En 1946 un grupo de estudiantes realizan unas pintadas en la Complutense, para borrarlas alguien decide picar la piedra donde se realizaron, inmortalizando de esa forma el texto. La pintada, ya en relieve, sobreviviría al franquismo, hasta que en 2006, tras darse a conocer su existencia en los medios de comunicación, alguien decidio que había llegado la hora de eliminar aquel vestigio de la lucha antifranquista en la universidad. En la imagen vemos a Pablo Pintado en diciembre de 2005 junto a la pintada que el mismo realizó. (Clic sobre la imagen para verla ampliada).
En 1946 un pequeño grupo de estudiantes de la Universidad Complutense, liderados por Carmelo Soria Espinosa (quien con el paso de los años sería asesinado en Chile por la agentes de Pinochet), se unen para reorganizar la Federación Universitaria Escolar (F.U.E.), la organización estudiantil progresista más importante e influyente en el periodo anterior a la guerra. Su entusiasmo es notable, pese al gran peligro que corren. Son tiempos en los que la maquinaria represora franquista actúa sin piedad y cualquier oposición al régimen es castigada con gran dureza.
En los primeros meses de 1947 aparecen en diferentes lugares del campus pintadas con textos del tipo: “Abajo el fascismo”, “Libertad” o “viva la universidad libre”. Las pintadas tienen una particularidad, son visibles durante el día pero desaparecen por la noche. Las autoridades franquistas se encuentran desorientadas, los equipos de limpieza no consiguen hacerlas desaparecer de manera definitiva, y en su desesperación optan por picar la piedra donde han sido realizadas alguna de ellas. Con este método se consigue hacer desaparecer la pintada, pero tiene un serio inconveniente: el texto queda cincelado sobre el granito para la posteridad. Esta chapuza, digna de Pepe Gotera y Otilio, haría que las pintadas sobrevivieran largamente al franquismo, permaneciendo en este mismo lugar como poco hasta comienzos del año 2006. Sería entonces, ya con un sistema democrático consolidado y con el franquismo supuestamente en el olvido, cuando alguien de manera incomprensible se encargó de eliminar con verdadera saña estos símbolos de la lucha antifranquista para siempre.
Una imagen de la pared donde se encontraba la pintada en la actualidad. Las piedras son las mismas, pero se han pulido a conciencia hasta eliminar los relieves donde se adivinaba la pintada. (Clic sobre la imagen para verla ampliada).
El autor de aquella pintada realizada con brocha gorda, fue un estudiante de nombre Pablo Pintado y Riba, que cursaba estudios de arquitectura en la universidad. Pablo Pintado era hijo de dos maestros vinculados a la Institución Libre de Enseñanza, su padre, que pertenecía a la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, había sido fusilado al finalizar la guerra, y a su madre se le impidió ejercer su profesión docente. Pintado sería ayudado por dos compañeras, la estudiante de Ciencias Químicas Mercedes Vega, y por Albina Pérez, que cursaba estudios de Letras. Sería Mercedes Vega la que encontró la fórmula para aquella pintura “mágica”, compuesta de nitrato de Plata, una sustancia fotosensible que se oscurece al recibir la luz solar. De esta forma, durante el día, los textos eran visibles, desapareciendo al caer la noche. La persistencia de aquellas pintadas y la incapacidad de las autoridades para hacerlas desaparecer sería motivo de bromas y burlas entre los estudiantes.
Aquella osadía y atrevimiento no podían quedar impunes y rápidamente se puso en marcha la poderosa maquinaría policial del régimen. De la investigación se encarga la temida Brigada Especial del Juzgado para la Represión de la Masonería y el Comunismo, al mando del coronel Enrique Eymar Fernández, un siniestro personaje cuya trayectoria merecería por si misma una crónica propia. Para no dejarles con la incógnita sobre la personalidad de este siniestro militar, recogemos aquí la breve reseña que pueden encontrar en la página de la Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores (SBHAC), una excelente página web, imprescindible y recomendable para todas aquellas personas interesadas en la Guerra Civil (haga clic aquí para ir a la página): «Fue comandante del ejército republicano (en realidad se le clasificó como leal geográfico), pasó toda la guerra en el Museo del Ejército como subdirector, pero además, por su condición de mutilado de la guerra de África, presidió la Asociación de Mutilados de Guerra de la República. Con la entrada de Franco en Madrid, y por motivos desconocidos para nosotros reingresó en el ejército franquista, donde fue nombrado juez de prisioneros. Tiempo después es nombrado juez instructor militar y lo fue hasta la creación del TOP, en marzo de 1964. Le está documentado la vejación de jóvenes encausadas, el chantaje a viudas en la misma categoría. Y la más despiadada de las inquinas contra todo lo que sonara a antifranquista. Fue además el responsable del proceso a Grimau, toda una joya de la impostura jurídico-militar franquista, pues como se sabe, el vocal-ponente militar capitán auditor Manuel Fernández Martín no era abogado, lo que era preceptivo en un consejo de guerra sumarísimo, (aquél tipo había engañado al propio ejército franquista, no solo como abogado, también ejerció como alférez médico sin tener título). Eymar actúo en aproximadamente 4000 causas de las que más de 1000 fueron condenas a muerte. Parece que le daban las causas que nadie quería, pues sabían que Eymar no se iba a arrugar.»
