está inmerso este empresario. Confiamos en que algún día La Playa vuelva a abrir sus puertas a los madrileños, y aunque ya sea difícil recuperar los baños, por lo menos que se puedan organizar actividades en las cálidas noches del verano madrileño, o se pueda pasear por sus aguas en barca y podamos decir que “aquí si hay playa”.
La redacción de Sol y Moscas, en una de las numerosas paradas que se ven obligados a realizar por el calentamiento del vehículo, camino de la playa. (Haga clic sobre la imagen para verla ampliada)
Pero mientras vuelven a abrir La Playa, los madrileños nos tendremos que seguir yendo a las de otros puntos de España, y en la redacción de Sol y Moscas emprendemos camino y cerramos el chiringuito hasta el mes de septiembre, en que esperamos retomar la actividad, a ser posible con menos relajación que esta temporada, y prometemos intentar publicar más a menudo. No quisiera terminar sin expresar mi inmenso agradecimiento a esa musa, fuente de sabiduría e inspiración inagotable para los que nos interesamos en la historia de Madrid, que es María Isabel Gea “Mayrit”, sin cuya ayuda no hubiera sido posible la elaboración de este artículo.
Desear unas buenas vacaciones a todos nuestros lectores, y a los que ya han disfrutado de sus vacaciones recordar el dicho de “Madrid, en verano y con dinero Baden-Baden”. Feliz verano.
Florentino Areneros.