LA VENGANZA DE DON SANDO
CONDE NUÑO (dirigiéndose a su hija Elvira).–
Modestia aparte.
Sabes latín, un poco de cocina,
e igual puedes dorar una lubina
que discutir de ciencias y aún de arte.
Tu dote es colosal, cual mi fortuna,
y es tan alta tu cuna,
es nuestra estirpe de tan alta rama,
que esto grabé en mi torre de Porcuna:
«La cuna de los Manso de Jarama,
a fuerza de ser alta cual ninguna,
más que una cuna dijérase que es cama.»
Comenzamos con estos versos sacados de la celebre obra (o “caricatura de tragedia” como la denominaba su autor) “la venganza de Don Mendo” que estrenara en 1918 el gran escritor Don Pedro Muñoz Seca. Para muchos se trata de una obra menor, pero para mi todas las veces que la he visto me ha gustado, cada vez más, y me ha hecho pasar un muy buen rato ameno y divertido, lo que no me pasa con otras obras consagradas alabadas por la crítica, será falta de sensibilidad, al igual que me pasa con los cuadros de Tapies. Como decía mi abuelita, está claro que quien que como en mi caso nace ceporro...
En esta obra el autor juega acertadamente en muchas ocasiones con el doble sentido de las palabras, y en esta historia de enredos e infidelidades el tema de las astas o cuernos da mucho juego, ya los propios personajes así lo anuncian: el Conde Nuño “Manso de Jarama” o Don Pedro Collado “Duque de Toro”. Así mismo, Muñoz Seca también juega con la terminología taurina, si prestan atención a los versos que abren esta crónica verán que Don Nuño se vanagloria de su alta cuna, tan alta que llega a cama, pues bien, en terminología taurina la cuna según podemos leer en el Cossio es “el espacio entre los cuernos del toro”, de ahí viene la expresión encunar que según la misma fuente responde a “colocar el toro el bulto, u objeto, en la cuna, sin empitonarle”. De esta forma el genial autor mezcla metafóricamente la alta alcurnia de los “Manso de Jarama” con la grandeza de su cuna o cornamenta, según se interprete, aspecto que desarrollará en varias ocasiones durante la obra.
Los aficionados se dirigen a ocupar sus localidades en el monumental coso de Valparaiso.
(Haga click en cualquiera de las imágenes de la crónica para ampliarlas en otra ventana).
No podría continuar con esta crónica sin mencionar cual fue el trágico final de Don Pedro Muñoz Seca que fallecería asesinado junto con tantos otros en Paracuellos del Jarama, un trágico episodio que por su magnitud y sinrazón cuesta mucho digerir todavía, aun contemplándolo dentro de un contexto como el de la guerra civil donde la crueldad y violencia gratuitas estaban a la orden del día, incluso una vez finalizada la misma. Pero aun dentro de la magnitud de la tragedia, se cuenta que Don Pedro momentos antes de morir dirigiéndose al pelotón de fusilamiento les dijo: «Podéis quitarme la hacienda, mis tierras, mi riqueza, incluso podéis quitarme, como vais a hacer, la vida, pero hay una cosa que no me podéis quitar… y es el miedo que tengo». Destacar también que Don Pedro nació ni más ni menos que en el Puerto de Santa María, recuerden ustedes aquella crónica dedicada a Cádiz y a los toros en el Puerto, algo que sin duda marca carácter.
Estas consideraciones sobre la “cuna” de los Manso de Jarama las recoge con gran maestría Javier Leralta en su libro “Madrid. Cuentos, leyendas y anécdotas”, donde también nos habla de “el famoso toro del Jarama y las vacas del rey”. Según nos cuenta Leralta en este magistral libro fue el propio Carlos V quien compró la primera Real Vacada Brava de Aranjuez, que permanecería en la corona hasta que se vendiera en tiempo de Carlos III. Estos toros y las ganaderías que de ellos derivaron fueron conocidos como “toros del Jarama”, que en palabras del autor eran “bestias míticas” y fueron muchos los autores que citan al toro jarameño. Autores de la talla de Lope de Vega que diría de estos ejemplares que eran semisalvajes, bravos, feroces, grandes, valientes y de una raza especial. Además de Don Lope, otros autores cantaros a estos toros del Jarama como Tirso de Molina o Francisco de Quevedo entre otros muchos, incluido Don Pedro Muñoz Seca como ya hemos visto.