El coronel Enrique Eymar juez militar del ejército franquista, era conocido por su dureza tanto con los acusados como con los familiares de estos. Sería el encargado de juzgar a los universitarios que realizaron las pintadas. FOTO cortesía de la Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores (SBHAC). (Clic sobre la imagen para verla ampliada).
LA PINTADA QUE FRANCO NO PUDO BORRAR
En 1946 un pequeño grupo de estudiantes de la Universidad Complutense, liderados por Carmelo Soria Espinosa (quien con el paso de los años sería asesinado en Chile por la agentes de Pinochet), se unen para reorganizar la Federación Universitaria Escolar (F.U.E.), la organización estudiantil progresista más importante e influyente en el periodo anterior a la guerra. Su entusiasmo es notable, pese al gran peligro que corren. Son tiempos en los que la maquinaria represora franquista actúa sin piedad y cualquier oposición al régimen es castigada con gran dureza.
En los primeros meses de 1947 aparecen en diferentes lugares del campus pintadas con textos del tipo: “Abajo el fascismo”, “Libertad” o “viva la universidad libre”. Las pintadas tienen una particularidad, son visibles durante el día pero desaparecen por la noche. Las autoridades franquistas se encuentran desorientadas, los equipos de limpieza no consiguen hacerlas desaparecer de manera definitiva, y en su desesperación optan por picar la piedra donde han sido realizadas alguna de ellas. Con este método se consigue hacer desaparecer la pintada, pero tiene un serio inconveniente: el texto queda cincelado sobre el granito para la posteridad. Esta chapuza, digna de Pepe Gotera y Otilio, haría que las pintadas sobrevivieran largamente al franquismo, permaneciendo en este mismo lugar como poco hasta comienzos del año 2006. Sería entonces, ya con un sistema democrático consolidado y con el franquismo supuestamente en el olvido, cuando alguien de manera incomprensible se encargó de eliminar con verdadera saña estos símbolos de la lucha antifranquista para siempre.
Una imagen de la pared donde se encontraba la pintada en la actualidad. Las piedras son las mismas, pero se han pulido a conciencia hasta eliminar los relieves donde se adivinaba la pintada. (Clic sobre la imagen para verla ampliada).
El autor de aquella pintada realizada con brocha gorda, fue un estudiante de nombre Pablo Pintado y Riba, que cursaba estudios de arquitectura en la universidad. Pablo Pintado era hijo de dos maestros vinculados a la Institución Libre de Enseñanza, su padre, que pertenecía a la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, había sido fusilado al finalizar la guerra, y a su madre se le impidió ejercer su profesión docente. Pintado sería ayudado por dos compañeras, la estudiante de Ciencias Químicas Mercedes Vega, y por Albina Pérez, que cursaba estudios de Letras. Sería Mercedes Vega la que encontró la fórmula para aquella pintura “mágica”, compuesta de nitrato de Plata, una sustancia fotosensible que se oscurece al recibir la luz solar. De esta forma, durante el día, los textos eran visibles, desapareciendo al caer la noche. La persistencia de aquellas pintadas y la incapacidad de las autoridades para hacerlas desaparecer sería motivo de bromas y burlas entre los estudiantes.
Aquella osadía y atrevimiento no podían quedar impunes y rápidamente se puso en marcha la poderosa maquinaría policial del régimen. De la investigación se encarga la temida Brigada Especial del Juzgado para la Represión de la Masonería y el Comunismo, al mando del coronel Enrique Eymar Fernández, un siniestro personaje cuya trayectoria merecería por si misma una crónica propia. Para no dejarles con la incógnita sobre la personalidad de este siniestro militar, recogemos aquí la breve reseña que pueden encontrar en la página de la Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores (SBHAC), una excelente página web, imprescindible y recomendable para todas aquellas personas interesadas en la Guerra Civil (haga clic aquí para ir a la página): «Fue comandante del ejército republicano (en realidad se le clasificó como leal geográfico), pasó toda la guerra en el Museo del Ejército como subdirector, pero además, por su condición de mutilado de la guerra de África, presidió la Asociación de Mutilados de Guerra de la República. Con la entrada de Franco en Madrid, y por motivos desconocidos para nosotros reingresó en el ejército franquista, donde fue nombrado juez de prisioneros. Tiempo después es nombrado juez instructor militar y lo fue hasta la creación del TOP, en marzo de 1964. Le está documentado la vejación de jóvenes encausadas, el chantaje a viudas en la misma categoría. Y la más despiadada de las inquinas contra todo lo que sonara a antifranquista. Fue además el responsable del proceso a Grimau, toda una joya de la impostura jurídico-militar franquista, pues como se sabe, el vocal-ponente militar capitán auditor Manuel Fernández Martín no era abogado, lo que era preceptivo en un consejo de guerra sumarísimo, (aquél tipo había engañado al propio ejército franquista, no solo como abogado, también ejerció como alférez médico sin tener título). Eymar actúo en aproximadamente 4000 causas de las que más de 1000 fueron condenas a muerte. Parece que le daban las causas que nadie quería, pues sabían que Eymar no se iba a arrugar.»
El coronel Enrique Eymar juez militar del ejército franquista, era conocido por su dureza tanto con los acusados como con los familiares de estos. Sería el encargado de juzgar a los universitarios que realizaron las pintadas. FOTO cortesía de la Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores (SBHAC). (Clic sobre la imagen para verla ampliada).