El torero Sebastián Castella saliendo a hombros por la Puerta Grande de las Ventas en la pasada Feria de San Isidro de 2009 (doble click en cualquiera de las imágenes para ampliar).
El pasado día del Corpus, día ibérico donde los haya, un torero de nombre Sebastián Turzack levantaba al público de la madrileña plaza de Las Ventas de sus asientos. El diestro desde el centro del redondel citaba al toro “Pudoroso”, de la ganadería de Victoriano del Río, que se arrancaba al trote desde el burladero. El diestro impasible, sin descomponer la figura aguarda con los pies juntos, mientras “Pudoroso” con la mirada fija en él se acerca con alegre galope. Cuando la cogida parece inevitable, aparece el capote del diestro por su espalda, en décimas de segundo el burel atraído por el engaño desvía su trayectoria y pasa casi rozando al torero que en un derroche de valor permanece inmóvil en el mismo lugar. “Pudoroso”, un toro bravo, noble, de incansable embestida, se revuelve una y otra vez codicioso, mientras el diestro, que permanece con los pies fijos en el mismo lugar, realiza una magistral tanda de pases, culminada con un soberbio pase de pecho. El público que abarrotaba la plaza de Las Ventas puesto en pié, prorrumpió en una clamorosa y unánime ovación.
Sin duda fue un momento excepcional, sobre todo después de todo lo visto penosamente durante la última Feria de San Isidro, que viene a demostrar que el peligro de la continuidad de la Fiesta no está tanto en las protestas de los antitaurinos, si no en la ineptitud de buena parte de las personas que gestionan el mundo taurino, autoridades incluidas, que están desnaturalizando este espectáculo convirtiéndolo en una caricatura y esperpento de lo que fue. Momento excepcional por dos razones, una por el hecho de arrancar una unánime ovación en los tendidos, ya que como ustedes sabrán y si no yo se lo cuento, los tendidos de la plaza de las Ventas por San Isidro se han convertido en una especie de mentidero público, en un escaparate de vanidades, y en algunos casos en una reunión de mercaderes que profanan ese sagrado templo en busca de la puesta en valor propia y de la oportunidad de negocio, el poseer una localidad en las Ventas, sobre todo si es de sombra, se ha convertido en un signo de estatus social. Sin olvidar los ya clásicos “enteraos” o “pregonaos”, turbios personajes, seguramente con graves problemas familiares o mentales, que encuentran desahogo y consuelo dando la matraca al respetable y toreros, cuyo principal objetivo es disfrutar tarde tras tarde de su particular momento de gloria, montando barullo en solitario independientemente de lo que ocurra en el ruedo, intentando mostrar al resto de espectadores su supuesto y sublime conocimiento taurómaco. Estos papanatas son algo intrínseco a la fiesta, como el sol, las moscas o la caló, y estoicamente hay que soportarlo.
Un pase de pecho del torero francés en el madrileño coso de Las Ventas
Y la otra razón que convirtió en excepcional este momento, es la propia naturaleza y origen del protagonista, Sebastián Turzack, cuyo nombre taurino es Sebastián Castella. Un joven torero francés, si señoras y señores lectores un torero gabacho, un torero de Merimeé. Ay si Pedro Romero levantara la cabeza...
Efectivamente amigos lectores, Castella es natural de Béziers una ciudad perteneciente a la comarca de Languedoc-Rosellón, muy unida a la historia de España por medio del Reino de Aragón y de Cataluña. Esta comarca que desde los Pirineos se asoma al Mediterráneo como continuación natural de las costas catalanas, es una zona con una gran tradición taurina. Pero hagamos un poco de memoria para conocer un poco más de esta bella tierra que antaño fue conocida por el Rosellón.
El pasado día del Corpus, día ibérico donde los haya, un torero de nombre Sebastián Turzack levantaba al público de la madrileña plaza de Las Ventas de sus asientos. El diestro desde el centro del redondel citaba al toro “Pudoroso”, de la ganadería de Victoriano del Río, que se arrancaba al trote desde el burladero. El diestro impasible, sin descomponer la figura aguarda con los pies juntos, mientras “Pudoroso” con la mirada fija en él se acerca con alegre galope. Cuando la cogida parece inevitable, aparece el capote del diestro por su espalda, en décimas de segundo el burel atraído por el engaño desvía su trayectoria y pasa casi rozando al torero que en un derroche de valor permanece inmóvil en el mismo lugar. “Pudoroso”, un toro bravo, noble, de incansable embestida, se revuelve una y otra vez codicioso, mientras el diestro, que permanece con los pies fijos en el mismo lugar, realiza una magistral tanda de pases, culminada con un soberbio pase de pecho. El público que abarrotaba la plaza de Las Ventas puesto en pié, prorrumpió en una clamorosa y unánime ovación.
Sin duda fue un momento excepcional, sobre todo después de todo lo visto penosamente durante la última Feria de San Isidro, que viene a demostrar que el peligro de la continuidad de la Fiesta no está tanto en las protestas de los antitaurinos, si no en la ineptitud de buena parte de las personas que gestionan el mundo taurino, autoridades incluidas, que están desnaturalizando este espectáculo convirtiéndolo en una caricatura y esperpento de lo que fue. Momento excepcional por dos razones, una por el hecho de arrancar una unánime ovación en los tendidos, ya que como ustedes sabrán y si no yo se lo cuento, los tendidos de la plaza de las Ventas por San Isidro se han convertido en una especie de mentidero público, en un escaparate de vanidades, y en algunos casos en una reunión de mercaderes que profanan ese sagrado templo en busca de la puesta en valor propia y de la oportunidad de negocio, el poseer una localidad en las Ventas, sobre todo si es de sombra, se ha convertido en un signo de estatus social. Sin olvidar los ya clásicos “enteraos” o “pregonaos”, turbios personajes, seguramente con graves problemas familiares o mentales, que encuentran desahogo y consuelo dando la matraca al respetable y toreros, cuyo principal objetivo es disfrutar tarde tras tarde de su particular momento de gloria, montando barullo en solitario independientemente de lo que ocurra en el ruedo, intentando mostrar al resto de espectadores su supuesto y sublime conocimiento taurómaco. Estos papanatas son algo intrínseco a la fiesta, como el sol, las moscas o la caló, y estoicamente hay que soportarlo.
Un pase de pecho del torero francés en el madrileño coso de Las Ventas
Y la otra razón que convirtió en excepcional este momento, es la propia naturaleza y origen del protagonista, Sebastián Turzack, cuyo nombre taurino es Sebastián Castella. Un joven torero francés, si señoras y señores lectores un torero gabacho, un torero de Merimeé. Ay si Pedro Romero levantara la cabeza...
Efectivamente amigos lectores, Castella es natural de Béziers una ciudad perteneciente a la comarca de Languedoc-Rosellón, muy unida a la historia de España por medio del Reino de Aragón y de Cataluña. Esta comarca que desde los Pirineos se asoma al Mediterráneo como continuación natural de las costas catalanas, es una zona con una gran tradición taurina. Pero hagamos un poco de memoria para conocer un poco más de esta bella tierra que antaño fue conocida por el Rosellón.