CONDE NUÑO (dirigiéndose a su hija Elvira).–
Modestia aparte.
Sabes latín, un poco de cocina,
e igual puedes dorar una lubina
que discutir de ciencias y aún de arte.
Tu dote es colosal, cual mi fortuna,
y es tan alta tu cuna,
es nuestra estirpe de tan alta rama,
que esto grabé en mi torre de Porcuna:
«La cuna de los Manso de Jarama,
a fuerza de ser alta cual ninguna,
más que una cuna dijérase que es cama.»
Comenzamos con estos versos sacados de la celebre obra (o “caricatura de tragedia” como la denominaba su autor) “la venganza de Don Mendo” que estrenara en 1918 el gran escritor Don Pedro Muñoz Seca. Para muchos se trata de una obra menor, pero para mi todas las veces que la he visto me ha gustado, cada vez más, y me ha hecho pasar un muy buen rato ameno y divertido, lo que no me pasa con otras obras consagradas alabadas por la crítica, será falta de sensibilidad, al igual que me pasa con los cuadros de Tapies. Como decía mi abuelita, está claro que quien que como en mi caso nace ceporro...
En esta obra el autor juega acertadamente en muchas ocasiones con el doble sentido de las palabras, y en esta historia de enredos e infidelidades el tema de las astas o cuernos da mucho juego, ya los propios personajes así lo anuncian: el Conde Nuño “Manso de Jarama” o Don Pedro Collado “Duque de Toro”. Así mismo, Muñoz Seca también juega con la terminología taurina, si prestan atención a los versos que abren esta crónica verán que Don Nuño se vanagloria de su alta cuna, tan alta que llega a cama, pues bien, en terminología taurina la cuna según podemos leer en el Cossio es “el espacio entre los cuernos del toro”, de ahí viene la expresión encunar que según la misma fuente responde a “colocar el toro el bulto, u objeto, en la cuna, sin empitonarle”. De esta forma el genial autor mezcla metafóricamente la alta alcurnia de los “Manso de Jarama” con la grandeza de su cuna o cornamenta, según se interprete, aspecto que desarrollará en varias ocasiones durante la obra.
Los aficionados se dirigen a ocupar sus localidades en el monumental coso de Valparaiso.
(Haga click en cualquiera de las imágenes de la crónica para ampliarlas en otra ventana).
No podría continuar con esta crónica sin mencionar cual fue el trágico final de Don Pedro Muñoz Seca que fallecería asesinado junto con tantos otros en Paracuellos del Jarama, un trágico episodio que por su magnitud y sinrazón cuesta mucho digerir todavía, aun contemplándolo dentro de un contexto como el de la guerra civil donde la crueldad y violencia gratuitas estaban a la orden del día, incluso una vez finalizada la misma. Pero aun dentro de la magnitud de la tragedia, se cuenta que Don Pedro momentos antes de morir dirigiéndose al pelotón de fusilamiento les dijo: «Podéis quitarme la hacienda, mis tierras, mi riqueza, incluso podéis quitarme, como vais a hacer, la vida, pero hay una cosa que no me podéis quitar… y es el miedo que tengo». Destacar también que Don Pedro nació ni más ni menos que en el Puerto de Santa María, recuerden ustedes aquella crónica dedicada a Cádiz y a los toros en el Puerto, algo que sin duda marca carácter.
Estas consideraciones sobre la “cuna” de los Manso de Jarama las recoge con gran maestría Javier Leralta en su libro “Madrid. Cuentos, leyendas y anécdotas”, donde también nos habla de “el famoso toro del Jarama y las vacas del rey”. Según nos cuenta Leralta en este magistral libro fue el propio Carlos V quien compró la primera Real Vacada Brava de Aranjuez, que permanecería en la corona hasta que se vendiera en tiempo de Carlos III. Estos toros y las ganaderías que de ellos derivaron fueron conocidos como “toros del Jarama”, que en palabras del autor eran “bestias míticas” y fueron muchos los autores que citan al toro jarameño. Autores de la talla de Lope de Vega que diría de estos ejemplares que eran semisalvajes, bravos, feroces, grandes, valientes y de una raza especial. Además de Don Lope, otros autores cantaros a estos toros del Jarama como Tirso de Molina o Francisco de Quevedo entre otros muchos, incluido Don Pedro Muñoz Seca como ya hemos visto.